domingo, 28 de julio de 2013
Sospechosos Habituales (Bryan Singer, 1995)
"El mejor truco que el diablo inventó fue convencer al mundo de que no existía. "
- "¿Conoce usted la frase "temor de Dios"? Pues bien, yo creo en Dios... y sin embargo temo a Keyser Soze".
Tres colores: Blanco (K. Kieslowski, 1994)
"¿Dónde está la igualdad?"
"Rompe la puerta, llega hasta aquí y cásate conmigo. ¿Lo harás?" (En lenguaje de signos)
Carta de Charles Bukowski a Sheri Martinelli
tal vez 29 de abril, sesntyuno, estados nidos
Sí, Shed:
Dile (...) que soy un viejo silencioso que bebe cerveza por galones porque le faltan tripas
la gente que viene a verme (e intento que no ocurra tal cosa) dice lo mismo que el poeta William Pillin,
vaya, creía que eras MÁS JOVEN...
o como una mujer con la que viví:
dijo:
no sé, creía que serías más...
¿Más QUÉ?
¡Bueno, más fogoso! o algo así. Al leer tus poemas me pareció...
No entienden que un hombre puede estar sentado en una silla parpadeando igual que una rana sobria y es un lento filtrarse de la luz, hacia el interior... y si alguna vez por fin te pones histérico como toda criatura debe hacer al cabo cuando los nervios están a flor de piel... corren al amante secreto para hablarle de la bestia.
;;;este cabezón no quiere leer; lucho a brazo partido con cantidad de mierda en otras partes, y tengo que establecer mis propias leyes para las horas en que no trago mierda para así poder respirar.
Charles Bukowski
Doris Lessing.- El cuaderno dorado
" Idealmente, lo que debería decirse y repetirse a todo niño a través de su vida estudiantil es algo así:
Estáis siendo indoctrinados. Todavía no hemos encontrado un sistema educativo que no sea de indoctrinación. Lo sentimos mucho, pero es lo mejor que podemos hacer. Lo que aquí se os está enseñando es una amalgama de los prejuicios en curso y las selecciones de esta cultura en particular.
La más ligera ojeada a la historia os hará ver lo transitorios que pueden ser. Os educan personas que han sido capaces de habituarse a un régimen de pensamiento ya formulado por sus predecesores. Se trata de un sistema de autoperpetuación.
A aquellos de vosotros que sean más fuertes e individualistas que los otros, los animaremos para que se vayan y encuentren medios de educación por sí mismos, educando su propio juicio. Los que se queden deben recordar, siempre y constantemente, que están siendo modelados y ajustados para encajar en las necesidades particulares y estrechas de esta sociedad concreta. "
Berlín Occidente - Billy Wilder
Jane Arthur, John Lund y Marlene Dietrich en una imagen promocional de la película |
"Tengo una dama que tiene miedo de mirarse en un espejo y otra que no deja de mirarse"
Con esas palabras definió Billy Wilder a las dos actrices que protagonizaban su película "Berlín Occidente" (A foreign affaire - 1948), nada más y nada menos que Jane Arthur, que ya asomaba a sus 48 años alguna arruguilla a pesar de mostrarse guapísima en su rol de damita puritana y la camaleónica Marlene Dietrich, con 47 años y que se mostraba como una verdadera mujer fatal, capaz de todo por sobrevivir.
Con esas palabras definió Billy Wilder a las dos actrices que protagonizaban su película "Berlín Occidente" (A foreign affaire - 1948), nada más y nada menos que Jane Arthur, que ya asomaba a sus 48 años alguna arruguilla a pesar de mostrarse guapísima en su rol de damita puritana y la camaleónica Marlene Dietrich, con 47 años y que se mostraba como una verdadera mujer fatal, capaz de todo por sobrevivir.
Marlene Dietrich y Billy Wilder en un descanso del rodaje |
Es curioso que esta sensacional comedia guarde en su interior un documento tan estremecedor como las imágenes de un Berlin totalmente destruido y los juegos malabares que sus ciudadanos tenían que hacer para sobrevivir, sometiéndose a los caprichos de los que podían ofrecerle algo de comida a cambio de los pocos objetos valiosos que pudieran quedarles. Y sin embargo es eso, una genial comedia, llena de momentos y frases agudas al más puro estilo de Billy Wilder. Para ello se sirve como siempre de un gran guión en el que un comité de congresistas se traslada a Berlin para investigar la moral de las tropas norteamericanas, que por supuesto entre tanta "Fräulein" ávida de medias, azúcar y chocolate, no la tenía precisamente por los suelos. De la comisión forma parte la almidonada y reprimida Phoebe Frost (Jane Arthur) que se mostrará decidida a desenmascarar el estilo de vida de los soldados americanos en Berlín, y sobre todo descubrir la identidad de un alto mando que daba cobertura a una peligrosa cabaretera de dudoso pasado nazi. Sólo cambiará su forma de ver todo cuando el amor entre también en su vida al enamorarse del galán de la película, precisamente el Capitán John Pringle (John Lund), que a su vez hace todo lo posible para que no se descubra su relación con la misteriosa cantante Erika von Schlütow (Marlene Dietrich). El enredo ya está servido.
