martes, 5 de noviembre de 2013
Leonardo da Vinci.- Codice Atlanticus (fragmento)
"Una piedra de buen tamaño, que relucía desnuda lavada por la lluvia, se hallaba una vez en un lugar elevado, rodeada de flores de muchos colores, en el borde de un huerto que daba a un camino pedregoso. Después de mirar durante largo rato a las piedras del camino, sintió el deseo de dejarse caer entre ellas. “Qué hago yo aquí entre las plantas- se preguntó -. Debería de estar ahí abajo, con las de mi clase”. De modo que rodó hasta el fondo del terraplén y se unió a los demás. Pero las ruedas de los carros, los cascos de los caballos y los pies de los minantes no tardaron en reducirla a un estado de continua aflicción. Todo pasaba por encima de ella o la golpeaba. A veces, al verse sucia de barro o de excrementos de animales, alzaba la vista un poco – en vano – hacia el lugar que había abandonado: aquel lugar de soledad y plácida felicidad. Eso es lo que le seduce a todo aquel que decide abandonar la vida solitaria y contemplativa, para descender junto a gentes de infinita perversidad"
Imagen: da Vinci.- cabezas grotescas
Henri Matisse.- Reflexiones sobre el arte
“Siempre he tratado de ocultar mis esfuerzos , deseando que mis obras tuvieran la ligereza y la alegría de la primavera, que no hace imaginar a nadie el trabajo que ha costado. Así, temo que los jóvenes, al no ver en mi trabajo sino la aparente facilidad y el descuido en el dibujo, lo utilicen como pretexto para dispensarse de algunos esfuerzos que creo necesarios”
“Este trabajo lento y fastidioso es indispensable. Si los jardines no hubieran vuelto a su mejor momento, pronto no servirían para nada. Primero hemos de limpiar, y después cultivar, cada palmo de terreno en cada estación del año. Cuando un artista no sabe preparar su período de florescencia con un trabajo que no presente sino un lejano parecido con el resultado final, su futuro es problemático; cuando un artista recién llegado no siente la necesidad de volver a la tierra de vez en cuando, empieza a andar en círculo y a repetirse, hasta que su curiosidad queda extinguida a fuerza de repetición”. “Creo que el estudio del dibujo es absolutamente esencial. Si el dibujo pertenece al espíritu y el color a los sentidos, es preciso dibujar antes, para cultivar el espíritu, y ser capaz después de llevar el color por caminos espirituales. Esto es lo que quisiera poder gritar, bien alto, cuando veo el trabajo de estos jóvenes, para los que la pintura no es ya una aventura, y cuyo único objetivo es una primer exposición individual, que les lance en el camino del éxito”.Sólo después de varios años de preparación, el joven artista debiera atreverse a tocar el color, no como descripción sino como medio de expresión íntimo. (…) Empleará entonces el color con discernimiento. Lo colocará de acuerdo con un dibujo natural, no formulario y enteramente oculto, que surgirá directamente de sus sentimientos; eso es lo que le permitió a Toulouse Lautrec exclamar, al final de su vida, “¡por fin!, ya no sé dibujar“.“El pintor principiante cree que pinta de memoria . El artista que ha acabado su evolución cree también que pinta de memoria. Sólo este último tiene razón, porque su preparación y su disciplina le permiten recibir impulsos que es capaz de disimular, al menos en parte”.
(De una carta de Matisse a Henry Clifford, 1948)
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