domingo, 21 de octubre de 2012
Microrrelato de Gabriel Jiménez Eman
GABRIEL JIMÉNEZ EMAN - (1950/----) - Venezuela
(SIN TÍTULO) - Microrrelato
Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.
El cuadro es de Magritte - "L'hereux donateur"
Fragmento de "Hyperion" - Hölderlin
JOHANN
CHRISTIAN FRIEDRICH HÖLDERLIN (1770-1843) - ALEMANIA
HYPERION
(fragmento)
"A ser uno con todo lo viviente, volver en un feliz
olvido de sí mismo, al todo de la naturaleza. A menudo alcanzo esa cumbre...
pero un momento de reflexión basta para despeñarme de ella. Medito, y me
encuentro como estaba antes, solo, con todos los dolores propios de la condición
mortal, y el asilo de mi corazón, el mundo enteramente uno, desaparece; la
naturaleza se cruza de brazos, y yo me encuentro ante ella como ante un
extraño, y no la comprendo. Ojalá no hubiera ido nunca a vuestras escuelas,
pues en ellas es donde me volví tan razonable, donde aprendí a diferenciarme de
manera fundamental de lo que me rodea; ahora estoy aislado entre la hermosura
del mundo, he sido así expulsado del jardín de la naturaleza, donde crecía y
florecía, y me agosto al sol del mediodía. Oh, sí! El hombre es un dios cuando
sueña y un mendigo cuando reflexiona."
Johann Christian
Friedrich Hölderlin (20 de marzode 1770 – 7 de junio de 1843) fue un poeta
lírico alemán. Su poesía acoge la tradición clásica y la funde con el nuevo
romanticismo. Estudió teología en Tübingen donde fue amigo y compañero de
cuarto de Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Friedrich Schelling. Camarada de la
práctica totalidad de los grandes hombres de la cultura alemana de su tiempo,
frecuentó a Schiller en Jena mientras seguía unos cursos dictados por Fichte y
trató a Goethe y Herder en Weirmar.
De este escritor diría Luis Cernuda: "Hölderlin, con fidelidad admirable, no
fue sino aquello a que su destino le llamaba: Un poeta. Pero ahí nadie le ha
superado en su país, ni en otro país cualquiera."
Este fragmento literario nos ha sido propuesto por la amiga
Mercedes Torres Diaz. Muchas gracias Mercedes! (Pizca)
Meryl Streep, por ella misma
" Siempre he buscado recopilar experiencias para devolverlas al mundo "
"Nunca he estado guiada por razones estratégicas, ni han existido por mi parte un excesivo control de guiones. Soy como esa chica que espera que la saquen a bailar. En estos momentos la industria está más interesada en gente de mi edad, porque los productores son gente de mi generación. Además cada vez hay más mujeres involucradas en el proceso de financiación. Recuerdo como un tesoro las palabras de Bette Davis cuando me dijo que solo yo podía ser su sucesora, fue todo un privilegio viniendo de tan memorable actriz, aunque no creo que haya sucesoras, por la simple razón de que, considero que mientras estas vivo la profesión no finaliza".
"Tras 35 años de carrera siento que debo sorprenderme a mi misma, sorprender a los demás. A veces pienso: deben estar hartos de mí. Cuando uno trabaja en una película está al tanto de todo, se da cuenta de las cosas buenas y las malas. Abordar la espera, cuando estás rodando, es difícil".
"He conocido a muchas compañeras con una vida nada fácil, eran grandes actrices y delante de la cámara se portaron con enorme profesionalidad, podría dar nombres, pero no me gusta hacerlo. He visto al terminar nuestra labor vidas destrozadas por la heroína, el alcohol y toda clase de drogas. Recuerdo una noche cuando terminé mi labor en uno de mis últimos films, tuve la visita de un equipo de profesionales que venían para la ceremonia de los Oscar, entre ellos estaba Pedro Almodóvar, al que admiro enormemente, y Penélope Cruz, junto con otros muchos. Noté que Penélope no dejaba de mirarme, resultaba incomodo, estaba desmaquillándome, enfundándome en mi ropa personal y ella seguía observándome. Me dijo: "No puedo pensar que estoy a tu lado, te besaría mil veces, eres como una madre, te admiro tanto.....". La miré sonriendo: "Penélope, en esta profesión hay mucho egocentrismo, a los actores nos gusta oír cosas agradables, pero no olvides nunca que no debes intentar comerte el pastel entero, saboréalo primero, nunca corras por alcanzar la cima, hazlo, pero sin prisas". Creo que era un buen consejo, porque sé lo que cuesta el éxito, a mi me produjo mucho trabajo conseguir el puesto que tengo y lo alcancé duramente. No quisiera que Penélope y muchas como ella sean como esas compañeras que comenté anteriormente, que después de apagarse los focos, caen en la droga, el alcohol y en manos poco recomendables....... En fin...tal vez sea cierto que soy como una madre."
"La maternidad tiene un efecto humanizador; todo se reduce a lo esencial"
"Es algo que tengo que hacer. Soy infeliz cuando no actúo",
-"Cuando cumplí los cuarenta años le dije a mi marido que ya podíamos pensar en vivir fuera de Nueva York porque pensaba que estaba llegando la hora de jubilarme, pero creo que, en estos momentos, la industria cinematográfica, en la que abundan las mujeres, está al fin más interesada en gente de mi edad".
-"Cuando era niña soñaba con ser traductora de la ONU, porque desde sus cabinas hacían algo para lograr la paz. Creo que en mi vida he tenido la oportunidad de cumplir ese sueño".
"Podría estar muerta, enterrada o en una residencia de ancianos para actores con estas edades que tengo. Ahora y desde hace 20 años"
"He sido una privilegiada, siempre representando esas vidas tan interesantes. Amo a todas las mujeres a las que he dado vida, gente tan diferente y a la vez tan atractiva"
“La idea de que debes tener un físico y una edad determinados para merecer el amor es ridículo…Para alguien de mi edad es inusual hacer escenas de amor y de sexo. Pero se demuestra que estamos sumidos en la ignorancia. Porque, sabes, todavía estamos vivos. Somos tú y yo, cariño. Es auténtico. Queremos lo que queremos, no importa qué forma tenga. Es emocionante ver a gente real en la pantalla”.
