"Recordar es fácil para el que tiene memoria. Olvidar es difícil para el que tiene corazón"
La frase es del escritor colombiano Gabriel García Márquez, mientras que la imagen, titulada "Deena de dos" (Deena de espaldas), fechada en 1955, es del exquisito fotógrafo francés Willy Ronnis. Y siguiendo con ese anhelo de mezclar las artes en una misma entrada os dejo un delicioso vídeo sobre la obra de Willy Ronnis con la voz de fondo del prolífico cantautor francés Léo Ferré cantando "L'amour fou" (el amor loco).
Cuando escuché "Echelon's song" por primera vez pensé en ese gigantesco ejercito ruso que durante la Segunda Guerra Mundial, tras un desastroso comienzo, empezó titubeante a reorganizarse para después ir tomando impulso hasta convertirse en una verdadera apisonadora sobre las tropas alemanas, más o menos como ya les había ocurrido en otras guerras pasadas ayudados por el imbatible General Invierno, para después de conseguida la victoria volver poco a poco a la normalidad.
No desentonaba esta idea con la de un pesado tren que va tomando velocidad poco a poco hasta que su embialaje se mueve a un ritmo frenético e imparable, pero resulta que es esa su verdadera esencia; tanto que "Echelon's Song" puede traducirse como "La canción del tren" y está dedicada a los centenares de convoys militares que trasportaban tropas durante la conocida como Guerra Civil Rusa, al igual que ocurriría en la Segunda Guerra Mundial. Sirvan como ejemplo los numerosos trenes que llegaban a Moscú de todas las partes del inmenso territorio soviético, cargadas de tropas entre octubre y noviembre de 1941. En determinados momentos el número de trenes alcanzaba picos de 150 a 200 trenes diarios, o lo que es lo mismo un convoy militar cada 15 minutos.
En la canción se habla también de Voroshilov, uno de los lugartenientes más apreciados por Stalin y que aquí comanda un tren militar camino de Tsritsyn, ciudad que con el tiempo se convertiría en Stalingrado y actualmente en Volgogrado. Al parecer en ese tren sería donde se conocerían Stalin y Voroshilov. Tanto es así que el tema es conocido también como "La canción de Voroshilov" y de forma más minoritaria como "Batalla de la Guardia roja"
Si os he de ser sinceros la historia épica que cuenta no me atrae demasiado, pero esas voces de los Coros del Ejercito Ruso, perfectamente conjuntadas hasta parecer una sola voz, marchando al ritmo acompasado de un pesado tren que termina por tomar una marcha frenética y victoriosa, me pueden.
Una verdadera maravilla que he de agradecer a mi hijo Alejandro que ha convertido a los Coros del Ejercito Ruso en la banda sonora habitual en el coche, desde hace ya unos días. Echelon's Song es su canción favorita de las muchas que aprecía de estos sensacionales Coros y a decir verdad, ahora ya no estoy seguro de que mi preferida sea, como ha sido siempre "Polyushko Polye" o "La patrulla de los Cosacos" como también se la conoce, de estructura muy parecida y compuesta por Lev Knipper con letra de Víktor Gúsev. Hoy en el almuerzo seguro que seguiremos discutiendo sobre ello... cosas de niños (grandes o pequeños)!!!
"La carga de la caballeria roja" por Kazimir Malevich
"En el fondo de todo éxito no hay más que el conocimiento de de la naturaleza humana, séase comerciante, hotelero, editor o actor. El hecho sobre el cual me apoyo, más que sobre cualquiera otro, por ejemplo, es el que consiste en poner al público frente a alguien que se encuentra en una situación ridícula o difícil.
El solo hecho de que un sombrero vuele no es risible. Sí lo es el ver a su propietario correr detrás, con los cabellos al aire y los faldones de la levita flotantes. Si un hombre se pasea por la calle, este hecho no se presta a reír. Colocado en una situación ridícula y embarazosa, el ser humano se convierte en un motivo de risa para sus semejantes. Toda situación cómica está basada en eso. Los films cómicos han tenido un éxito inmediato, porque la mayor parte de ellos representaban a agentes de la policía que caían en las alcantarillas, tropezaban en los cubos de yeso, caían desde un vagón y estaban sometidos a toda suerte de contratiempos. He aquí a las personas que representaban la dignidad del poder, frecuentemente muy imbuidas de semejante idea, a las que ridiculizan y de las que se burlan; y la visión de sus aventuras provoca dos veces más el deseo de reír del público que si se tratase de simples ciudadanos, que soportan las mismas aventuras.
