martes, 15 de octubre de 2013

El Paciente inglés (Anthony Minghella, 1996)



"Nuestros nombres son los países de este mundo, y no los países que aparecen en los mapas, con los nombres de hombres poderosos"



"Sé que vendrás y me llevarás al palacio de los vientos. Sólo eso he deseado, recorrer un lugar como ése contigo, con nuestros amigos, una tierra sin mapas. La lámpara se ha apagado... y estoy escribiendo a oscuras...".




"Amor mío, te sigo esperando. ¿Cuánto dura un día en la oscuridad? El fuego se ha apagado. Empiezo a sentir un frío espantoso. Debería arrastrarme al exterior, pero entonces me abrasaría el sol. Temo malgastar la luz mirando las pinturas y escribiendo estas palabras. Morimos, morimos, morimos ricos en amantes y tribus y sabores que degustamos en cuerpos en los que nos sumergimos como si nadáramos en un río, miedos en los que nos escondimos como esta triste gruta. Quiero todas esas marcas en mi cuerpo, nosotros somos los países auténticos, no las fronteras trazadas en los mapas con nombres de hombres poderosos. Se que vendrás y me llevarás al palacio de los vientos. Sólo eso he deseado, recorrer un lugar como ese contigo, con nuestros amigos, una tierra sin mapas. La lámpara se ha apagado... y estoy escribiendo a oscuras..."

Nosferatu. Una sinfonía del horror. Murnau - 1922




Murnau, genio del expresionismo alemán y uno de los directores más sobresalientes de la historia del cine, encontró en el relato de "Drácula" de Bram Stoker, una tentación a la que de ninguna forma pudo resistirse. El libro de Stoker no contiene muchos diálogos y si muchas descripciones de lugares, situaciones y personajes, por lo que era un relato ideal para trasladarlo a un cine que por aquel entonces todavía no había aprendido a hablar, al menos con palabras, por que si hemos de hablar de gestos, entonces este cine quizás nos diga muchas más cosas que otras obras que posteriormente nos legó el sonoro. Murnau era un genio en el tratamiento de la luz y Drácula no es otra cosa que una obra en la que se lucha entre la luz y las tinieblas, entre el día y la noche, entre el blanco y el negro, con lo que de nuevo las limitaciones técnicas jugaban a favor del director y en aquel primitivo formato sin palabras y sin colores recreó la visión más sobrecogedora sobre el monstruo de Stoker que el cine ha podido ofrecer en toda su historia. 

Es curiosa la anécdota de que Nosferatu ha estado prohibido en Suecia por "horror excesivo" hasta 1972. Fue el primero de todos los Dráculas, (ahora los hay incluso vegetarianos) pero nadie le podrá quitar, a pesar de las capas y ropas elegantes que trajeron consigo los nuevos "chupasangres", el poder de sugestión que todavía provoca en todos nosotros la primera versión. Ninguno de esos Dráculas que vinieron después (y han sido muchos) adoptaron la presencia física de este primitivo vampiro (excepto una recreación que Werner Herzog hizo décadas después), aunque si muchos de sus gestos y ademanes que pasaron a formar parte del patrimonio formal del vampirismo. No contaré nada de la trama de la película que supongo ya es sabida a grandes trazos por todos y me limitaré a citar la crónica que en su día le dedicó el diario alemán, ya desaparecido Vossische Zeitung: "Asi es el cine: carruajes fantasmagóricos que cruzan hondonadas boscosas, espectros que acechan a la gente, un brote de peste, barcos que atracan en los puertos sin tripulación, ataúdes llenos de tierra y ratones que escapan de los sótanos para subir a los coches y a los barcos, y meterse por las grietas de los edificios. Así es el cine: un ser medio hombre y medio fantasma se arrastra, trepa por la pantalla y, entre tanto, como concesión a un público mediocre que afloja la mosca, una historia de amor con un final trágico". Y así es ciertamente, Nosferatu no es sino la crónica de un amor incondicional del Monstruo por una bella mujer, una mujer que le hará olvidarse del tránsito de la noche al día y que le hará exponerse a la luz y definitivamente perecer a causa de su pasión. 

Una de las bazas principales con las que contaba Murnau para lograr esta recreación de la criatura de Stoker era el actor que daba vida a Nosferatu, Max Schreck, y su sola caracterización, sin necesidad de trama o movimiento ya provoca una mezcla de ansiedad, repulsión y miedo en el espectador. Curiosamente "Schreck" en alemán significa miedo, osea, era un actor que había nacido para ese papel. Es cierto que el maquillaje no había alcanzado las cotas que ahora muestra y sin embargo el monstruo más allá de lo grotesco se nos presenta también como un ser altamente desasosegante, con unas manos que parecen arañas al final de sus brazos, con unos larguísimos dedos y uñas que parecen poder alcanzar cualquier cosa, después está su rostro, sin pelo, sus colmillos largos y juntos en el centro de la boca, sus afiladas orejas y esos ojos escrutadores todo lo cual hace del conjunto un rostro que casi recuerda a las mismas ratas que en la película parecen estar a sus órdenes. Todo lo dicho unido a una vestimenta muy particular y a ese cuerpo delgadísimo remarcan sobremanera su estado intermedio entre la vida y la muerte. A veces, menos es más y el vampiro queda interpretado con pocos movimientos y con una sencillez casi salvaje, es prácticamente una presencia, una amenaza que se mueve lenta pero inexorable y de la que es imposible escapar. El aspecto que presenta el Conde Orlok es un prodigio del diseño y seguramente tiene mucha de la culpa de que la película siga teniendo el poder de atracción que la ha encumbrado como obra maestra. 