"Me gusta encarnar en escena o en el cine todo tipo de mujeres, fuertes, débiles, insoportables pero sobre todo difíciles; aunque yo sigo pensando que en realidad cada una es la variante de una sola, siempre la misma"
"Cuando uno hace lo que le gusta nada es difícil. Te concentras y trabajas duro, eso es todo. Trabajar frente a un robot o con efectos especiales sí me parece difícil".
"Para salir de mi personaje al final de la jornada, mi realizadora, Phyllida Llyod, me daba un gin-tonic".
"¿Qué precio debo pagar para ser actriz ? Por ejemplo: hay cuatro museos de arte en Berlín que no podré visitar. No me quejo mucho de mi vida como artista, pero sé que pierdo mucho arte".
"La gente puede intimidarse cuando vamos a rodar. El comienzo de un rodaje es lo más difícil. Uno tiene sus trucos para esconder su inseguridad. El miedo es importante como carburante, porque si no sientes miedo es que algo anda mal".
"Cuando leo un guión que me gusta es porque me toca alguna fibra, y algo resuena en mí, entonces me digo: debo hacer esa película".
"Con respecto a 'La decisión de Sophie' y al Holocausto tengo que contar que a los diez años mi mamá me dejó un día en una biblioteca. Agarré un libro, lo abrí y vi en una foto una enorme cantidad de muertos. Los zapatos sobre los cuerpos se parecían a los de mi mamá. Pensé que eso podía volver a ocurrir".
"Crecí en Nueva Jersey, una ciudad de 10.000 habitantes. Y pensar que tantos años después iba a recibir un Oso de Oro de la Berlinale, el festival de cine más prestigioso del mundo, es un verdadero sueño".
"El nivel de actuación de las actrices hoy en día es elevado, precioso, con mucho coraje. Hay gente que actúa de manera extraordinaria y ni siquiera ha sido nominada para el Oscar. Cada año nos centramos en el Oscar a causa de la maquinaria de la publicidad, pero ustedes los periodistas deben hacer que otras actrices, otras películas que no son tan publicitadas, sean conocidas".
"Como actriz debo mirar siempre aquí y allá, ver lo que me gustaría, lo que me apasionaría hacer después. El artista no es como un científico que tiene un objetivo, por ejemplo encontrar un remedio contra el cáncer. En mi oficio no se puede planificar lo que haremos después de terminada una película. Cuando estamos trabajando nos concentramos en el presente, en el ahora. Eso es todo".
Meryl Streep es una actriz enormemente versátil que ha sabido alternar con inteligencia los papeles de mujer enigmática y torturada con los de ama de casa americana en un contexto voluntariamente neutro y cotidiano. Por otro lado, su físico de rubia diáfana le permite abordar todos los géneros, parecer una víctima frágil o interpretar a mujeres obstinadas. Destaca en ella su habilidad para imitar acentos y cambiar de aspecto físico, poder que le confiere ser la mejor actriz viva de la era moderna Y poder decir con total libertad todo lo que piensa. No tiene pelos en la lengua, lo mismo arremete con George Bush que con Bill Clinton; es feminista ,una pacifista nata que aborrece las guerras y que hace todo lo posible por concienciar a la gente sobre la necesidad de luchar contra el calentamiento global.
Así es la actriz más querida y respetada por sus compañeros de profesión. Abandonó Hollywood diciendo:
" Me volvía loca, tenía que lavarme el pelo para llevar a mis hijos a la escuela, era insoportable".
Pese a esta declaración, rechaza todo tipo de cirugía y adora los cambios que el cuerpo experimenta con la edad.
Mary Louise Streep, más conocida como Meryl Streep (n. Summit; 22 de junio de 1949), fue la primogénita del ejecutivo farmacéutico Harry William Streep y, su esposa, Mary, diseñadora publicitaria. El matrimonio educó a sus tres hijos (Mary, Harry y Dana) en la fe bautista. En la escuela, Meryl, como la llamaban en casa, no fue una alumna popular pero la percepción que tenía de sí misma cambió cuando animada por los aplausos que recibía en las obras de la escuela, empezó a estudiar arte dramático Poco después amplió sus estudios de interpretación con nociones de música y ópera en la Universidad de Yale. En la ardua búsqueda de trabajo, Meryl estaba segura de sus cualidades interpretativas y con el paso del tiempo aprendió a cambiar parte de su aspecto físico para sentirse más a gusto, tiñéndose el pelo de rubio, quitándose el corrector dental y usando lentillas.
A finales de los 70 conoció a John Cazale (actor que interpretó al hermano mayor de Michael Corleone en la película El Padrino) de quién se enamoró. Compartieron rodaje en El cazador haciendo despegar su carrera como actriz de cine. Se fueron a vivir juntos al apartamento del actor, pero todo se truncó cuando a John le diagnosticaron un cáncer de huesos. Meryl dejó su trabajo para cuidarle y estuvo a su lado hasta su fallecimiento, en marzo de 1978. Fueron momentos especialmente duros para la actriz.
Sola en la ciudad de los rascacielos, Meryl se sentía desorientada y temía volver al apartamento neoyorquino que había compartido con su pareja. Su hermano Harry le sugirió que se mudara al estudio de un amigo suyo (Don Gummer) mientras éste estaba de vacaciones. Cuando el escultor regresó, Meryl y Don se convirtieron en amigos inseparables y en septiembre de ese mismo año se casaron. En 1979, se llevó el Óscar a la mejor actriz secundaria y el Globo de Oro por Kramer contra Kramer, una alegría que sólo se vio superada con el nacimiento de su primogénito, Henry. Su segundo Óscar le llegó gracias a su interpretación en La decisión de Sophie en 1982. Al año siguiente nació su hija Mary Willa, la única que ha seguido sus pasos artísticos con el nombre de Mamie Gummer y por ello, toda la familia se trasladó a un enorme rancho en Connecticut, en la costa este de EE.UU., lejos de Los Ángeles, para no someter a su familia a la presión mediática. Consecuente con esta actitud, jamás ha posado en revistas junto a sus hijos para decir lo buena madre que es y rueda una película al año, de ser posible en verano, para pasar más tiempo con los suyos.
En 1986 nació su tercera hija, Grace Jane, circunstancia que le hizo dedicarse casi por completo a la vida familiar, y en 1991 nació su última hija, Louisa Jacobson.