Todavía mas graciosa es la persona ridícula que, a pesar de eso, se niega a admitir que le ocurran cosas extraordinarias y se obstina en conservar su dignidad. El mejor ejemplo está suministrado por el hombre ebrio que, denunciado por su lenguaje y su caminar, quiere convencernos muy dignamente de que está sereno. Es mucho más chistoso que el hombre francamente alegre, que manifiesta abiertamente su embriaguez y se burla de que se den cuenta de ella. La embriaguez en la escena es generalmente ligera, con una tentativa de dignidad, pues los directores escénicos han aprendido que esa pretensión es graciosa.
Por eso todos mis films descansan en la idea de ocasionarme apuros, para proporcionarme la ocasión de ser desesperadamente serio, en mi tentativa de aparecer como un gentleman muy normal. Por eso es por lo que, al encontrarme en tan enojosa postura, mi preocupación consiste siempre en recoger inmediatamente mi bastón, enderezarme el sombrero hongo y ajustarme la corbata, aunque acabe de caer de cabeza. Estoy tan seguro en este punto, que trato no sólo de ponerme yo mismo en situaciones difíciles, sino que cuido también de colocar en ellas a los demás.
Cuando obro así, me esfuerzo siempre en economizar mis medios. Quiero decir con esto que cuando un acontecimiento puede provocar por sí solo dos carcajadas separadas, es preferible a dos hechos separados. En El aventurero (The Adventurer) lo consigo colocándome en un balcón donde tomo un helado con una joven. En el piso de abajo sitúo a una dama robusta, respetable y bien vestida, ante una mesa. Entonces, mientras me como el helado, dejo caer una cucharada que se desliza a través de mi pantalón y, desde el balcón, va a caer en el cuello de la dama. La primera risa es engendrada por mi propia situación; la segunda, y mucho más grande resulta de la llegada del helado al cuello de la dama, que aúlla y se pone a saltar. Un solo hecho ha servido, pero ha puesto en compromiso a dos personas y ha provocado dos carcajadas.
Por sencillo que esto parezca, hay dos elementos de la naturaleza humana que son alcanzados por este hecho: el uno es el placer del público al ver la riqueza y el lujo en ridículo; el otro consiste en la tendencia del público a experimentar las mismas emociones que el actor en la escena y en la pantalla. Una de las verdades mas rápidamente apreciadas es la de que el pueblo, en general, se divierte al ver que las personas ricas se llevan la peor parte. Esto proviene de que las nueve décimas partes de los humanos son pobres e interiormente envidian la riqueza de la otra décima parte. Si por el contrario, hubiera hecho caer el helado en el cuello de una pobre doméstica, en lugar de la risa hubiera provocado la simpatía hacia la mujer. Del mismo modo, no teniendo una domestica ninguna dignidad que perder, este hecho no hubiera sido gracioso. Dejar caer el helado en el cuello de una mujer rica supone para el público darle precisamente lo que merece. Al decir que el ser humano experimenta las mismas emociones de las cuales es testigo, quiero decir, volviendo al ejemplo del helado, que cuando la dama rica se estremece el público se estremece con ella. La cosa que pone en dificil situación al actor debe ser familiar para el público; de otro modo éste no comprenderá su alcance. Sabiendo que el helado es frio, el público siente el escalofrío.
Cuando contemplo uno de mis propios films, al ser presentado al público, pongo un ojo en la película y el otro y los dos oídos en el público, y noto qué es lo que hace reír y qué es lo que no. Si al cabo de varias representaciones, por ejemplo, el público no se ríe en una escena que yo he considerado graciosa, me esfuerzo inmediatamente en descubrir qué es lo que había de falso en mi idea, en su ejecución o en la manera de haber sido fotografiada. Con mucha frecuencia advierto una ligera carcajada a causa de un gesto que no estudié. Inmediatamente abro los oídos e indago el porqué de aquella cosa particular que ha provocado la risa. Siempre que voy a ver uno de mis film, soy un poco como el comerciante que va a observar lo que su clientela lleva, compra o hace.
