“…Cada uno tiene en su interior un demonio mordiente que destruye las noches y eso no es bueno ni malo, ya que es la vida. Lo que usted maldice en sí misma es pues su propia vida. Ese demonio es el material (y realmente un material precioso) que usted ha recibido y con el que debería hacer algo sin perder tiempo. (…). En el Puente de Carlos, en Praga, hay un relieve bajo la estatua de un santo que representa su historia. El santo labra allí un campo y ha enganchado en el arado a un demonio. Éste está todavía iracundo (fase de transición; mientras el demonio no quede también satisfecho, no se trata todavía de una victoria completa), hace rechinar los dientes, mira hacia atrás, a su señor, con una mirada malvada, torcida y encoge el rabo de un modo espasmódico; pero ha sido puesto bajo el yugo. Bien, usted, Minze, no es ninguna santa y no debe serlo, además no es necesario que lo sea y sería triste, una pena, si todos sus demonios tuvieran que empujar el arado, aunque sería bueno para una gran parte de ellos y constituiría para usted una gran y buena acción…”.
Franz Kafka, a Minze Eisner, 1920
jueves, 3 de abril de 2014
Franz Kafka, a Minze Eisner
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