Admiradora de Katharine Hepburn y Simone Signoret, pero sobre todo, de la legendaria y polifacética Bette Davis, de quien confiesa ha sido su más grande modelo en la actuación, Meryl nunca se ha considerado una estrella. Le gusta la vida sencilla, hace las compras en el supermercado, cocina para toda la familia y ella misma atiende el teléfono.
Con respecto a su vida profesional, podemos situar sus inicios en la década de 1970.
Debuta en televisión con la serie Holocausto, por la que es premiada con el Emmy a la Mejor Actriz. Su debut cinematográfico fue en Julia (1976) de Fred Zinnemann, si bien aparece sólo en dos secuencias. En 1978 es nominada al Óscar a la mejor actriz secundaria por El cazador de Michael Cimino, en cuyo rodaje se enamoró del actor John Cazale, que enfermó y al que ella cuidó hasta su muerte abandonando incluso su trabajo. Luego apareció en Manhattan y Kramer vs. Kramer, ambas de 1979, ganando el Oscar a mejor actriz de reparto por esta última. En los 80, después de aparecer en papeles secundarios en las tres películas mas importantes de los 70, Streep consiguió un papel protagónico en La mujer del teniente francés, película por la cual consiguió su primera nominación al Óscar por mejor actriz. Su primer premio en esta categoría lo ganó por La decisión de Sophie, un fuerte drama donde hace el papel de una polaca sobreviviente del holocausto. Gracias a su gran actuación y demostración de una gran habilidad de imitar el acento polaco fue galardonada con el Oscar y el Globo de Oro, entre otros premios importantes.
Su siguiente película fue un biopic llamado Silkwood, por la cual fue nominada al Oscar también. Entre 1984 y 1990 Meryl Streep fue nominada cuatro veces más al Oscar por Mejor Actriz, por las películas Ironweed, Memorias de África, A Cry in the Dark y Postales desde el filo.
Aunque debutó en el mundo artístico con papeles cómicos en los 80, la mayoría de sus trabajos de esta época son dramáticos, lo que en cierta manera ha condicionado su imagen pública asociándola al melodrama y ha convertido a Meryl Streep en blanco de parodias y chistes. En realidad, ella rehuye el encasillamiento seleccionando papeles muy dispares.
En 1990 obtiene es nombrada "Favorita del Mundo". En esta década, se aprecia una mayor variedad de registros en sus papeles, con un mayor protagonismo de la comedia. Se puede mencionar la película La muerte os sienta tan bien, una comedia de esos años que satiriza la moda de la cirugía plástica y el ansia de la eterna juventud.
Grandes éxitos posteriores son Los puentes de Madison de Clint Eastwood, Adaptation de Spike Jonze y The Manchurian Candidate de Jonathan Demme. En 1996 protagoniza junto a sus grandes amigos Diane Keaton y Robert De Niro La habitación de Marvin.
Con la nominación al Óscar por Adaptation sumó 13 candidaturas y se convirtió así en la actriz más nominada en la historia de los Óscar, superando a la mismísima Katharine Hepburn. Aumentaría su record cuatro años más tarde al recibir su 14ª nominación por El diablo viste de Prada. Lo mismo le pasó en 2008 en el caso de los Globos de Oro con la doble nominación por Mamma Mia! y La duda, que la alzaron a 23 nominaciones en total, superando a las 22 que tuvo Jack Lemmon. En 2009, protagoniza la comedia culinaria Julie & Julia junto a Amy Adams, película por la cual obtiene su décimo-sexta nominación al Óscar.
En 2008, es premiada por el Festival de Cine de San Sebastián con el Premio Donostia a su carrera.
¿Qué tiene Meryl Streep que no tiene el resto? ¿Por qué se ha convertido en una de las pocas actrices con casi 60 años y que aún hoy sigue estando en activo? Ninguno ha logrado en vida lo que esta camaleónica actriz ha conseguido: 23 nominaciones a los Globos de Oro, superando al mismísimo Jack Lemmon que obtuvo 22, y 15 candidaturas al Oscar. La actriz es “Una leyenda viva de Hollywood”, así la definen los que la siguen. Leyenda viva, algo que puede sonar un tanto contradictorio, como apellidarse Streep y no creerse una estrella.
Muchas veces cuando se habla de grandes actrices suelen aparecer nombres como los de Bette Davis, Elizabeth Taylor, Katharine Hepburn, Marlene Dietrich, Greta Garbo, Ingrid Bergman, Audrey Hepburn, Jane Fonda, Faye Dunaway y un largo etcétera. Meryl Streep debe considerarse una más en esta mítica lista porque se lo ha ganado ampliamente: a lo largo de más de 60 películas ha demostrado una calidad interpretativa excelsa y se ha convertido, por derecho propio, en la mejor actriz en activo y una de las mejores de la historia del cine. Esta fabulosa actriz ha dejado excelentes actuaciones en importantes obras del séptimo arte, pero sin renunciar a su vida personal y familiar, sin dejar escapar una felicidad largamente buscada.
Rameau y los perros
Jean Philippe Rameau (1683-1764) era un maravilloso compositor frances, que si a veces podía llegar a parecer distraído era solo por que siempre tenía su intelecto volcado en la música. Era tremendamente perfeccionista y no parecía soportar los ruidos poco armoniosos. Eso es al menos lo que se desprende de una anécdota suya que cuenta que cierto día se encontraba de visita en casa de una señora y tras un rato de conversación no pudo evitar coger a un perro de lanas que correteaba ladrando por la estancia en la que estaban y arrojarlo por la ventana (esperemos que fuera un piso bajo). La dueña de la casa, indignada por tal proceder sin sentido, se dirigió al músico:
-Pero ¿qué habéis hecho? ¿Por qué?
Rameau se limitó a contestarle en términos musicales
-Pero ¿no se ha dado cuenta? ¡Desafinaba!
Lo que es seguro que no desafinaba era la música que creaba y para muestra os dejo más abajo un par de sus composiciones originalmente creadas para clave y con el tiempo adaptadas para el piano. Son muy recomendables las grabaciones de sus piezas por el pianista Alexandre Tharaud o Angela Hewitt que son los interpretes de los videos.
