Nada descubrimos con los beneficios que la música puede reportar al espíritu, ya lo sabía bien nuestro Felipe V cuando se hacía acompañar de los trinos del gran Farinelli, el rey de los castrati, para atenuar su entonces llamada "melancolía" y que probablemente hoy sería diagnosticada como depresión. No es nada nuevo, la cosa viene incluso de los tiempos de Pitágoras, Platón o Aristóteles; de hecho todos ellos hablaban de la influencia de la música en el ánimo. Musicoterapia lo llaman y no sé a ustedes pero a mi ciertamente hay momentos en que la música me infunde ánimos. Otra cosa bien distinta es el tema del controvertido "Efecto Mozart". Parece que Albert Einstein, gran aficionado a la música clásica y violinista en sus momentos de ocio matemático, comentó que durante el tiempo en el que estuvo ideando su famosa teoría de la relatividad tenía especial predilección por la Sonata para dos pianos K 448 de Mozart de la que llegó a decir "es una de las más profundas y maduras de todas las composiciones escritas por el compositor” y parece ser que era la banda sonora habitual de sus pensamientos en aquella época. De hecho Einstein, mantenía que mientras Beethoven creó su música, la de Mozart "era tan pura, que parecía haber existido en el universo desde siempre, esperando a ser descubierta por su dueño", algo así como las leyes que gobiernan ese universo, como una música de las esferas en forma de números.
Puede que por ello, esta sonata, compuesta por Mozart a los 25 años, fuera la pieza elegida para realizar algunos experimentos relacionados con la inteligencia y cuyos resultados llegaron a publicarse en la revista científica "Nature" en 1993. Según estas pruebas, a cargo de la psicóloga Frances Rauscher y su equipo, se tomó un grupo de 36 universitarios que se dividió en tres grupos; al primero se le exponía a la referida sonata para dos pianos, al segundo a instrucciones de relajación y al tercero al silencio. Posteriormente se les sometía a unas pruebas de razonamiento espacial en las que tenían que averiguar que forma tendrían unos pedazos de papel tras ser doblados y cortados. El caso es que el grupo que escuchaba a Mozart lograba unos resultados realmente sorprendentes al predecir en un 62% más las formas que surgirían del papel que cuando habían estado con la relajación o en silencio. Lo malo es que esos efectos no eran duraderos y se reducían a los 10-15 minutos posteriores a la estimulación musical.
Puede que por ello, esta sonata, compuesta por Mozart a los 25 años, fuera la pieza elegida para realizar algunos experimentos relacionados con la inteligencia y cuyos resultados llegaron a publicarse en la revista científica "Nature" en 1993. Según estas pruebas, a cargo de la psicóloga Frances Rauscher y su equipo, se tomó un grupo de 36 universitarios que se dividió en tres grupos; al primero se le exponía a la referida sonata para dos pianos, al segundo a instrucciones de relajación y al tercero al silencio. Posteriormente se les sometía a unas pruebas de razonamiento espacial en las que tenían que averiguar que forma tendrían unos pedazos de papel tras ser doblados y cortados. El caso es que el grupo que escuchaba a Mozart lograba unos resultados realmente sorprendentes al predecir en un 62% más las formas que surgirían del papel que cuando habían estado con la relajación o en silencio. Lo malo es que esos efectos no eran duraderos y se reducían a los 10-15 minutos posteriores a la estimulación musical.
No sé si la teoría de la relatividad estará muy influenciada por las notas musicales de Mozart, pero el estudio sonaba tan bien, que no fueron pocos los avispados comerciantes que inundaron el mercado con discos de Mozart, amparados en aquel supuesto "efecto" milagroso que nos haría a todos más inteligentes aunque fuera por 10 minutos. Los niños empezaron a escuchar a Mozart antes de nacer e incluso hubo equipos de rugby que escuchaban a Mozart durante sus entrenamientos... sería para entender mejor las jugadas. Un verdadero sinsentido.
No cabe duda que la estructura de la sonata de Mozart, realmente ágil e imaginativa, puede estimular sensorialmente a una persona (como tantas otras) y predisponer nuestra mente para lograr unos mejores resultados a continuación -como el que hace un calentamiento antes de una competición deportiva- pero de ahí a pensar que la audición de una pieza musical concreta va ha convertirnos en personas más inteligentes hay un trecho demasiado largo. De hecho estudios posteriores han sido muy críticos con el efecto Mozart aunque alguno se mantiene todavía en sus trece y sostiene que escuchar la mentada sonata incluso puede ser beneficioso para las personas que padecen epilepsia y reduciría la frecuencia de los episodios de crisis.
La pieza, Sonata para dos pianos K 448, es la única compuesta por Mozart para dos pianos, data de 1781 y tiene tres movimientos (Allegro con spirito, Andante y Molto Allegro) repletos de melodías entrelazadas, resultando al oído juguetona, chispeante y amable, como solía ser mucha de la música de Mozart. Y aunque pudiera ser que no nos haga más inteligentes desde luego escucharla en las manos de Daniel Barenboim y Martha Argerich no nos va a hacer ningún mal, así que estimulémonos un poco:
Las imágenes han sido tomadas de las siguientes páginas:
http://www.teatromunicipaltemuco.cl/2018/04/sinfonias-para-mozart/
https://www.pinterest.es/pin/488781365780766107/