“Uno siempre debe medirse a golpes con los mejores y medirse todo el tiempo. Stendhal, Balzac, Turguéniev. Si Tolstoi viviera, le diría: “Eh, viejo, ¿qué tal si nos ponemos los guantes tú y yo, sólo para probar?” Me mataría con su gancho izquierdo, pero llegaría orgulloso hasta el round número quince.”
Carta a John Dos Passos, 1931
“Algunas veces imagino que escribir una novela es como salir a pescar en alta mar. En la jornada de una vida, Flaubert pescó un pescado grande llamado Emma Bovary, un pescado mediano llamado La Educacion Sentimental, y un neumático viejo llamado Salambó. Tolstoi pescó el pescado más grande de todos los tiempos. Melvin pensó que había atrapado una ballena. Cuando voy a pescar pienso en eso y luego comienzo a escribir una novela...”
Carta a Maxwell Perkins, 1940
“Un hombre tiene que hacer lo que un hombre tiene que hacer, Scott.”
Carta a Scott Fitzgerald, 1929
“Detesto a todos esos escritores de Nueva York. A todos menos a ti, Scotty, y eso es raro, porque tú eres el epítome de un escritor de Nueva York. Un par de Martinis y te conviertes en una bailarina histérica.”
Carta a Scott Fitzgerald, 1926
“Siempre que las cosas salían mal y estaba atorado con una frase, mi mente viajaba a Michigan, buscaba un arroyo y pescaba un par de truchas. No hay nada como una trucha saltando sobre el agua, mostrando sus brillantes escamas y refulgiendo al sol. No pude evitar pensar que hubiera pasado si esa trucha hubiera escrito Guerra y Paz.”
Carta a Alfred Rice, 1955
“Se llama Juanito. Cada domingo por la tarde sale al ruedo con ese percudido traje de luces que le heredó su padre. Su madre remendó la rasgadura del traje en las costillas: la herida que había matado a su padre. Todos esos novelistas de Nueva York no tienen idea de lo que es enfrentar un toro. Vi a Juanito caer una tarde en Pamplona: el chorro de sangre que brilla al sol y cae y es absorbido por la arena.”
Carta a Gertrude Stein, 1955
“Acá en Kansas la gente es muy extraña, pero no te preocupes por mí, mamá. Siento que estoy llamado a algo grande. Estoy seguro de que el mundo me recordará por mi poesía.”
Carta a Grace Hall Hemingway, 1917
“Le mostré mis poemas a Ezra Pound. Dijo que yo era un gran cuentista.”
Carta a Gertrude Stein, 1920
“El otro día fui a la ferretería a comprar un par de tuercas flotantes para reparar mi bote. No sabía la diferencia entre una tuerca flotante y una cautiva, ¿la sabías tú? Una tuerca flotante se caracteriza por tener movimiento radial, lateral, o ambos. Una tuerca cautiva se fija de manera permanente y es resistente al barrido. Esto yo no lo sabía, me lo explicó el ferretero, un hombre sencillo, no como esos escritores de Nueva York. Pienso que así deben ser las frases que usamos en nuestros libros. Debemos comprender su uso y su fin. La frase debe resistir a la memoria cuando es importante, o, por el contrario, debe ser flexible para manejar transiciones. La frase verdadera es todo esto al mismo tiempo… Guerra y Paz es el mejor libro que conozco, Scott, imagínate qué libro habría sido si lo hubiera escrito el ferretero.”
Carta a Scott Fitzgerald, 1925.
“Tienes que conocer a Fidel, es un buen muchacho aunque nunca trae un quinto y tengo que pagar sus bebidas. Temo que un día se meta en problemas. Parece un debilucho”
Carta a Spencer Tracy, 1953
“Nena, me dices que con esta pierna maltrecha no te sirvo de mucho, pero si puedo cargar a un soldado italiano durante cincuenta metros por supuesto que puedo cargar a una enfermerita alemana hasta el camastro. Tú yo no tenemos la culpa de esta guerra, pero no veo por qué no sacarle provecho. Te esperaré toda la noche, a un lado de la barraca.”
Carta a Agnes Von Kurowsky, 1918
“Quiero mi puto dinero y lo quiero ya”
Carta a Charles Scribner´s, 1931
“Flaubert, era un genio; su prosa me da escalofríos. No me gustaría encontrármelo en una noche fría de París, acechando detrás de un callejón”
Carta a Erskine Caldwell, 1931
“Oye, viejo, tú y yo deberíamos jugar a las vencidas un día de estos. A menos que tengas miedo, claro.”
Carta a William Faulkner, 1932
“Franquistas, nazis, fachas. No le veo salida a este siglo. Pero entonces entramos a París, y los malditos franceses seguían ahí, sentados muy orondos en sus cafés, fumando sus cigarritos y comiendo sus baguettes.”
Carta a John Steinbeck, 1945
“Nena, no me acuses de veleidoso. Te amo como no he amado a ninguna otra mujer.”
Carta a su cuarta esposa Mary Welsh, 1945
“Esta es la jodida mejor prosa que he podido lograr en mi vida.”
Nota al margen del borrador del discurso de aceptación del Premio Nóbel, 1954
Esta selección de fragmentos fue publicada originalmente por Celía Valdelomar en nuestra página de facebook.
La imagen ha sido tomada de la siguiente página:
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