martes, 9 de julio de 2013

Antoine de Saint-Exupéry.- El principito






"Las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismas, y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones."

(Antoine de Saint-Exupéry.- El principito)

Imagen: Robert Doisneau

Nietzsche.- cita



"El arte no tiene por objeto dejar obras que el tiempo deteriore sino crear artistas en todos los hombres, y despertar en el hombre común el genio dormido"

(F. Nietzsche)

Imagen: Egon Schiele.- La madre del artista durmiendo. 1911

Billy Wilder habla sobre Erich von Stroheim



"Siempre fui un gran admirador de Erich von Stroheim. La primera vez que le vi yo estaba rodando las escenas de los tanques de "Cinco tumbas al Cairo" (1943) en el desierto de Arizona. Me dijeron que había llegado a Hollywood. Me precipité, le dije lo emocionado que estaba, yo, un pequeño director, de dirigirle a él, el gran Stroheim. Para tranquilizarle, le dije: "Señor Stroheim, ¿sabe por qué no dirige películas? Porque siempre ha llevado diez años de adelanto sobre su época". Me miró y me respondió: "Veinte". Había algo grande en él; cuando cometía un error era grandioso, y cuando estaba bien, tenía clase"
 
Así hablaba el gran Billy Wilder de otro grande, Erich von Stroheim, a quien además de dirigirle en "Cinco tumbas al Cairo" tendría la oportunidad de contar de nuevo con él para "El crepúsculo de los Dioses" (Sunset Boulevard - 1950), donde daba vida a un fiel mayordomo y antes exdirector de una actriz ahora en decadencia, la sensacional Norma Desmond a la que diera vida Gloria Swanson.

El fotograma pertenece a un momento del rodaje de "El crepúsculo de los dioses" y en ella podemos ver a Wilder dando consejos a Stroheim ante la mirada de William Holden.

Stefan Zweig.- El hombre extraordinario



“Porque el hombre extraordinario busca inconscientemente un destino extraordinario; su naturaleza sobredimensional es, conforme a su organismo, vivir heroica o, en palabras de Nietzsche, «peligrosamente»; desafía violentamente al mundo con la violenta aspiración que habita en él. Así, en última instancia, el carácter genial no es inocente de sus padecimientos, porque la misión que hay en él ansía de un modo místico esa prueba de fuego para desencadenar una última fuerza; como la tormenta a la gaviota, su fuerte destino le sostiene con más fuerza y lo eleva más alto. En cambio, el carácter mediocre busca por naturaleza formas de vida apacibles; no quiere, no necesita en absoluto una tensión mayor, preferiría vivir tranquilo y en las sombras, donde no sopla el viento y la temperatura del destino es moderada; por eso se niega, por eso se atemoriza, por eso huye cuando una mano invisible lo sacude. No quiere responsabilidades en la historia universal, al contrario, las teme; no busca el sufrimiento, sino que se le impone; desde fuera, no desde dentro, es obligado a ser más grande que su auténtica dimensión. Ese sufrimiento del no-héroe, del hombre mediocre, no me parece menor que el patético sufrimiento del verdadero héroe, porque le falte un sentido visible, y quizá es aún más estremecedor; porque el hombre común tiene que soportarlo por sí mismo y no tiene, como el artista, la bendita salvación de transformar su tormento en obra y forma perdurables.”

(de "María Antonieta")

Easy Rider (Dennis Hopper, 1969)




"- ¿Sabes? antes, antes éste era un país fantástico. No sé qué es lo que le habrá pasado.
- Que todo el mundo tiene miedo, eso es lo que ha pasado. No podemos entrar ni en un hotel de segunda y menos en un motel de segunda, creen que les vamos a degollar, tienen miedo.
- No les dais miedo vosotros, les da miedo lo que representáis para ellos.
-¿Ah, sí? lo que representamos para ellos es que necesitamos un corte de pelo.
- No, no. Lo que representáis para ellos, es la libertad.
- ¿y qué tiene de malo la libertad? todo el mundo la quiere.
-Si desde luego, todo el mundo quiere ser libre, si. Pero una cosa es hablar de ello y otra muy diferente es serlo. Es muy difícil ser libre cuando te compran y te venden en el mercado. Claro que no les digas jamás que no son libres, porque entonces se dedicarán a matar y a mutilar para demostrar que lo son. Sí, sí, están todo el día dale que dale y dale que dale con la libertad individual y ven un individuo libre, y se cagan de miedo.
- Pues el miedo no les hace huir.
- No, el miedo les hace peligrosos"