Tras verla nadie podrá olvidar la sombra del vampiro subiendo la escalera, su forma de reptar por el castillo, esa mágica forma de levantarse del ataúd como si de un resorte se tratase o la forma en que quedó finalmente atrapado por el rayo de luz. Pero sobre todas las escenas, mi favorita, es aquella en la que la sombra de su mano se va acercando lentamente al corazón de la chica y cuando llega a su pecho se cierra, con el consiguiente estremecimiento de la víctima dando la idea de que era suficiente una simple sombra para arrebatárselo todo. Para mí eso es casi poesía con imágenes, o como dicen los amantes del cine mudo la muestra palpable de que "más vale una imagen que mil palabras". También es cierto que tiene el film algunos momentos risibles como cuando el Conde Orlok corre con su ataúd debajo del brazo, pero son los menos.

¿Es posible que aquel sujeto que se mostraba en la pantalla no fuera un personaje ficticio? El actor, Max Schreck, o "Máximo Miedo" si jugamos un poco con su significado, cuenta con una documentada trayectoria artística y participación en otras películas, lo que no impidió que se creara una leyenda en la que se sostenía que el actor era ciertamente un vampiro y que el director, el inmenso Murnau, lo había contratado para que mordiera a la actriz ante las cámaras. No sabemos si la leyenda contaría con los posibles efectos secundarios de la iluminación sobre un vampiro, pero el caso es que sobre esta leyenda se rodó una genial película en el año 2000 llamada "La sombra del vampiro", en la que se recrea el rodaje de "Nosferatu" y en el que el supuesto actor-vampiro, que aquí encarna el genial Willen Dafoe, terminó por catar el cuello de prácticamente todo el equipo de rodaje del film, lo que no es de extrañar después de ver la cacería que hizo en la película original el Conde Orlok en su viaje a Londres a bordo del Barco "Demeter", en lo que constituye uno de los pasajes más logrados de esta obra maestra. 

No hay que negar que para ver "Nosferatu" uno primero se tiene que poner en situación, hacerse sufridor de su muy incómoda banda sonora que en nada ayuda al film y siempre te hace sentir tenso y no olvidar además que se está viendo una pieza de los albores del cine, es del año 1922 y que hay cosas que ya no son entendibles, pero quizás ese mismo sello de obra primitiva le otorga una patina especial que la hace aún más atrayente. 

Ya contábamos al principio como Murnau, se había quedado prendado del relato de Drácula y de su firme propósito de llevarlo al cine, pero esto solo le trajo problemas. Intentó negociar con la familia de Stoker, pero ésta se negó en rotundo a cederle los derechos sobre la obra. Murnau no se arrugó y decidió cambiar el nombre de la obra, pasando de "Drácula" al muy sugerente "Nosferatu, una sinfonía del horror", siguiendo esta línea al Conde Drácula pasó a llamarse "Conde Orlok" además de otros arreglillos, pero aun así la historia que se contaba era idéntica a la de el libro y la cosa quedó un poco descarada, motivo por el cual Murnau fue finalmente demandado, quedando prohibida la exhibición del film durante dos años y posteriormente por decisión judicial se ordenó que todas las copias fueran destruidas. Tras esto, el film quedó un tanto en el olvido hasta que la Universal compró los derechos para su "Drácula" de 1931 con Bela Lugosi. Una versión muy diferente pero con la que se reabre el interés por Nosferatu y que anima a ir rescatando los trozos del metraje que se salvaron de la quema y a reconstruir la película, que aun así se encuentra muy deteriorada. Decir finalmente que hay quien encuentra en el horror que muestra la película, donde las victimas más allá de reducirse a mujeres de sugerentes cuellos, se amplían a toda la población, un eco al entonces reciente conflicto de la Primera Guerra Mundial, cosa que podría subrayarse si se da crédito a la suposición de que el nombre de "Orlok" podría estar inspirado en la palabra holandesa con la que se hace referencia a la guerra: "Oorlog". Desde luego es innegable que la película está rodeada de misterio ¿o no? 

Ficha de la película: 

TÍTULO ORIGINAL: Nosferatu (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens) 
AÑO: 1922 DURACIÓN: 91 min. PAÍS: Alemania 

DIRECTOR: F.W. Murnau 
REPARTO: Max Schreck, Alexander Granach, Gustav von Wangenheim, Greta Schröeder, GH Schnell, Ruth Landshoff, John Gottowt, Gustav Botz 

GUIÓN: Henrik Galeen 
MÚSICA: Película muda 
FOTOGRAFÍA: Fritz Arno Wagner (B&W) 
PRODUCTORA: Prana-Film GmbH.