En la foto podemos ver un busto de Rameau obra del escultor Jean Jacques Caffieri y que se encuentra expuesto en el Museo de Bellas Artes de Dijon
-Pero ¿qué habéis hecho? ¿Por qué?
Rameau se limitó a contestarle en términos musicales
-Pero ¿no se ha dado cuenta? ¡Desafinaba!
Lo que es seguro que no desafinaba era la música que creaba y para muestra os dejo más abajo un par de sus composiciones originalmente creadas para clave y con el tiempo adaptadas para el piano. Son muy recomendables las grabaciones de sus piezas por el pianista Alexandre Tharaud o Angela Hewitt que son los interpretes de los videos.
En la foto podemos ver un busto de Rameau obra del escultor Jean Jacques Caffieri y que se encuentra expuesto en el Museo de Bellas Artes de Dijon
Angela Hewitt y la pieza "Les trois mains"
Lewis Carroll y las niñas Alice y Gertrude
"Voy apercibiéndome de lo que significa la pérdida de memoria en un hombre viejo, y me refiero a nuevas amistades (por ejemplo, hice amistad, hace unas pocas semanas, con una niña de unos doce años, con la que di un paseo, ¡y ni siquiera puedo recordar su nombre en este momento!); pero mi memoria visual de aquella que fue, a través de tantos años, mi ideal amiga-niña, es más clara que nunca. Desde aquella época he tenido docenas de amigas-niñas, pero con ellas todo ha sido diferente...• "
El serio diácono Charles Lutwidge Dodgson, ministro protestante, matemático, fotógrafo, dibujante, lógico, excéntrico, tímido, fue —al mismo tiempo que lo anterior— un hombre que tuvo una enorme pasión por las niñas, por las jovencitas que no cumplían los quince años.
A los 24, el mismo año en que adopta el seudónimo de Lewis Carroll, Charles Dodgson conoce a las tres niñas Liddell. Queda perdidamente enamorado de una de ellas, la mediana, llamada Alicia Pleasance. Antes de ese encuentro no tenemos evidencia de que Carroll haya mostrado esa inclinación por las niñas. Esto se debe, en parte, a que su familia no ha permitido, hasta el día de hoy, la publicación total de su Diario. Si es que aún existe.
Alicia Liddell tenía tres años cuando conoció al futuro diácono Dodgson. Su belleza infantil atrajo a ese hombre extraño, tartamudo, que bien podría haber sido su padre. Pero cuando Alicia creció fue perdiendo el atractivo que Carroll veía en ella. Sobre esto escribió nuestro autor:
Alice Liddell, fotografiada por Carroll
"Por lo general una niña se convierte en un ser totalmente distinto cuando se transforma en mujer; entonces también nuestra amistad debe adaptarse a esta evolución, lo que se traduce en el paso de una intimidad afectuosa a relaciones de simple cortesía consistentes en el cambio de una sonrisa o de un saludo cuando nos encontramos."
Lewis Carroll fue un maestro de la seducción. Con el paso del tiempo, y ante el trato continuo con niñas, fue refinando la forma de abordarlas, de ganarse su confianza, para que accedieran a ser sus amigas. Sus relaciones con niñas no pasaban de algunos abrazos y besos, además de tomarles fotos, hasta donde sabemos.
Lewis Carroll acostumbraba andar en busca de niñas en todos los lugares: frecuentaba los teatros donde se representaban obras con actores infantiles, paseaba por parques y lugares de diversión. Buscaba en trenes, carros, casas y en cualquier sitio donde se parara. Solía llevar consigo una maleta llena de juguetes, disfraces, dulces y chucherías que, sabía, agradarían a las infantes. Luego de hacer contacto con ellas, comenzaba a contarles historias divertidas, donde la protagonista era la niña en cuestión. Hacía magia, actos de prestidigitación, inventaba juegos. Después daban paseos, ya sea por los jardines cercanos, las playas o iban a Londres, la ciudad que siempre tenía cosas por descubrir.
Una vez ganada la amistad de la niña, Carroll la invitaba a su casa. Su apartamento en Oxford era amplio, con cuatro habitaciones, cocina, salas de servicio, etcétera. En una de las habitaciones había juguetes, trajes, diversiones, como un murciélago llamado Bobette. Construido por Carroll, mediante unos hilos casi invisibles parecía volar de verdad. Además podían encontrar cajas de música y juegos, muchos juegos.
Esa invitación era el punto culminante de la relación. Carroll no invitaba más de una niña por vez. Seleccionaba rigurosamente el menú escogido para la ocasión, exageraba el protocolo y servía el té con meticulosidad. Más tarde anotaba los detalles de cada una de las visitas en su diario, intentado de esa manera no cometer el error de repetir en el futuro algún platillo, diversión o historia con la misma niña.
Luego de comer, servir el té, jugar y contar historias, Carroll llevaba a la visitante en turno al estudio de cristal que había mandado construir. El objetivo era que posara ante su cámara fotográfica. Ayudado por una mujer, Carroll transformaba a la niña, vistiéndola con disfraces obtenidos en teatros. Creaba además una escenografía adecuada para esa sesión fotográfica en especial.
¿Demasiado tiempo invertido para sólo unas fotografías? Bueno, el propio Carroll escribió: "Ellas, las niñas, constituyen las tres cuartas partes de mi vida". Así que cada quien pasa la vida como mejor cree. Carroll deseaba pasarla fotografiando niñas, platicando con ellas y amándolas en secreto.
Hacia 1862 Carroll invertía las tardes en contar historias y entretener a las tres hermanas Liddell. Su preferida era Alicia. Así que la protagonista de las aventuras que les contaba era ella. La memorable tarde del 4 de julio de ese año, durante un viaje en bote, Carroll comenzó un nuevo cuento. Pero esta vez las niñas quedaron fascinadas con la historia, más que otras veces. Al término del paseo, Alicia pidió al diácono que le escribiera la aventura que acababa de relatarles, para así poderla leer después.
Dice la leyenda, y el Diario de Carroll, que el diácono se pasó toda la noche escribiendo el relato. Para la navidad de ese año, Alicia Liddell recibió el ejemplar manuscrito de Las aventuras de Alicia en el subterráneo, con ilustraciones del autor, quien era buen dibujante, a juzgar por los trabajos que se conservan. Tres años después el libro se publicó, cambiando su título a Alicia en el país de las maravillas, volumen al que debe su fama Lewis Carroll.
