Antonio Machado visto por Leandro Oroz - 1925 |
"Cuando nos alejamos de la juventud, que es casi toda ella anhelo de porvenir y, por ende, ansia de todo lo posible, limitamos el campo de nuestras aspiraciones; creemos conocer ya, no sólo el ritmo, sino la ley que ha de regir la totalidad de nuestra vida, y renunciamos a hacemos ilusiones, quiero decir que aspiramos a vivir de realidades. Pensamos entonces que lo real de nuestra vida es solamente aquello que no pugna con la norma ideal que habíamos sacado, por abstracción, de nuestra experiencia. Es la edad en que, fatalmente, desconfiamos de merecer todo honor y toda ventura que no esperábamos. Así, el hombre que en plena juventud no logró inquietar demasiado el corazón femenino, y ya en su madurez vio claro que los caminos de Don Juan no eran los suyos, se siente algo desconcertado y perplejo si, candidior postquam tondenti barba cadet (algo así como "cuando , afeitándome, ya más canosa caía su barba"), alguna bella dama le brinda sus favores. Y pongo este ejemplo, aparentemente inadecuado, para demostraros que no es menosprecio del honor que no se espera o de la dicha inopinada la causa de nuestro desconcierto y perplejidad porque ¿quién habrá que desdeñe el amor aunque le llegue cuando el sueño perdurable comienza a enturbiarle los ojos? Es que, en verdad, lo que no estaba ya en el campo de nuestras esperanzas, si por azar nos aparece, no logra convencemos de su realidad. Por eso habéis de perdonarme, señores, este rubor y esta timidez con que llego ante vosotros y el que yo, académico electo desde el día, ya lejano, en que vertisteis sobre mí la cornucopia de vuestras bondades, me haya preguntado muchas veces y me pregunte todavía si merezco serlo, si, en realidad, lo soy.
No creo poseer las dotes específicas del académico. No soy humanista, ni filólogo, ni erudito. Ando muy flojo de latín, porque me lo hizo aborrecer un mal maestro. Estudié el griego con amor, por ansia de leer a Platón, pero tardíamente y, tal vez por ello, con escaso aprovechamiento. Pobres son mis letras en suma, pues, aunque he leído mucho, mi memoria es débil y he retenido muy poco. Si algo estudié con ahínco fue más de filosofía que de amena literatura. Y confesaros he que con excepción de algunos poetas, las bellas letras nunca me apasionaron. Quiero deciros más: soy poco sensible a los primores de forma, a la pulcritud y pulidez del lenguaje, y a todo cuanto en literatura no se recomienda por su contenido. Lo bien dicho me seduce sólo cuando dice algo interesante, y la palabra escrita me fatiga cuando no me recuerda la espontaneidad de la palabra hablada. Amo a la naturaleza, y al arte sólo cuando me la representa o evoca, y no siempre encontré la belleza allí donde literalmente se guisa."
Os dejo un interesante vídeo sobre este sensacional poeta: