sábado, 17 de noviembre de 2012
Carta de Galileo Galilei a la duquesa de Toscana
La siguiente carta fue escrita en 1615 por Galileo Galilei a Cristina Lorena, duquesa de Toscana, y es enormemente interesante ya que en ella intenta defenderse desesperadamente de las acusaciones hechas por la Santa Inquisición.
"A la Serenísima Señora la Gran Duquesa Madre:
Hace pocos años, como bien sabe vuestra serena alteza, descubrí en los cielos muchas cosas no vistas antes de nuestra edad. La novedad de tales cosas, así como ciertas consecuencias que se seguían de ellas, en contradicción con las nociones físicas comúnmente sostenidas por filósofos académicos, lanzaron contra mí a no pocos profesores, como si yo hubiera puesto estas cosas en el cielo con mis propias manos, para turbar la naturaleza y trastornar las ciencias, olvidando, en cierto modo, que la multiplicación de los descubrimientos concurre al progreso de la investigación, al desarrollo y a la consolidación de las ciencias, y no a su debilitamiento o destrucción. Al mostrar mayor afición por sus propias opiniones que por la verdad, pretendieron negar y desaprobar las nuevas cosas, que si se hubieran dedicado a considerarlas con atención, habrían debido pronunciarse por su existencia. A tal fin lanzaron varios cargos y publicaron algunos escritos llenos de argumentos vanos, y cometieron el grave error de salpicarlos con pasajes tomados de las Sagradas Escrituras, que no habían entendido correctamente y que no corresponden a las cuestiones abordadas…
… Esos adversarios tratan de desprestigiarme por todos los medios posibles. Saben que mis estudios de astronomía y de filosofía me han llevado a afirmar, con relación a ala constitución del mundo, que el Sol, sin cambiar de lugar, permanece situado en el centro de la revolución de las órbitas celestes, y que la Tierra gira sobre sí misma y se desplaza en torno del Sol. Advierten además que una posición semejante no sólo destruye los argumentos de Ptolomeo y de Aristóteles, sino que trae consigo consecuencias que permiten comprender, ya sea numerosos efectos naturales que de otro modo no se sabría cómo explicar, y a ciertos descubrimientos astronómicos recientes, los que contradicen radicalmente el sistema de Ptolomeo y confirman de maravilla el de Copérnico…
… Precisaría que se supiera reconocer que el autor jamás trata en él cuestiones que afecten a la religión o a la fe, y que no presenta argumentos que dependan de la autoridad de la Sagrada Escritura, que eventualmente podría haber interpretado malo, sino que se atiene siempre a conclusiones naturales, que atañen a los movimientos celestes, fundadas sobre demostraciones astronómicas y geométricas y que proceden de experiencias razonables y de minuciosísimas observaciones. Lo cual no significa que Copérnico no haya prestado atención a los pasajes de la Sagrada Escritura, pero una vez así demostrada su doctrina, estaba por cierto persuadido de que en modo alguno podía hallarse en contradicción con las Escrituras, desde que se las comprendiera correctamente…
Yo reverencio a esas autoridades y les tengo sumo respeto; consideraría sumamente temerario contradecirlas; pero, al mismo tiempo, no creo que constituya un error hablar cuando se tienen razones para pensar que algunos, en su propio interés, tratan de utilizarlas en un sentido diferente de aquel en que los interpreta la Santa Iglesia. Por ello, con una afirmación solemne (y pienso que mi sinceridad se manifestará por sí misma), no sólo me propongo rechazar los errores en los cuales hubiera podido caer en el terreno de las cuestiones tocantes a la religión, sin o que declaro, también, que no quiero entablar discusión alguna en esas materias, ni aun en el caso en que pudieran dar lugar a interpretaciones alejadas de mi profesión personales, llegara a presentarse algo susceptible de inducir a otros a que hicieran una advertencia útil para la Santa Iglesia con respecto al carácter incierto del sistema de Copérnico, dese yo que ese punto sea tenido en cuenta, y que saquéis de él el partido que las autoridades consideren conveniente; de otro modo, sean mis escritos desgarrados o quemados, pues no me propongo con ellos cosechar un fruto que me hiciera traicionar mi fidelidad por la fe católica. Además de eso, aunque con mis propios oídos haya escuchado muchísimas de las cosas que allí afirmo, de buen grado les concedo a quienes las dijeron que quizá no las hayan dicho, si así les place, y confieso haber podido comprenderlas mal; así pues, no se les atribuya lo que yo sostengo, sino a quienes compartieran esa opinión.
El motivo, pues, que ellos aducen para condenar la teoría de la movilidad de la Tierra y la estabilidad del Sol es el siguiente: que leyéndose en muchos párrafos de las Sagradas Escrituras que el Sol se mueve y la Tierra se encuentra inmóvil y no pudiendo ellas jamás mentir o errar, de ahí se deduce que es errónea y condenable la afirmación de quine pretenda postular que el Sol sea inmóvil y la Tierra se mueva. Contra dicha opinión quisiera yo objetar que es y ha sido santísimamente dicho, y establecido con toda prudencia, que en ningún caso las Sagradas Escrituras pueden estar equivocadas, siempre que sean bien interpretadas; no creo que nadie pueda negar que muchas veces el puro significado de las palabras se halla oculto y es muy diferente de su sonido. Por consiguiente, no es de extrañar que alguno al interpretarlas, quedándose, hacer aparecer en las Escrituras no sólo contradicciones y postulados sin relación alguna con los mencionados, sino también herejías y blasfemias: con lo cual tendríamos que dar a Dios pies, manos y ojos, y, asimismo, los sentimientos corporales y humanos, tales como ira, pena, odio, y aun tal vez el olvido de lo pasado y la ignorancia de lo venidero. Así como las citadas proposiciones, inspiradas por el Espíritu Santo, fueron desarrolladas en dicha forma por los sagrados profetas en aras a adaptarse mejor a la capacidad del vulgo, bastante rudo e indisciplinado, del mismo modo es labor de quienes se hallen fuera de las filas de la plebe, el llegar a profundizar en el verdadero significado y mostrar las razones por las cuales ellas están escritas con tales palabras. Este modo de ver ha sido tan tratado y especificado por todos los teólogos, que resulta superfluo dar razón de él."