"Easy Rider", Dennis Hopper, 1969


"Che gelida manina" y "Si, mi chiamo Mimi" - La Bohéme" - Puccini

 
Dos de las arias más hermosas de la historia de la opera son sin duda "Che gélida manina" y "Si mi chiamo, Mimi" que se cantan una tras la otra en la obra "La Bohéme" (1896) de Giaccomo Puccini, en cuyo libreto se aunaron los diferentes episodios de la novela por entregas "Escenas de la vida bohemia" de Henry Murger publicados en un periódico a lo largo de cinco años (1845-9) y que se aderezaron con escenas de marcado tono autobiográfico ya que reflejan las vivencias de Puccini durante los años de estudiante en el conservatorio de Milán, donde compartió habitación con Pietro Mascagni. Una de esas escenas es sin duda este aria que hoy vamos a disfrutar y en la que Rodolfo se presenta a Mimi, tan escaso de fondos como Puccini, pero lleno también de ilusiones y sueños.
 
 


 La escena se produce en la buhardilla que comparte el poeta Rodolfo con otros tres bohemios, un pintor, un filosofo y un músico. Hay un momento en el que estos amigos abandonan la escena y Rodolfo se queda solo para terminar un artículo que está escribiendo, prometiendo reunirse con sus amigos pronto. Entonces alguien llama a la puerta, y entra Mimí, una modista que vive en otra habitación del edificio. Ha venido a pedir que le ayuden a encender nuevamente su vela, que se le ha apagado. Sale, pero regresa en seguida porque ha olvidado su llave. En ese momento, ambas luces se apagan y en la oscuridad deben buscar la llave. Rodolfo, deseoso de pasar tiempo con Mimì, encuentra la llave y se la guarda en el bolsillo, fingiendo inocencia. Cuando sus manos tropiezan, ambos aprovechan la ocasión para contar la historia de sus vidas: él interpreta Che gelida manina / "Qué manita más fría" y ella, Sì, mi chiamano Mimi / "Sí, me llaman Mimí". Una verdadera maravilla que podemos disfrutar en los dos videos que os dejo a continuación y en los que Rolando Villazon y Ana Netrebko dan vida a Rodolfo y a Mimi.

En la imagen que acompaña el texto se puede ver el cartel original de 1896 para el estreno de "La bohème" obra de Adolfo Hohenstein.

 
"Che gélida manina" a la que sigue
 
 
Si, mi chiamo Mimi

Carta de Charles Baudelaire a Richard Wagner


 
 
Viernes, 17 de febrero de 1860.

Señor:

Siempre he imaginado que, por acostumbrado que esté a la gloria un gran artista, no habría de ser insensible a una felicitación sincera cuando esta felicitación fuera como un grito de agradecimiento y que, en definitiva, este grito podría tener un valor de un género singular viniendo de un francés; es decir, de hombre poco hecho al entusiasmo y nacido en un país donde apenas se presta más atención a la poesía y a la pintura que a la música. Ante todo, quiero decirle que le debo el mayor gozo musical que jamás haya experimentado. A mi edad apenas atrae ya escribir a los hombres célebres y habría dudado mucho en testimoniarle por carta mi admiración si mis ojos no se tropezaran cada día con artículos indignos, ridículos, en los que se hacen todos los esfuerzos posibles por difamar su genio. No es usted, señor, el primer hombre con ocasión del cual haya tenido yo que sufrir y avergonzarme de mi país. Por fin, la indignación me ha empujado a testimoniarle mi reconocimiento; me he dicho a mí mismo: quiero distinguirme de todos esos imbéciles.

