"A partir de ese momento puse todo de mi parte para no verme reflejado nunca, en ningún sitio. Resultaba fácil mantenerse apartado de los espejos, pero las ventanas y tapacubos de los coches eran otro cantar. Cada vez que captaba una visión de mí mismo en una superficie así, me quedaba instantáneamente horrorizado, como si hubiera visto un monstruo. Claro está que en seguida me daba cuenta de que el monstruo era yo, y solamente yo, otra vez, y no tengo palabras para describir la pena que aquello me causaba. De modo que se me ocurrió un pequeño truco mental: cuando esto sucedía, en lugar de decir «soy yo» y estallar en sollozos, decía «es él» y salía corriendo."
"Firmin" (2006) es un muy recomendable y entretenido libro del filósofo estadounidense Sam Savage (1940), en el que se nos cuenta la historia de una rata criada en los sótanos de una librería del Boston de los años 60 y que curiosamente toma el nombre de "Geoffrey Firmin" el protagonista de "Bajo el volcán", la famosa novela de Malcom Lowry. Al ser la más débil de la camada y no lograr alimentarse debidamente de su madre, distrae su hambre perenne a base de comer páginas de libros, unos libros que mágicamente, al ser digeridos van conformando en él una forma nueva de ver las cosas y a los que le rodean. La tinta de los libros la va humanizando hasta hacerle sentir como un ser humano encerrado en un cuerpo de rata, además de en un agudo crítico literario.
"El mero hecho de masticar y tragar algo, aunque no alimente el cuerpo, nutre los sueños. Y los sueños de comida son como cualquier otro sueño: puedes vivir de ellos, mientras no te mueras."
"Mi devoración, al principio, era tosca, orgiástica, descentrada, cochina – me daba igual emprenderla a mordiscos con Faulkner que con Flaubert -, pero pronto empecé a percibir sutiles diferencias"
Y posteriormente nos relata la sutil metamorfosis:
"Al pricipio me limitaba a comer, royendo y masticando tan felíz, siguiendo los dictados de mi gusto. Pero pronto empecé a leer, un poco por aquí, otro poco por allí, en los bordes de mis comidas. Y según transcurría el tiempo fuí leyendo más y masticando menos, para terminar pasándome prácticamente todas las horas de vigilia leyendo y comiéndome sólo los márgenes"
Pero no todo son bondades en esta singular dieta. Las palabras impresas lo convierten en una criatura solitaria y anhelante de relaciones a la altura de su nueva percepción del mundo. Ya nada tiene que ver con sus congéneres, de los que gradualmente se va apartando, pero por otro lado, a pesar de su metamorfosis intelectual, no deja de ser una rata, por mucho que lea a Joyce, a Proust o a Tolstoi, y por su propia condición, no logra el reconocimiento y la comunicación deseada con los humanos, convirtiéndose en un verso suelto en el mundo de los roedores.
"Hice que mis sueños entraran en los libros, y a veces me volvía soñar dentro de ellos"
Un solitario más que termina quejándose de su incomunicación con frases como estas:
"Todas esas frases tan bellas que me revoloteaban por la mente como mariposas, de hecho estaban presas en una jaula de la que nunca lograrán evadirse."
"Malo es el amor no correspondido; pero lo que verdaderamente puede hundirlo a uno es el amor no correspondible"
"Me río para no llorar – otra cosa que, claro está, tampoco puedo hacer -. Ni reír tampoco, ya que estamos, salvo dentro de la cabeza, donde hace más daño que las propias lágrimas"
Una rata que se hace querer y que nos hace volver la vista hacia nosotros mismos. Una historia con mucha miga. Un buen regalo para estas fiestas.