sábado, 12 de octubre de 2013
Los miedos infantiles de Alfred Hitchcock
“Para castigarme (mi padre) me encerraba en un armario del sótano, entre arañas y cucarachas, y me dejaba allí durante horas sin hacer caso de mis gritos y de mis súplicas. Durante muchos años llevé conmigo mi terror y mis pesadillas. Aquel castigo inhumano me acompañaba a todas partes y, tal vez por ello, nunca he tenido miedo a la muerte. Siempre he sentido terror a la oscuridad”
Son palabras de Alfred Hitchcock recordando la educación severa y represiva que recibía de su padre. Su madre tampoco ayudaba y su carácter excesivamente dominante y su férreo control sobre el pequeño Hitchcock también dejaron su huella. No cabe duda que su infancia marcó muy mucho su trayectoria cinematográfica posterior.
Tomás Moro.- Utopía
“¿No es ingrata e injusta aquella República que desperdicia grandes caudales en los que llama nobles, en los artífices de cosas vanas, en los bufones, en los inventores de deleites superfluos, y en muchos otros por el estilo, no teniendo el menor interés por el bienestar de los agricultores y toda clase de trabajadores, sin los cuales la República no podría subsistir? Se usa mal de aquellos cuyo trabajo es de gran provecho, desentendiéndose de sus desvelos; y cuando después de haber pasado muchos años se hallan necesitados de todas las cosas y con graves enfermedades, se les deja morir en extrema miseria, olvidando los grandes servicios que prestaron.
¿Qué diremos de los ricos que se quedan con el salario de los trabajadores, no solamente con violencia y engaño, sino con el pretexto de las leyes? Así, lo que antes se tenía por injusto, como era el no recompensar con agradecimiento a los que habían hecho algún bien y servicio a la República, ahora esta ingratitud y perversión la ensalzan y califican con el nombre de justicia, estableciendo leyes nuevas sobra esta base. Estas invenciones de los poderosos, adornadas con los colores de la nación, se convierten en leyes; y los hombres perversos con codicia insaciable se reparten entre ellos los bienes que debían destinarse a la necesidad de todos. ¡Qué lejos está esto del bienestar de la República de Utopía!”
Imagen: Favelas de Sao Paulo
Alice Munro.- La vista desde Castle Rock
“Ahora todos estos nombres que he estado reuniendo se relacionan con las personas vivas en mi mente, y con las cocinas perdidas, el lustroso borde niquelado en los amplios fogones de presencia dominante, los escurrideros de madera verde que nunca se secaban del todo, la luz amarilla de las lámparas de petróleo. Las lecheras en el porche, las manzanas en el sótano, los tubos de las estufas atravesando los agujeros del techo, el establo calentado en invierno por los cuerpos y el aliento de las vacas: esas vacas a quienes todavía hablábamos con palabras que eran corrientes en los tiempos del rey que rabió. “¡Sus! ¡Sus!” El salón frío y encerado donde se ponía el ataúd cuando alguien moría. Y en una de esas casas - no recuerdo de quién -, una cuña mágica para sostener la puerta, una gran concha de nácar que yo reconocía como un heraldo venía de cerca y de lejos, porque podía acercármela al oído - cuando no había allí nadie para impedírmelo - y descubrir el tremendo latido de mi propia sangre. "
Imagen: Francesca Woodman
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