Hace algún tiempo la revista "Descubrir el Arte" recogía un artículo sobre una teoría, no en exceso descabellada, propuesta por Lynn Catterson, profesora de la Universidad de Columbia, en la que esta mantiene que la escultura del Laocoonte (50d.C), tradicionalmente atribuida a Agesandro, Polidoro y Atenodoro, podría haber sido obra de Miguel Ángel quien se habría basado para su realización en las descripciones de la misma que se habían hecho en la antigüedad. Una falsificación al fin y al cabo.
Curiosamente Miguel Ángel estaba presente en el descubrimiento de la escultura en 1506, en lo que resultaría un engaño similar al que ya realizó con el Baco (a la izquierda), una esplendida escultura realizada al estilo antiguo y que enterró para hacerla pasar por una antigüedad. Es necesario recordar que en aquella época una obra antigua se cotizaba mucho más que una contemporánea, incluso diez veces más. Miguel Ángel la creó con solo 21 años y en mi opinión más que dinero lo que buscaba el joven escultor era el reconocimiento que recibiría cuando se supiera que aquella obra que tanto fue alabada al ser descubierta, como una muestra de la perfección de los clásicos, era obra en realidad de un hombrecito de tan poca edad. Además hay que tener en cuenta, según mantiene Catterson, la existencia de un boceto de 1501 realizado por Miguel Ángel de un torso sospechosamente parecido al del Laocoonte y que se habría basado en las descripciones dadas por Plinio. También hay conocimiento de las adquisiciones de ciertos bloques de mármol de grandes dimensiones por parte del maestro entre 1500 y 1505 sobre los que en principio no se tiene constancia de que sirvieran para ninguna obra conocida. Aunque la teoría me parece ciertamente atrayente no la veo lo suficientemente consistente. No me imagino la manera de trasladar y enterrar una obra como esta con cierta discreción y además en esos mismos años Miguel Ángel ya estaba trabajando en una obra tan compleja y exigente como el David. A pesar de ello, de no creerla obra del gran Miguel Ángel, al ver la cara del Laocoonte no puedo evitar encontrar ecos de esa famosa "terribilitá" que es marca de fábrica del genial artista italiano o en la detallada musculación con la que el Laocoonte nos deja extasiados y que tanto recuerda a los poderosos personajes del creador del Moisés. Puede que Miguel Ángel simplemente adoptara esas influencias después de que se descubriera la obra, pero no cabe duda de que que talento no le faltaba para enfrentarse a una creación como esta. Una interesante polémica abierta sobre una de las más grandes obras de arte hechas por la mano del hombre.
Pero... ¿quién era Laocoonte???
En la mitología griega, Laocoonte aparece como hermano de Anquises y era un sacerdote de Apolo. Él y la agorera de Casandra fueron los únicos en poner en guardia a los troyanos contra el misterioso caballo de madera que apareció sorpresivamente ante sus murallas, una vez que las tropas sitiadoras simularan abandonar el cerco de la ciudad al retirarse con su flota. Aquí, ante el caballo, aun fuera de las murallas, Laocoonte pronuncia su famosa frase de "Timeo danaos et dona ferentes" (Desconfío de los dánaos - griegos - incluso cuando traen regalos). Laocoonte había arrojado una jabalina contra el caballo de madera y había descubierto que se encontraba hueco, haciéndole esto sospechar que en el interior podían esconderse enemigos y así, se opone enérgicamente a que fuera introducido en el recinto de la ciudad, solicitando que fuera quemado.
En ese mismo instante dos monstruosas serpientes llamadas Porce y Caribea surgieron del mar y abrazaron con sus anillos a los dos hijos de Laocoonte. Este corrió de inmediato a prestarles ayuda, siendo igualmente atrapado por las serpientes que estrecharon aun más sus anillos hasta hacerlos morir de asfixia. Las serpientes habían sido mandadas por el mismo Apolo que quería castigar a Laocoonte por haber profanado su templo al unirse a su esposa ante los pies de la estatua de esta divinidad (poquito caro que le salió el ratito de morbo al pobre sacerdote), pero esto los troyanos no lo sabían y habiendo sido todos testigos de estas horrendas muertes y con algún engaño de por medio, interpretaron que el prodigioso castigo recibido por Laocoonte de manos de los dioses (algunos dicen que de Poseidón, otros que de Atenea...) tenía su razón de ser en su osadía de haberse opuesto a recibir el caballo como ofrenda. Así para quedar libres de las iras divinas, los troyanos se apresuraron a introducirlo murallas adentro, con las consecuencias que ya todos sabemos. Trescientos soldados salieron del interior del caballo ideado por Ulises y tomaron la ciudad, en una batalla en la que moriría el legendario Aquiles. Pero esa es otra historia....
La escultura es realmente soberbia, y ya Plinio, después de admirarla en la residencia del emperador Tito, contaba en su Historía Natural “debe ser situada por delante de todas (las obras), no sólo del arte de la estatuaria sino también del de la pintura. Fue esculpida en un solo bloque de mármol por los excelentes artistas de Rodas Agesandro, Polidoro y Atenodoro y representa a Laocoonte, sus hijos y las serpientes admirablemente enroscadas” .Fue realizada en el 50 d.c para adornar la Domus Aurea de Nerón y como contaba Plinio está realizada en un solo bloque de mármol (increíble viendo esas interminables serpientes) a pesar de sus considerables dimensiones (2'42 metros). Como tantísimos tesoros hoy está en los Museos Vaticanos.
Para los críticos de arte, el conjunto, que recoge el momento del ataque de las serpientes sobre Laocoonte y sus hijos, es la viva imagen de la impotencia, de la desesperación y el dolor sobrehumano y si famoso es el grito de Munch, no menos impactante para mí es la expresión del rostro de Laocoonte en esta escultura, la amargura de su grito, su mirada al cielo, rendida, casi pidiendo ayuda, y su poderoso cuerpo con todos sus músculos en tensión, en plena lucha, pero a punto de claudicar. Toda la escultura recoge un dinamismo, una violencia y una fuerza pocas veces vistas en la historia del arte.
Cuando apareció la escultura en 1506, le faltaba un brazo y hubo varios intentos de restaurarla (Bandinelli, Canova, Cornachini, Montorsoli...) y ponerle un nuevo brazo. Finalmente se optó por colocarle erróneamente un brazo extendido hacia el cielo, mientras que Miguel Ángel llegó a tallar un brazo en posición flexionada, que nunca llegó a colocársele. El caso es que cuando en 1957 apareció, de forma increíble, el brazo original en una vieja tienda de antigüedades de la Vía Labicana, a pocos metros de donde la escultura fue encontrada 400 años antes, este mostraba una posición idéntica a la que Miguel Ángel había propuesto. No cabe duda de la influencia que el Laocoonte provocó en todos los escultores de la época, y si pensamos que como dicta la razón no es obra de Miguel Ängel, en contra de lo que defiende Catterson, de lo que no cabe duda es que Miguel Ángel lo tuvo muy presente cuando esculpió su poderoso Moisés, que comenzó siete años después de su descubrimiento, e incluso el grupo resulta inspirador de algunas de las características del Manierismo. ¡Una obra cumbre en la historia del Arte sin la menor duda, sea o no una falsificación!
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