La primera vez que fui a los Italianos a escuchar sus obras, lo hice bastante mal dispuesto e incluso -lo confesaré- lleno de malos prejuicios; más tengo excusa: me han embaucado tantas veces...; he escuchado tanta música de charlatanes precedidos de bombo y platillo... Usted me venció inmediatamente. Lo que experimenté es indescriptible y, si me hace el favor de contener la risa, intentaré transmitírselo. Al principio me pareció que conocía aquella música, y, al reflexionar más tarde, comprendí de dónde provenía este espejismo; me parecía que aquella música era la mía y la reconocía como todo hombre reconoce las cosas que esté destinado a amar. Para cualquiera que no sea hombre de talento, esta frase sería inmensamente ridícula y más escrita por un hombre que, como yo, no sabe música y cuya toda educación se limita a haber escuchado (con gran placer, es cierto), algunos bellos fragmentos de Weber y Beethoven.

El carácter que, a continuación, me chocó principalmente en su música, fue su grandeza, aquello representaba algo grande e impulsaba a la grandeza. Después he vuelto a encontrar por doquier sus obras, la solemnidad de los sonidos grandiosos, de los aspectos grandiosos de la naturaleza, y la solemnidad de las pasiones grandiosas del hombre. Y uno se siente al instante arrebatado y subyugado. Entre los fragmentos más extraños y que me aportaron una sensación musical nueva, está el dedicado a pintar el éxtasis religioso. El efecto producido por la Entrada de los invitados y por la Fiesta nupcial es inmenso. Sentí toda la majestuosidad de una vida más amplia que la nuestra. Aún algo más: experimenté con frecuencia un sentimiento de una naturaleza harto singular, el orgullo y el gozo de comprender, de dejarme penetrar e invadir, voluptuosidad realmente sensual, que se asemeja a la de ascender a los aires o rodar por la mar. Y la música, al mismo tiempo, respiraba orgullo por la vida. Por regla general, estas profundas armonías me parecían semejantes a esos excitantes que aceleran el pulso de la imaginación. También experimenté, en fin (y le suplico que no se ría) sensaciones que derivan, probablemente, del talante de mi espíritu y de mis más frecuentes preocupaciones. Por todas partes hay algo de arrebatado y de arrebatador, algo que aspira a ascender más arriba, algo de excesivo y de superlativo. Por ejemplo, y sirviéndome de un símil tomado de la pintura, supongo ante mis ojos una vasta extensión de un rojo sombrío. Si este rojo representa la pasión, veo a ésta acercarse gradualmente, a través de todas las transiciones del rojo y el rosa, hasta la incandescencia de la hoguera. Se diría que es difícil, imposible incluso, convertirse en algo más ardiente, y, sin embargo, una última onda viene a trazar un surco más blanco aún sobre el blanco que le sirve de fondo. Este será, si usted me lo concede, el grito supremo del alma elevada a su paroxismo.

Había empezado a escribir unas meditaciones sobre los fragmentos de Tannhäuser y de Lohengrin que escuchamos; más hube de reconocer la imposibilidad de decirlo todo.

De modo que podría continuar esta carta interminablemente. Si ha podido usted leerme, se lo agradezco. No me queda nada que agregar sino unas pocas palabras. Desde el día en que escuché su música me digo sin cesar, sobre todo en los momentos bajos: Si, al menos, pudiera escuchar esta tarde un poco de Wagner... Existen, sin duda, otros hombres en la misma situación. En definitiva, debería sentirse satisfecho con el público, cuyo instinto ha resultado bien superior a la mala ciencia de los periodistas. ¿Por qué no da unos cuantos conciertos más añadiendo fragmentos nuevos? Nos ha hecho conocer el aperitivo de unos gozos desconocidos; ¿tiene usted derecho a privarnos del resto?... Una vez más, señor, le doy las gracias; usted me ha restituido a mí mismo y a la grandeza, y, además, en momentos bajos.

Charles Baudelaire

Cesare Pavese.- cita




"El amor tiene la virtud de desnudar, no a los dos amantes uno frente al otro, sino a cada uno delante de sí"

( Cesare Pavese)

Imagen: Chagall.- Amantes