Un lugar destacado en la trama de la película es el cabaret "Lorelei" en el que canta Marlene Dietrich, y donde rusos y americanos pasan sus juergas. Curiosamente, en 1953 Marilyn Monroe se llamaría "Lorelei Lee" en "Los caballeros las prefieren rubias". El que toca el piano en la foto es el famoso Frederik Hollander, compositor de las canciones de la película.
Es reseñable el papel de nazi que hace Marlene Dietrich, como una cantante que antes fue amiga de los jerarcas del partido, sabiendo que la actriz marchó de Alemania en oposición al régimen y luchó activamente contra él desde su posición de renombre. Les costó mucho a los alemanes perdonarla.
Fellini y el cine
"Creo que el mundo del cine debe ser análogo al del circo, donde el vínculo entre la mujer barbuda, los enanos, los trapecistas y los payasos es mucho mayor que el que tienen con sus hermanos normales que viven vidas "civiles" lejos del circo"
Son palabras de Federico Fellini al que podemos ver en la foto junto a su esposa, Giulietta Masina, en un descanso de "La strada" que giraba en torno al mundo del circo y en la que Gelsomina y Zampano entraron en nuestras vidas.
Son palabras de Federico Fellini al que podemos ver en la foto junto a su esposa, Giulietta Masina, en un descanso de "La strada" que giraba en torno al mundo del circo y en la que Gelsomina y Zampano entraron en nuestras vidas.
Marilyn Monroe, Billy Wilder y la ley de la gravedad .-
En uno de los rodajes en los que Billy Wilder tuvo la oportunidad de dirigir a Marilyn, esta había de aparecer en escena con un camisón y Wilder viendo la turgencia de los pechos de la Monroe -ligeramente caídos hacia arriba-, tuvo dudas al respecto y según nos relata el propio director le comentó a la actriz:
"Nadie lleva sujetador debajo del camisón", "no llevo", repuso ella. Cogió mi mano y la puso sobre su pecho. No llevaba sujetador. Sus pechos eran un milagro de forma, firmeza y una pública resistencia contra la fuerza de la gravedad"
Las cosas de Marilyn..... Arriba podemos ver la rubia excepción de las leyes de Newton, en un descanso de "La tentación vive arriba" 1955.
Imagen: La fotografía está tomada de la maravillosa página de fondos gráficos de cine clásico Doctor Macro de la que se ha obtenido permiso expreso para hacer uso de sus fondos en este blog.
"Nadie lleva sujetador debajo del camisón", "no llevo", repuso ella. Cogió mi mano y la puso sobre su pecho. No llevaba sujetador. Sus pechos eran un milagro de forma, firmeza y una pública resistencia contra la fuerza de la gravedad"
Las cosas de Marilyn..... Arriba podemos ver la rubia excepción de las leyes de Newton, en un descanso de "La tentación vive arriba" 1955.
Imagen: La fotografía está tomada de la maravillosa página de fondos gráficos de cine clásico Doctor Macro de la que se ha obtenido permiso expreso para hacer uso de sus fondos en este blog.
Fragmentos de "Tokio Blues" - Haruki Murakami
"Sin embargo, ahora la primera imagen que se perfila en mi memoria es la de aquel prado. El olor de la hierba, el viento gélido, las crestas de las montañas, el ladrido de un perro. Esto es lo primero que recuerdo. Con tanta nitidez que tengo la impresión de que, si alargara la mano, podría ubicarlos, uno tras otro, con la punta del dedo. Pero este paisaje está desierto. No hay nadie. No está Naoko, ni estoy yo. «¿Adonde hemos ido?», pienso. «¿Cómo ha podido ocurrir una cosa así? Todo lo que parecía tener más valor —ella, mi yo de entonces, nuestro mundo— ¿adónde ha ido a parar?». Lo cierto es que ya no recuerdo el rostro de Naoko. Conservo un decorado sin personajes.
