sábado, 8 de octubre de 2016

El Violín de Ingres, Man Ray y Nacho Duato




Dicen que el violonchelo es el instrumento musical que tiene la sonoridad más parecida a la de nuestra voz y no es esa su única y evidente similitud con el ser humano. Pablo Casals uno de los grandes violonchelistas de la historia y que tanto amor y dulzura volcó sobre un instrumento que según pasaban los años cada vez sonaba mejor decía: "El violonchelo es como una bella mujer que no envejece, que con el tiempo es aun más joven, fina, flexible y elegante".  Más certero aún fue el gran comparsista gaditano Paco Alba en aquella letrilla dedicada a la guitarra española y que es perfectamente aplicable al Cello; "Es un bello instrumento, que tiene semejanza con una mujer tanto por su dulzura como por su acento, su contorno y figura es un retrato fiel. Su gentil estructura simula su estampa, su talle y sus caderas y pechera también, las clavijas son bucles su mástil garganta y dentro encierra un alma como cualquier ser". Supongo que Man Ray cuando  convirtió en violín o violoncello, lo que ustedes prefieran, a su musa Kiki de Montparnase en la famosa foto que abre este artículo, simplemente se limitaba a retratar el pensamiento de todos nosotros, la erótica de un instrumento que tiene cuerpo de mujer; aunque dado el título que eligió para la misma; "El violín de Ingres" puede que Man Ray fuera mucho más allá en su propuesta. Baste decir que Ingres se relajaba del estrés de su perfeccionismo como pintor tocando el violín y que esa expresión, "El violín de Ingres", se utiliza ahora de forma común para señalar aquello en lo que encontramos refugio y cura para las tensiones de la vida diaria y que para muchos de nosotros es nuestra pareja. Puede que incluso Man Ray tuviera en mente la forma y la pose de alguna de las bañistas creadas por el pintor, y es que en el mundo del arte las influencias artísticas son constantes y a veces deparan creaciones que resultan de una belleza plástica excepcional y eso es lo que logró el gran bailarín y coreógrafo Nacho Duato cuando unió este concepto de la mujer como instrumento musical y  el maravilloso Preludio de la Suite número 1 para violonchello de Bach, uno de los momentos más dulces de su obra "Multiplicidad. Formas de Silencio y Vacío" (1999), en la que los bailarines Africa Guzman y Alejandro Álvarez de la Compañía Nacional de Danza nos regalan una comunión perfecta entre danza y música, metamorfoseándose la bailarina en un violonchelo lleno de vida y movimiento.