Del mismo modo que observo al público en un teatro para ver qué es lo que hace reír, lo observo también para encontrar ideas de escenas cómicas. Un día pasé por delante de un cuartel de bomberos en el momento que se daba la señal de fuego. Vi a los bomberos deslizarse a lo largo del mástil, saltar sobre la bomba y precipitarse hacia el incendio. Inmediatamente se me apareció toda una serie de posibilidades cómicas. Me vi acostado, ignorante de la alarma. Esto sería comprendido por todos, porque a todos nos gusta dormir. Me vi deslizándome a lo largo del mástil, jugando con los caballos de los bomberos, salvando a la heroína, cayendo de la bomba en un recodo de la calle, y otras muchas cosas por el estilo. Las retuve en la memoria, y más adelante, cuando hice El bombero ( The Fireman) me serví de todas ellas. Sin embargo, si aquel día no hubiese observado el cuartel no se me habrían ocurrido todos los detalles.
Contemplando un match de boxeo concebí la idea de El campeón de boxeo, donde yo, un hombrecillo, pongo knock-out a un gigantesco atleta gracias a una herradura oculta en mi guante. En otro film me serví de una agencia de colocaciones como asunto principal. En pocas palabras: siempre he sacado partido de la vida de todos los días, bien en cuanto a los personajes, bien en cuanto a las cosas cómicas. Un día por ejemplo me hallaba en un restaurante y vi de pronto que un hombre, a algunos metros de mi, se ponía a sonreír y a hacer saludos, aparentemente dirigidos a mi persona. Imaginándome que se trataba de un hombre amable, hice otro tanto, y entonces me di cuenta que había interpretado mal sus intenciones.
Poco después sonreía de nuevo; le saludé, pero se volvió a enfurruñar. Yo no comprendía por qué, alternativamente, sonreía o fruncía el ceño. Fue preciso que me volviese para ver que estaba flirteando con una linda muchacha que estaba junto a mí. Mi error me hizo reír, y, sin embargo, era natural. Así algunos meses más tarde decidí emplear aquella situación para La cura de aguas (The cure).
Otro punto humano que toco con frecuencia es la tendencia del público a gustar de los contrastes y de las sorpresas."
Son las palabras del propio Charles Chaplin, a buen seguro el mayor talento que ha dado el cine.
“Iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor desgarrador en el pecho. Me detuve; me apoyé en la barandilla, preso de una fatiga mortal. Lenguas de fuego como sangre cubrían el fiordo negro y azulado y la ciudad. Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un grito interminable atravesaba la naturaleza.”
A pesar de estas palabras del pintor noruego Edvard Munch (1863-1944), no está clara cuál es la fuente de inspiración de este turbador cuadro expresionista, aunque es seguro que su atormentada vida tiene su reflejo en el. Munch había sido educado por un padre extremadamente severo y rígido, de pequeño vio morir a su madre y a una de sus hermanas de tuberculosis y por si fuera poco, uno de los pocos sostenes que le quedaban. su hermana Laura terminó enfermando y fue internada en un psiquiátrico por un trastorno bipolar. No es de extrañar que Munch terminara sintiendo deseos de gritar ante una realidad que le era tan poco propicia. Ya antes había efectuado un cuadro titulado "La desesperación". No falta quien atribuye el color rojo que se observa en el cielo a una puesta de sol muy intensa debida a las partículas en suspensión arrojadas a la atmósfera por la erupción del volcán Krakatoa, aunque esta fue 10 años antes de la ejecución del cuadro.
Existen cuatro versiones de "El grito". La más famosa se encuentra en la Galería Nacional de Noruega y data de 1893, hay otras dos versiones en el Museo Munch de Oslo y una cuarta que pertence a una colección particular.
El cuadro ha sido reproducido hasta la saciedad y ha sido inspiración para multitud de artistas al estilo de una siniestra Gioconda. Una de las inspiraciones más curiosas que se han producido en los últimos años ha sido la máscara de Ghostface creada por Wes Craven, con la que se cubren el rostro los asesinos de la saga "Scream", llegando a convertirla en un icono popular, no ya de angustia o desesperación, sino de miedo y terror. No me quiero ni imaginar que diría Munch si supiera de esta perversión de su obra y de los sentimientos que dieron origen a la misma. Dejamos un repaso a su obra a modo de desagravio:
A partir de una entrada de "Alma Libre" en nuestra página de facebook. ¡Gracias Alma!