Aunque, si me tomo el tiempo suficiente, puedo revivir su imagen. Sus manos pequeñas y frías, su pelo liso, tan bonito y agradable al tacto; los lóbulos de sus orejas, suaves y carnosos, y el lunar que tenía debajo; el elegante abrigo de piel de camello que solía llevar en invierno; su costumbre de mirar fijamente a los ojos cuando hacía una pregunta; el ligero temblor que, por una u otra razón, vibraba en su voz (como si estuviera hablando en lo alto de una colina barrida por un fuerte viento). Al sobreponer estas imágenes, su rostro emerge de repente. Primero se dibuja su perfil. Tal vez porque Naoko y yo solíamos andar el uno al lado del otro. Por eso el perfil es lo que primero emerge en mi recuerdo. Después ella se vuelve hacia mí, me sonríe, ladea la cabeza, me habla y me mira fijamente a los ojos. Tal vez esperaba ver en ellos el rastro de un pececillo que cruzaba, veloz como una centella, el fondo de un manantial de aguas cristalinas.
Me lleva tiempo evocar su rostro. Y conforme vayan pasando los años, más tiempo me llevará. Es triste, pero cierto. Al principio era capaz de recordarla en cinco segundos, luego éstos se convirtieron en diez, en treinta segundos, en un minuto. El tiempo fue alargándose paulatinamente, igual que las sombras en el crepúsculo. Puede que pronto su rostro desaparezca absorbido por las tinieblas de la noche. Sí, es cierto. Mi memoria se está distanciando del lugar donde se hallaba Naoko. De la misma forma que se está distanciando del lugar donde estaba mi yo de entonces."
Me lleva tiempo evocar su rostro. Y conforme vayan pasando los años, más tiempo me llevará. Es triste, pero cierto. Al principio era capaz de recordarla en cinco segundos, luego éstos se convirtieron en diez, en treinta segundos, en un minuto. El tiempo fue alargándose paulatinamente, igual que las sombras en el crepúsculo. Puede que pronto su rostro desaparezca absorbido por las tinieblas de la noche. Sí, es cierto. Mi memoria se está distanciando del lugar donde se hallaba Naoko. De la misma forma que se está distanciando del lugar donde estaba mi yo de entonces."
“En una caja de galletas hay muchas clases distintas de galletas. Algunas te gustan y otras no. Al principio te comes las que te gustan y al final sólo quedan las que no te gustan. Pues yo cuando lo estoy pasando mal, siempre pienso: Tengo que acabar con esto cuando antes y ya vendrán tiempos mejores. Porque la vida es como una caja de galletas”
“Me pareció una mujer extraña. Tenía el rostro surcado de arrugas. Sin embargo, las arrugas lejos de envejecerla le conferían una juventud que transcendía la edad. Formaban parte de su rostro, como si ya hubiese nacido con ellas. Cuando sonreía, las arrugas sonreían; cuando ponía cara seria, las arrugas también ponían cara seria. Y cuando no sonreía ni estaba seria, las arrugas se esparcían por todo el rostro, irónicas y cálidas. Debía rondar la cuarentena; era una mujer agradable y atractiva. Sentí hacia ella una simpatía instantánea.”
"Leía mucho, lo que no quiere decir que leyera muchos libros. Más bien prefería releer las obras que me habían gustado. (...) Así pues, no tenía este punto en común con los demás, y leía mis libros a solas y en silencio. Los releía y cerraba los ojos y me llenaban de su aroma. Sólo aspirando la fragancia de un libro, tocando sus páginas, me sentía feliz"
"Tokio Blues" (Norwegian Wood) es una novela escrita en 1987 por Haruki Murakami. Su título original en japonés es "Noruwei no mori" que es la traducción habitual que se le da a la canción de los Beatles "Norwegian Wood", que resulta uno de los temas favoritos de Naoko, uno de los personajes de la novela. El libro, de tono nostálgico trata los temas de la pérdida y la sexualidad a través de la narración que hace su protagonista Toru Watanabe, ya con 37 años, después de escuchar una versión orquestal del tema que da título al libro a su llegada a Hamburgo (Alemania). Toru recuerda los últimos años setenta, cuando pasaron tantas cosas que afectaron a su vida. Rememora su paso como estudiante universitario por la ciudad de Tokio, en una época en la que los estudiantes se involucraron en protestas contra el orden establecido y que en el libro quedan descritos como un movimiento pusilánime e hipócrita. Entrelazados quedarán también en el relato sus recuerdos de la relación con dos mujeres muy distintas: Naoko, una chica bella, con una vida emocional agitada, y la sociable y animada Midori.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)