Yo soy el sexo de los condenados.
No el juguete de alcoba que economiza vida.
Yo soy la amante de los que no amaron.
Yo soy la esposa de los miserables.
Soy el minuto antes del suicida.
Sola de amor, mas nunca solitaria,
limitada de piel, saco raíces...
Se me llenan de ángeles los dedos,
se me llenan de sexos no tocados.
Me parezco al silencio de los héroes.
No trabajo con carne solamente...
Va más allá de digital mi oficio.
En mi labor hay un obrero alto...
Un Quijote se ahoga entre mis dedos,
una novia también que no se tuvo.
Yo apenas soy violenta intermediaria,
porque también hay verso en mis temblores,
sonrisas que se cuajan en mi tacto,
misas que se derriten sin iglesias,
discursos fracasados que resbalan,
besos que bajan desde el cráneo a un dedo,
toda la tierra suave en un instante.
Es mi carne que huye de mi carne;
horizontes que saco de una gota,
una gota que junta
todos los ríos en mi piel, borrachos;
un goterón que trae
todas las aguas de un ciclón oculto,
todas las venas que prisión dejaron
y suben con un viento de licores
a mojarse de abismo en cada uña,
a sacarme la vida de mi muerte.
El poema pertenece a la colección "14 nudos de amor" (1963) del escritor dominicano Manuel del Cabral (1907-1999).
El poema es casi tan provocador como la imagen que hemos elegido para ilustrarlo, el famoso Fauno Barberini que se expone en la Gliptoteca de Munich. En realidad, la escultura, un original helenístico del siglo III a.C, realizado en mármol de Pérgamo y que supuestamente representa a un fauno adormilado por los efectos de la embriaguez, no se encontraba originalmente en una postura tan explícita. Esta supuesta ofrenda a un templo dedicado a Dionisio, fue descubierta en la primera parte del siglo XVII durante unas excavaciones realizadas en el foso del Castillo de Sant'Angelo de Roma, lugar al que se especula que llegó después de haber sido utilizada como arma arrojadiza contra los godos que sitiaban la fortaleza durante la guerra que estos mantuvieron con los romanos -según el antiguo cronista Procopio de Cesárea no fueron pocas las esculturas a las que se les dio esta impropio fin- ¡Las cosas de las guerras!
El caso es que la escultura apareció sin el brazo izquierdo y sin piernas, motivo por el cual el gran escultor Bernini se encargó de su restauración. Los estudiosos mantienen que Bernini se permitió la licencia de colocar la pierna que aparece flexionada en alto, con una inclinación muy superior a la que debería tener en el original y que dejaba más claro el estado de languidez y postración del supuesto fauno tras haberse entregado a las delicias dionisíacas del vino, y no el aparente estado orgiástico que presenta actualmente esta sensacional obra.
La fotografía está tomada de Wikimedia commons.-