Imagen: Galileo enseñando al dux de Venecia el uso del telescopio. Fresco de Giuseppe Bertini (1825-1898).
El origen de la frase "Marcharse a la francesa"
Usualmente esta expresión se usa en modo de reproche, para reprobar el comportamiento de alguien que, sin despedida ni saludo alguno, se retira de una reunión; o, por extensión, cuando alguien deja algún trabajo u obligación sin acabar y sin dar explicaciones.
Pero, como siempre, el origen de la frese y su historia son bastante diferentes de la connotación que se le da actualmente, además de ser algo curiosa, y es por eso que he decidido aprovechar su mención “reciente” por aquí para dedicarle una entrada.
Los orígenes de “Marcharse a la francesa” se sitúan alrededor del siglo XVII. Sucede que por aquellos años, y en algún momento entre los reinados de Luis XII y su primogénito Luis XIV (probablemente en los tiempos de este último), se puso de moda entre las altas esferas francesas la costumbre de marcharse de reuniones o fiestas sin avisar.
Dicha costumbre obtuvo un asombroos éxito entre las clases nobles y burguesas, tal es así que llegó a convertirse en un hábito muy singular e ineludible si uno quería mostrar cortesía a los anfitriones de la fiesta. Si, leyeron bien, este hábito tuvo tal aceptación que se llegó a considerar una grosería el despedirse al marcharse de algún lugar.
Sin embargo, no se admitía que, por ejemplo, la persona que abandonaba la fiesta mirara el reloj de la casa como gesto de impaciencia y que diera a entender que no tenía más remedio que irse. Lo más educado, marcharse a la francesa.
En Francia esta costumbre tomo el nombre de “Sans Adieu” (es decir, sin adiós) y comenzó a considerarse como un intento de hacer presente que se había disfrutado tanto con la velada, que uno no se había ido realmente. Otros opinan, sin embargo, que el origen de este comportamiento estaba ligado al hecho de que despedirse era algo grosero que daba a entender que uno no tenía intención de volver. Aunque también puede deberse al hecho de que se tomara la costumbre de volver a las reuniones al cabo de un rato, tras realizar algún menester (las veladas del “Rey Sol” solían ser interminables).
De cualquier forma, este hábito no fue tan bien recibido en los países vecinos, donde el descontento quedó marcado con un claro significado negativo. Tal es así que en español solemos decir “Marcharse [o despedirse] a la francesa”, en el inglés se usa “to take a French leave” para referirse a esta curiosa costumbre y en Alemania “sich auf Französisch empfehlen” con igual sentido peyorativo.
Incluso, con el tiempo, la connotación negativa de la expresión paso también al francés, pero desde que la expresión comenzara a tomar un significado despectivo la cambiaron un poco y utilizan “filer à l’anglaise”, es decir, “despedirse a la inglesa”, seguramente para quitarse mala fama. Es más aun, hoy en día han cambiado por completo sus costumbres ¡Y se besan cuatro veces para despedirse!
Un museo dedicado a Satán: Kaunas (Lituania)
Hitler y Stalin como Demonios
A todo el mundo le gusta encontrarse (de vez en cuando) cara a cara con su parte más perversa, con aquella que solemos esconder. Y qué mejor manera que poder analizarla desde fuera, como meros espectadores objetivos, sin ningún tipo de compromiso moral. En el museo del diablo, en Kaunas, Lituania, se hallan hasta 3.000 representaciones diferentes del mismo.
Hay muchos museos en Kaunas: de cerámica, militares (muy interesantes, por cierto), los típicos de pinturas, de deportes… Pero hay uno que llama la atención muy especialmente.
Es el museo del diablo, que recopila representaciones de este en todas sus formas y tamaños y de todas las partes del mundo, ya sean pinturas, tallas de madera, máscaras o esculturas. Es la colección particular de un excéntrico artista de nombre Antanas Zmuidzinavicius. Los visitantes aseguran que son particularmente curiosos el Hitler y el Stalin “diablos” (En primera imagen)
En la muestra también se recogen algunas exposiciones fotográficas de lugares donde se celebran cultos o fiestas al diablo, también en Lituania. Una de las historias más interesantes es la contenida en “la botella del diablo”: supuestamente tiene doble fondo y permitía al poseedor mantenerse sobrio durante una fiesta y hacer lo que quisiera. También encontramos, inevitablemente, algunos clichés ya desfasados de base sexista y xenófoba.
Algunas lenguas cuentan que, antes de que el cristianismo se extendiera por el país, en Lituania se creía que el diablo era una de las tres deidades en el cielo (Dios, el Trueno y el Diablo). Este era el encargado de la flora y la fauna, de mantener el orden y el ciclo natural de las cosas (también de la muerte). Lo cierto es que, a día de hoy, no importa en qué se crea: dentro del museo no existen las religiones, ya que el anti-Dios es un concepto universal.
Fuente: escaners.info, Alberto Peral, labrujulaverde.com,
Thomas Carlyle.- Cita
Thomas Carlyle (1795-1881)
Imagen: Joan Colom
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