Pero al crecer, Alicia Liddell perdió el encanto para nuestro autor. La familia de Alicia, al verla convertirse en jovencita, consideró que su amistad con el diácono no era saludable. La madre Liddell obligó a la niña a quemar las cartas que Carroll le había escrito. Con ello se perdió buena parte de un lado que poco conocemos del autor de esas misivas, las cuales sin duda eran abundantes, pues hubo días en que escribió tres o cuatro.
Pese al gran amor que sentía por Alicia, al perderla Carroll no se echó a llorar. Pronto encontró consuelo. Si en la década de los sesenta su favorita fue la niña Liddell, en los setenta fue Gertrude Chataway, en los ochenta Isa Bowman y en los noventa Enid Stevens. Según testimonio de las niñas, ya convertidas en adultas, esas relaciones no pasaban de lo que sabemos: contar cuentos, decir frases ingeniosas, juegos entretenidos, fotografías. Nada más.
Gertrude, fotografiada por Carroll
Gertrude Chataway, por ejemplo, recuerda cómo pasaban horas y horas juntos:
"Por mi parte, sentía el interés normal de los niños por los cuentos de hadas y maravillas, y su facultad de contar cuentos, como es natural, me fascinaba. Solíamos estar sentados durante horas en los peldaños de madera que iban a nuestro jardín hasta la playa, mientras me contaba los cuentos más maravillosos que alguien pueda imaginar, a menudo ilustrando los momentos más interesantes con un lápiz mientras iba contándolos."
Quizá tengamos derecho a dudar de si las relaciones de Carroll con las niñas se limitaban a lo anterior, pero esas infantes fueron tantas que alguna, tal vez sólo por afán sensacionalista, pudo haber contado lo contrario. Hasta donde sabemos, nadie lo hizo.
Dada la meticulosidad de Carroll, iba anotando con toda precisión los nombres de las niñas y las acciones que con ellas había ejecutado (comidas, paseos, viajes, etcétera). De acuerdo con lo que conocemos de su Diario, publicado de manera parcial debido al puritanismo de los descendientes de la familia Dodgson, hasta marzo de 1863 encontramos 107 nombres. Si calculamos que todavía vivió 35 años más, tal vez nos demos una idea muy cercana de cuántas amigas niñas tuvo a lo largo de su existencia.
Carroll incluyó a las niñas, al igual que lo hizo en su literatura, en otra de sus pasiones: la fotografía. Carroll retrató a famosos artistas y escritores de su época, profesores y religiosos, pero pronto fue especializándose en las niñas. Se le considera el mejor fotógrafo aficionado de niñas durante el siglo XIX inglés, distinción que de seguro hubiera molestado al diácono.
Pronto la fotografía de niñas semivestidas, transformadas, en poses sugerentes, no complacieron del todo a Carroll. El 21 de mayo de 1867 encontramos en su Diario una curiosa anotación: habla de haber fotografiado desnuda a una niña de nombre Beatrice. Veamos lo que el diácono anotó en su Diario acerca de otra infante: "He hecho una serie de fotos de la pequeña Ella, sin más vestido que un ceñidor a la manera de los salvajes... Si me atreviera, prescindiría de los vestidos. Las niñas desnudas son totalmente puras y encantadoras".
Las fotografías de desnudos sólo eran tomadas si la modelo no mostraba reticencias a ello. De Alicia no conocemos, o no sabemos, que la haya fotografiado desnuda. Sólo nos han llegado doce fotos donde ella aparece, ya sea con sus hermanas o sola. La más impresionante de todas es aquella en la que Alicia está vestida como pequeña mendiga.
Las fotografías de desnudos asustaron al diácono Dodgson cuando se acercaba al final de su existencia. Educado en el peculiar puritanismo anglicano y viviendo en la época victoriana —que condenó a Oscar Wilde por homosexualismo, por ejemplo—, Carroll se arrepintió de haber tomado aquellas fotos. En su testamento escribió: "...todas las fotografías y retratos sospechosos de mis amigas sean devueltos a sus familiares o incinerados".
Sus descendientes le hicieron caso, al pie de la letra. El día de hoy no se conserva —hasta donde se sabe— ninguna fotografía de su autoría con niñas desnudas. Quizá sea una lástima que Carroll no tuviera un Max Brod, el albacea de Franz Kafka que se negó a seguir sus instrucciones: quemar la obra kafkeana. Esto a pesar de haberle prometido a su amigo, casi en el lecho de muerte, hacer su última voluntad.
Lewis Carroll ha pasado a la historia de la literatura como un innovador. Pero también en la historia social lo encontramos en su papel de amante platónico de niñas, con un amor rabioso, extraño, pasivo, tímido, casi literario. Y a pesar de haber tenido varios cientos de amigas niñas, nunca olvidó a la que nosotros no podemos olvidar: Alicia. Un nombre tan literario y de reminiscencias tan entrañables como Betsavé, Beatriz, Eloísa, Casandra, Emma, Antígona, Hécuba y muchas más.
(Tomado del ensayo de Fernanda Viramontes)
Albert Camus.- El mito de Sísifo (Ensayo)
Sísifo, de Tiziano
"Los dioses habían condenado a Sísifo a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.
Si se ha de creer a Homero, Sísifo era el más sabio y prudente de los mortales. No obstante,
según otra tradición, se inclinaba al oficio de bandido. No veo en ello contradicción. Difieren las opiniones sobre los motivos que le convirtieron en un trabajador inútil en los infiernos. Se le reprocha, ante todo, alguna ligereza con los dioses. Reveló sus secretos. Egina, hija de Asopo, fue raptada por Júpiter. Al padre le asombró esa desaparición y se quejó a Sísifo. Éste, que conocía el rapto, se ofreció a informar sobre él a Asopo con la condición de que diese agua a la ciudadela de Corinto. Prefirió la bendición del agua a los rayos celestes.