No son pocos los niños que sienten un respeto tremendo y hasta miedo a la hora de tener que sentarse sobre la rodilla de Santa Claus para decirle al oído los regalos que desea para esas Navidades. De hecho hay por ahí algún despistado que cree que este síndrome se denomina "Claustrofobia". No sé cuál será el motivo de la llantina que muestra la niña de la foto, aunque a muchos de nosotros nos resultará una imagen muy familiar. Y es que conocer a un personaje mágico como Santa Claus impone y claro, pasa lo que pasa, que se desbordan las emociones.
Pero siempre hay excepciones, y a veces los nervios corren de parte de quien se enfunda el disfraz de Santa Claus, como el caso que contaba la precoz actriz Shirley Temple:
"Dejé de creer en Santa Claus cuando tenía seis años. Mi madre me llevó a verlo a unos grandes almacenes y me pidió un autógrafo"
En cualquier caso una pizca de magia siempre viene bien, a los adultos nos encanta ver su figura o la de los Reyes Magos regalando sonrisas a unos niños que cada vez son más descreidos, tanto que casi se hace verdad la frase de Lee Lauer:
"Uno de los problemas que tenemos en este país es que muchos adultos creen en Santa Claus, y muchos niños no"
Por cierto, las fotos son del genial Alfred Eisenstaedt y fueron tomadas en Nueva York en las Navidades de 1961. Allí todo es un negocio y hacer de Santa Claus también. Al parecer el sujeto enfundado en el traje de Santa Claus que aparece al comienzo de esta entrada se llamaba Ken Berends, y estaba haciendo un cursillo para sacarse el "Certificado de Santa Claus". Cinco días de formación con un coste de 75 dólares. Parece que una de las prácticas le salió un poco torcida y la niña empezó a llorar. Y es que todo el mundo no sabe darle el tonillo adecuado al "Oh, oh, ouhhhhh", ni se aprende correctamente el nombre de todos los renos... Espero que también le dieran su diploma y la campañilla de rigor. Las cosas.....
Con unos días de antelación "Felices fiestas a todos"
Os dejo con Bing Crosby las Andrews Sisters cantando un apropiado "Santa Claus is coming to town". Por cierto si pueden háganse con los dos discos que tienen juntos, es una verdadera delicia disfrutar de la aterciopelada voz de Bing Crosby jugando con las chispeantes voces de las Andrew Sister.
En sus inicios Little Richard no tenía nada claro el estilo en el que iba a volcar todo su talento. Su productor musical lo animaba a tomar la senda de R&B o el soul, de copiar a Ray Charles o a Fast Domino, pero la cosa no terminaba de funcionar y la frustración del cantante iba a más. Cuando la presión fue demasiada, dejo de contenerse y siguiendo la frenética forma de cantar que adoptaba en algunas fiestas de color rosa, aprovechó un descanso para desfogarse cantando una canción abiertamente homosexual como era Tutti Frutti. Improvisó aquella maravillosa introducción que rezaba más o menos "womp-bomp-a-loom-op-a-womp-bam-boom!" y que pretendía imitar un redoble de batería y cantó el resto de forma salvaje, aporreando el piano desesperada y alocadamente, y elevó su voz todo lo que pudo harto de tener que acomodarse a las ternuras de ese soul que le querían imponer.
Su productor se quedó estupefacto con aquella improvisación, con aquella bendita agresividad vocal y gestual, así que como la canción no era muy presentable tal y como estaba le quitaron ciertas referencias al sexo anal como "Tutti Frutti, good, booty / If it don't fit, don't force it / You can grease it, make it easy" o lo que es lo mismo: "Tutti Frutti, buen culito / Si no entra, no lo fuerces / puedes engrasarlo, para facilitarlo" por "Tutti frutti, all rooty, a-wop-bop-a-loon-bop-a-boom-bam-boom" e intentaron hacer olvidar que en su jerga "Tutti frutti" significaba "gay". Con estos brochazos de maquillaje convirtieron está loca canción en el primer exitazo de ese nuevo enfant terrible del rock que fue Little Richard,. Después vendrían "Long tall sally", "Keep a Knockin", "Good Golly, Miss Molly"o "Lucille".... como gusta decir por allí "había nacido una estrella". Por cierto hoy es el 83 cumpleaños del muchachito que en realidad nació con el nombre de Richard Wayne Penniman.
Y es hora de bailotear un poco (a ver quien se resiste...) con Long tall sally y Tutti Frutti
Y con "Lucille"
"Keep a Knockin" con un repaso de fotografías suyas