Por ello le castigaron enviándole al infierno. Homero nos cuenta también que Sísifo había encadenado a la Muerte. Plutón no pudo soportar el espectáculo de su imperio desierto y silencioso. Envió al dios de la guerra, quien liberó a la Muerte de manos de su vencedor. Se dice también que Sísifo, cuando estaba a punto de morir, quiso imprudentemente poner a prueba el amor de su esposa. le ordenó que arrojara su cuerpo sin sepultura en medio de la plaza pública. Sísifo se encontró en los infiernos y allí irritado por una obediencia tan contraria al amor humano, obtuvo de Plutón el permiso para volver a la tierra con objeto de castigar a su esposa. Pero cuando volvió a ver este mundo, a gustar del agua y el sol, de las piedras cálidas y el mar, ya no quiso volver a la sombra infernal.
Los llamamientos, las iras y las advertencias no sirvieron para nada. Vivió muchos años más ante la curva del golfo, la mar brillante y las sonrisas de la tierra. Fue necesario un decreto de los dioses. Mercurio bajó a la tierra a coger al audaz por la fuerza, le apartó de sus goces y le llevó por la fuerza a los infiernos, donde estaba ya preparada su roca. Se ha comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es en tanto por sus pasiones como por su tormento. Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser dedica a no acabar nada. Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta tierra. no se nos dice nada sobre Sísifo en los infiernos. los mitos están hechos para que la imaginación los anime. Con respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien veces recorrida; se ve el rostro crispado, la mejilla pegada a la piedra, la ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de arcilla, de un pie que la calza, la tensión de los brazos, la seguridad enteramente humana de dos manos llenas de tierra. Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sísifo ve entonces como la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volverla a subir hacia las cimas, y baja de nuevo a la llanura. Sísifo me interesa durante ese regreso, esa pausa. Un rostro que sufre tan cerca de las piedras es ya él mismo piedra.
Veo a ese hombre volver a bajar con paso lento pero igual hacia el tormento cuyo fin no conocerá. Esta hora que es como una respiración y que vuelve tan seguramente como su desdicha, es la hora de la conciencia. En cada uno de los instantes en que abandona las cimas y se hunde poco a poco en las guaridas de los dioses, es superior a su destino. Es más fuerte que su roca. Si este mito es trágico, lo es porque su protagonista tiene conciencia.
¿En qué consistiría, en efecto, su castigo si a cada paso le sostuviera la esperanza de conseguir su propósito?. El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo.
Pero no es trágico sino en los raros momentos en se hace consciente. Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde conoce toda la magnitud de su condición miserable: en ella piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no venza con el desprecio.
Por lo tanto, si el descenso se hace algunos días con dolor, puede hacerse también con alegría. Esta palabra no está de mas. Sigo imaginándome a Sísifo volviendo hacia su roca, y el dolor estaba al comienzo. Cuando las imágenes de la tierra se aferran demasiado fuertemente al recuerdo, cuando el llamamiento de la dicha se hace demasiado apremiante, sucede que la tristeza surge en el corazón del hombre: es la victoria de la roca, la roca misma. La inmensa angustia es demasiado pesada para poderla sobrellevar. Son nuestras noches de Getsemaní.
Sin embargo, las verdades aplastantes perecen al ser reconocidas. Así, Edipo obedece primeramente al destino sin saberlo, pero su tragedia comienza en el momento en que sabe. Pero en el mismo instante, ciego y desesperado, reconoce que el único vínculo que le une al mundo es la mano fresca de una muchacha. Entonces resuena una frase desesperada: «A pesar de tantas pruebas, mi edad avanzada y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo está bien». El Edipo de Sófocles, como el Kirilov de Dostoievsky, da así la fórmula de la victoria absurda. La sabiduría antigua coincide con el heroismo moderno. No se descubre lo absurdo sin sentirse tentado a escribir algún manual de la dicha. «¿Cómo? ¿Por caminos tan estrechos...?». Pero no hay más que un mundo. La dicha y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra. Son inseparables. Sería un error decir que la dicha nace forzosamente del descubrimiento absurdo. Sucede también que la sensación de lo absurdo nace de la dicha. «Juzgo que todo está bien», dice Edipo, y esta palabra es sagrada. Resuena en el universo y limitado del hombre. Enseña que todo no es ni ha sido agotado. Expulsa de este mundo a un dios que había entrado en él con la insatisfacción y afición a los dolores inútiles. Hace del destino un asunto humano, que debe ser arreglado entre los hombres. Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa. Del mismo modo el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos los ídolos.
En el universo vuelto de pronto a su silencio se alzan las mil vocecitas maravillosas de la tierra. Llamamientos inconscientes y secretos, invitaciones de todos los rostros constituyen el reverso necesario y el premio de la victoria. No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El hombre absurdo dice que sí y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese ligero giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierten en su destino, creado por el, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por su muerte. Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando.
Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña llena de oscuridad forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre.
Hay que imaginarse a Sísifo dichoso"
"Los dioses habían condenado a Sísifo a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.
Si se ha de creer a Homero, Sísifo era el más sabio y prudente de los mortales. No obstante,
según otra tradición, se inclinaba al oficio de bandido. No veo en ello contradicción. Difieren las opiniones sobre los motivos que le convirtieron en un trabajador inútil en los infiernos. Se le reprocha, ante todo, alguna ligereza con los dioses. Reveló sus secretos. Egina, hija de Asopo, fue raptada por Júpiter. Al padre le asombró esa desaparición y se quejó a Sísifo. Éste, que conocía el rapto, se ofreció a informar sobre él a Asopo con la condición de que diese agua a la ciudadela de Corinto. Prefirió la bendición del agua a los rayos celestes.
Por ello le castigaron enviándole al infierno. Homero nos cuenta también que Sísifo había encadenado a la Muerte. Plutón no pudo soportar el espectáculo de su imperio desierto y silencioso. Envió al dios de la guerra, quien liberó a la Muerte de manos de su vencedor. Se dice también que Sísifo, cuando estaba a punto de morir, quiso imprudentemente poner a prueba el amor de su esposa. le ordenó que arrojara su cuerpo sin sepultura en medio de la plaza pública. Sísifo se encontró en los infiernos y allí irritado por una obediencia tan contraria al amor humano, obtuvo de Plutón el permiso para volver a la tierra con objeto de castigar a su esposa. Pero cuando volvió a ver este mundo, a gustar del agua y el sol, de las piedras cálidas y el mar, ya no quiso volver a la sombra infernal.
Los llamamientos, las iras y las advertencias no sirvieron para nada. Vivió muchos años más ante la curva del golfo, la mar brillante y las sonrisas de la tierra. Fue necesario un decreto de los dioses. Mercurio bajó a la tierra a coger al audaz por la fuerza, le apartó de sus goces y le llevó por la fuerza a los infiernos, donde estaba ya preparada su roca. Se ha comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es en tanto por sus pasiones como por su tormento. Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser dedica a no acabar nada. Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta tierra. no se nos dice nada sobre Sísifo en los infiernos. los mitos están hechos para que la imaginación los anime. Con respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien veces recorrida; se ve el rostro crispado, la mejilla pegada a la piedra, la ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de arcilla, de un pie que la calza, la tensión de los brazos, la seguridad enteramente humana de dos manos llenas de tierra. Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sísifo ve entonces como la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volverla a subir hacia las cimas, y baja de nuevo a la llanura. Sísifo me interesa durante ese regreso, esa pausa. Un rostro que sufre tan cerca de las piedras es ya él mismo piedra.
Veo a ese hombre volver a bajar con paso lento pero igual hacia el tormento cuyo fin no conocerá. Esta hora que es como una respiración y que vuelve tan seguramente como su desdicha, es la hora de la conciencia. En cada uno de los instantes en que abandona las cimas y se hunde poco a poco en las guaridas de los dioses, es superior a su destino. Es más fuerte que su roca. Si este mito es trágico, lo es porque su protagonista tiene conciencia.
¿En qué consistiría, en efecto, su castigo si a cada paso le sostuviera la esperanza de conseguir su propósito?. El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo.
Pero no es trágico sino en los raros momentos en se hace consciente. Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde conoce toda la magnitud de su condición miserable: en ella piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no venza con el desprecio.
Por lo tanto, si el descenso se hace algunos días con dolor, puede hacerse también con alegría. Esta palabra no está de mas. Sigo imaginándome a Sísifo volviendo hacia su roca, y el dolor estaba al comienzo. Cuando las imágenes de la tierra se aferran demasiado fuertemente al recuerdo, cuando el llamamiento de la dicha se hace demasiado apremiante, sucede que la tristeza surge en el corazón del hombre: es la victoria de la roca, la roca misma. La inmensa angustia es demasiado pesada para poderla sobrellevar. Son nuestras noches de Getsemaní.
Sin embargo, las verdades aplastantes perecen al ser reconocidas. Así, Edipo obedece primeramente al destino sin saberlo, pero su tragedia comienza en el momento en que sabe. Pero en el mismo instante, ciego y desesperado, reconoce que el único vínculo que le une al mundo es la mano fresca de una muchacha. Entonces resuena una frase desesperada: «A pesar de tantas pruebas, mi edad avanzada y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo está bien». El Edipo de Sófocles, como el Kirilov de Dostoievsky, da así la fórmula de la victoria absurda. La sabiduría antigua coincide con el heroismo moderno. No se descubre lo absurdo sin sentirse tentado a escribir algún manual de la dicha. «¿Cómo? ¿Por caminos tan estrechos...?». Pero no hay más que un mundo. La dicha y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra. Son inseparables. Sería un error decir que la dicha nace forzosamente del descubrimiento absurdo. Sucede también que la sensación de lo absurdo nace de la dicha. «Juzgo que todo está bien», dice Edipo, y esta palabra es sagrada. Resuena en el universo y limitado del hombre. Enseña que todo no es ni ha sido agotado. Expulsa de este mundo a un dios que había entrado en él con la insatisfacción y afición a los dolores inútiles. Hace del destino un asunto humano, que debe ser arreglado entre los hombres. Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa. Del mismo modo el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos los ídolos.
En el universo vuelto de pronto a su silencio se alzan las mil vocecitas maravillosas de la tierra. Llamamientos inconscientes y secretos, invitaciones de todos los rostros constituyen el reverso necesario y el premio de la victoria. No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El hombre absurdo dice que sí y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese ligero giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierten en su destino, creado por el, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por su muerte. Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando.
Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña llena de oscuridad forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre.
Hay que imaginarse a Sísifo dichoso"
Sísifo, de Franz von Stuck
EL MITO Y SU SIGNIFICADO
En la mitología griega, Sísifo (Σίσυφος) fue fundador y rey de Éfira (nombre antiguo de Corinto). Era hijo de Eolo y Enarete y marido de Mérope. De acuerdo con algunas fuentes (posteriores), fue el padre de Odiseo con Anticlea, antes de que ésta se casase con su último marido, Laertes.
Fue promotor de la navegación y el comercio, pero también avaricioso y mentiroso. Recurrió a medios ilíc
itos, entre los que se contaba el asesinato de viajeros y caminantes, para incrementar su riqueza. Desde los tiempos de Homero, Sísifo tuvo fama de ser el más astuto de los hombres. Cuando Tánatos fue a buscarle, Sísifo le puso grilletes, por lo que nadie murió hasta que Ares vino, liberó a Tánatos, y puso a Sísifo bajo su custodia.
Pero Sísifo aún no había agotado todos sus recursos. Pues antes de morir le dijo a su esposa que cuando él se marchase no ofreciera el sacrificio habitual a los muertos. Así que en el infierno se quejó de que su esposa no estaba cumpliendo con sus deberes, y convenció a Hades para que le permitiese volver al mundo superior y así disuadirla. Pero cuando volvió a Corinto rehusó volver de forma alguna, hasta que fue devuelto a la fuerza por Hermes.
En el infierno Sísifo fue obligado a empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio (La Odisea, xi. 593). El motivo de este castigo no es mencionado por Homero, y resulta oscuro (algunos sugieren que es un castigo irónico de parte de Minos: Sísifo no quería morir y nunca morirá pero a cambio de un alto precio y solo descansará en paz hasta pagarlo). Según algunos, había revelado los designios de los dioses a los mortales. De acuerdo con otros, se debió a su hábito de atacar y asesinar viajeros. También se dice aun después de viejo y ciego seguiría con su castigo. Este asunto fue un tópico frecuente en los escritores antiguos, y fue representado por el pintor Polignoto en sus frescos de Lesche en Delfos (Pausanias x. 31).
De acuerdo con la teoría solar, Sísifo es el disco del sol que sale cada mañana y después se hunde bajo el horizonte. Otros ven en él una personificación de las olas subiendo hasta cierta altura y entonces cayendo bruscamente, o del traicionero mar. Welcker ha sugerido que la leyenda es un símbolo de la vana lucha del hombre por alcanzar la sabiduría. S. Reinach (Revue archéologique, 1904) sitúa el origen de la historia en una pintura, en la que Sísifo era representado subiendo una enorme piedra por el Acrocorinto, símbolo del trabajo y el talento involucrado en la construcción del Sisypheum. Cuando se hizo una distinción entre la almas del infierno, se supuso que Sísifo estaba empujando perpetuamente la piedra cuesta arriba como castigo por alguna ofensa cometida en la Tierra, y se inventaron varias razones para explicarla.
EL MITO Y SU SIGNIFICADO
En la mitología griega, Sísifo (Σίσυφος) fue fundador y rey de Éfira (nombre antiguo de Corinto). Era hijo de Eolo y Enarete y marido de Mérope. De acuerdo con algunas fuentes (posteriores), fue el padre de Odiseo con Anticlea, antes de que ésta se casase con su último marido, Laertes.
Fue promotor de la navegación y el comercio, pero también avaricioso y mentiroso. Recurrió a medios ilíc
itos, entre los que se contaba el asesinato de viajeros y caminantes, para incrementar su riqueza. Desde los tiempos de Homero, Sísifo tuvo fama de ser el más astuto de los hombres. Cuando Tánatos fue a buscarle, Sísifo le puso grilletes, por lo que nadie murió hasta que Ares vino, liberó a Tánatos, y puso a Sísifo bajo su custodia.
Pero Sísifo aún no había agotado todos sus recursos. Pues antes de morir le dijo a su esposa que cuando él se marchase no ofreciera el sacrificio habitual a los muertos. Así que en el infierno se quejó de que su esposa no estaba cumpliendo con sus deberes, y convenció a Hades para que le permitiese volver al mundo superior y así disuadirla. Pero cuando volvió a Corinto rehusó volver de forma alguna, hasta que fue devuelto a la fuerza por Hermes.
En el infierno Sísifo fue obligado a empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio (La Odisea, xi. 593). El motivo de este castigo no es mencionado por Homero, y resulta oscuro (algunos sugieren que es un castigo irónico de parte de Minos: Sísifo no quería morir y nunca morirá pero a cambio de un alto precio y solo descansará en paz hasta pagarlo). Según algunos, había revelado los designios de los dioses a los mortales. De acuerdo con otros, se debió a su hábito de atacar y asesinar viajeros. También se dice aun después de viejo y ciego seguiría con su castigo. Este asunto fue un tópico frecuente en los escritores antiguos, y fue representado por el pintor Polignoto en sus frescos de Lesche en Delfos (Pausanias x. 31).
De acuerdo con la teoría solar, Sísifo es el disco del sol que sale cada mañana y después se hunde bajo el horizonte. Otros ven en él una personificación de las olas subiendo hasta cierta altura y entonces cayendo bruscamente, o del traicionero mar. Welcker ha sugerido que la leyenda es un símbolo de la vana lucha del hombre por alcanzar la sabiduría. S. Reinach (Revue archéologique, 1904) sitúa el origen de la historia en una pintura, en la que Sísifo era representado subiendo una enorme piedra por el Acrocorinto, símbolo del trabajo y el talento involucrado en la construcción del Sisypheum. Cuando se hizo una distinción entre la almas del infierno, se supuso que Sísifo estaba empujando perpetuamente la piedra cuesta arriba como castigo por alguna ofensa cometida en la Tierra, y se inventaron varias razones para explicarla.
Carta de Lewis Carroll a la niña Gertrude Chataway
Christ Church, Oxford, 28 de octubre de 1876
Mi muy querida Gertrude:
Usted estará apesadumbrada, sorprendida, y desconcertada, al oír la extraña enfermedad que tengo desde que usted se fuera. Mandé buscar al doctor, y dije, "Deme alguna medicina porque me siento cansado". Él dijo, "¡Estupideces sin sentido! Usted no necesita la medicina: ¡vaya a la cama!"
Dije, "No; no es la clase de cansancio que pide la cama. Mi rostro trasunta cansancio." Él se veía con expresión grave, y dijo, "Oh, es su nariz la que está cansada: una persona habla a menudo demasiado cuando piensa que tiene todo claro." Dije, "No, no es la nariz. Quizás sea el pelo." Entonces él se vio algo serio, y dijo, "Ahora sí entiendo: usted estuvo peinando el pianoforte."
"No –dije-, de hecho no lo he hecho, y no es exactamente el pelo: más bien sobre la nariz y el mentón." Entonces él se rió durante largo rato, y dijo, "¿Ha estado usted caminando mucho con la barbilla?. Dije, "No." "Bien!", dijo él, "esto me desconcierta mucho.
“¿Usted cree que el problema estará en los labios?" preguntó.
“Por supuesto” dije. "¿Qué es exactamente?"
Entonces él se vio muy serio, por cierto, y dijo, “Yo creo que ha estado dando demasiados besos...”
"Bueno", dije, "le di un beso a un niña, una pequeña amiga mía."
"Piense otra vez, " dijo él, "¿está seguro de que haya sido solo uno?"
Pensé otra vez, y dije, “puede que hayan sido once veces”.
Entonces el doctor dijo: “Usted no debe darle ni uno más hasta que sus labios se hayan recuperado”.
“Pero ¿cómo hago?” le dije “ ¡le debo ciento ochenta y dos besos más!
Entonces se vio tan serio que las lágrimas corrían por sus mejillas, y me dijo “Mándeselos en una caja”.
Entonces recordé una pequeña caja que compré una vez en Dover, pensando que podría regalarla alguna vez a alguna niña u otra persona. Así que los empaqué bien cuidadosamente. Dígame si le llegan bien o si alguno se pierde en el camino.
Juan Ramón Jiménez.- El tiempo
"Estábamos hablando hace un instante: “dentro de veinte años, cuando yo tenga cuarenta y cinco…” Y de pronto, malestar, la mano por los ojos: y sin saber cómo, nos encontramos diciendo: “Hace veinte años cuando yo tenía veinticinco…”
¿Y qué es lo que ha pasado mientras tanto, en ese dudoso, incojible, incomprendido instante? Nada eso tiempo."
Imagen: Gilbert Garcín
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