martes, 23 de abril de 2013

Diálogo entre Rabindranath Tagore y Albert Einstein




Calcuta, India. 1931

"Diálogo entre Rabindranath Tagore y el profesor Albert Einstein", en la tarde del 14 de julio de 1930, en la residencia del profesor Einstein en Kaputh, Berlín.

Einstein: ¿Cree usted en lo divino aislado del mundo?
Tagore: Aislado no. La infinita personalidad del Hombre incluye el Universo. No puede haber nada que no sea clasificado por la personalidad humana, lo cual prueba que la verdad del Universo es una verdad humana. He elegido un hecho científico para explicarlo. La materia está compuesta de protones y electrones, con espacios entre sí, pero la materia parece sólida sin los enlaces interespaciales que unifican a los electrones y protones individuales. De igual modo, la humanidad está compuesta de individuos conectados por la relación humana, que confiere su unidad al mundo del hombre. Todo el universo está unido a nosotros, en tanto que individuos, de modo similar. Es un universo humano. He seguido la trayectoria de esta idea en arte, en literatura y en la conciencia religiosa humana.

Einstein: Existen dos concepciones distintas sobre la naturaleza del Universo:
El mundo como unidad dependiente de la humanidad, y
El mundo como realidad independiente del factor humano.
Tagore: Cuando nuestro universo está en armonía con el hombre eterno, lo conocemos como verdad, lo aprehendemos como belleza.

Einstein: Esta es una concepción del universo puramente humana.
Tagore: No puede haber otra. Este mundo es un mundo humano, y la visión científica es también la del hombre científico. Por lo tanto, el mundo separado de nosotros no existe; es un mundo relativo que depende, para su realidad, de nuestra conciencia. Hay cierta medida de razón y de gozo que le confiere certidumbre, la medida del Hombre Eterno cuyas experiencias están contenidas en nuestras experiencias.

Einstein: Esto es una concepción de entidad humana.
Tagore: Sí, una entidad eterna. Tenemos que aprehenderla a través de nuestras emociones y acciones. Aprehendimos al Hombre Eterno que no tiene limitaciones individuales mediadas por nuestras limitaciones. La ciencia se ocupa de lo que no está restringido al individuo; es el mundo humano impersonal de verdades. La religión concibe esas verdades y las vincula a nuestras necesidades más íntimas, nuestra conciencia individual de la verdad cobra significación universal. La religión aplica valores a la verdad, y sabemos, conocemos la bondad de la verdad merced a nuestra armonía con ella.

Einstein: Entonces, la Verdad, o la Belleza, ¿no son independientes del hombre?
Tagore: No.

Einstein: Si no existiera el hombre, el Apolo de Belvedere ya no sería bello.
Tagore: No.

Einstein: Estoy de acuerdo con esta concepción de la Belleza, pero no con la de la Verdad.
Tagore: ¿Por qué no? La verdad se concibe a través del hombre.

Einstein: No puedo demostrar que mi concepción es correcta, pero es mi religión.
Tagore: La belleza es el ideal de la perfecta armonía que existe en el Ser Universal; y la Verdad, la comprensión perfecta de la mente universal. Nosotros, en tanto que individuos, no accedemos a ella sino a través de nuestros propios errores y desatinos, a través de nuestras experiencias acumuladas, a través de nuestra conciencia iluminada; ¿cómo si no, conoceríamos la verdad la Verdad?

Einstein: No puedo de mostrar que la verdad científica deba concebirse como verdad válida independientemente de la humanidad, pero lo creo firmemente. Creo, por ejemplo, que el teorema de Pitágoras en geometría afirma algo que es aproximadamente verdad, independientemente de la existencia del hombre. De cualquier modo, si existe una realidad independiente del hombre, también hay una verdad relativa a esta realidad; y, del mismo modo, la negación de aquella engendra la negación de la existencia de ésta.
Tagore: La verdad, que es una con el Ser Universal, debe ser esencialmente humana, si no aquello que los individuos conciban como verdad no puede llamarse verdad, al menos en el caso de la verdad denominada científica y a la que sólo puede accederse mediante un proceso de lógica, es decir, por medio de un órgano reflexivo que es exclusivamente humano. Según la filosofía hindú, existe Brahma, la Verdad absoluta, que no puede concebirse por la mente individual aislada, ni descrita en palabras, y sólo es concebible mediante la absoluta integración del individuo en su infinitud. Pero es una verdad que no puede asumir la ciencia. La naturaleza de la verdad que estamos discutiendo es una apariencia - es decir, lo que aparece como Verdad a la mente humana y que, por tanto, es humano, se llama maya o ilusión.

Einstein: Luego, según su concepción, que es la concepción hindú, no es la ilusión del individuo, sino de toda la humanidad...
Tagore: En ciencia, aplicamos la disciplina para ir eliminando las limitaciones personales de nuestras mentes individuales y, de este modo acceder a la comprensión de la Verdad que es la mente del Hombre Universal.

Einstein: El problema se plantea en si la Verdad es independiente de nuestra conciencia.
Tagore: Lo que llamamos verdad radica en la armonía racional entre los aspectos subjetivos y objetivos de la realidad, ambos pertenecientes al hombre supra-personal.

Einstein: Incluso en nuestra vida cotidiana, nos vemos impelidos a atribuir una realidad independiente del hombre a los objetos que utilizamos. Lo hacemos para relacionar las experiencias de nuestros sentidos de un modo razonable. Aunque, por ejemplo, no haya nadie en esta casa, la mesa sigue estando en su sitio.
Tagore: Sí, permanece fuera de la mente individual, pero no de la mente universal. La mesa que percibo es perceptible por el mismo tipo de conciencia que poseo.

Einstein: Nuestro punto de vista natural respecto a la existencia de la verdad al margen del factor humano, no puede explicarse ni demostrarse, pero es una creencia que todos tenemos, incluso los seres primitivos. Atribuimos a la Verdad una objetividad sobrehumana, nos es indispensable esta realidad que es independiente de nuestra existencia, de nuestras experiencias y de nuestra mente, aunque no podamos decir qué significa.
Tagore: La ciencia ha demostrado que la mesa, en tanto que objeto sólido, es una apariencia y que, por lo tanto, lo que la mente humana percibe en forma de mesa no existiría si no existiera esta mente. Al mismo tiempo, hay que admitir que el hecho de que la realidad física última de la mesa no sea más que una multitud de centros individuales de fuerza eléctricas en movimiento es potestad también de la mente humana. En la aprehensión de la verdad existe un eterno conflicto entre la mente universal humana y la misma mente circunscrita al individuo. El perpetuo proceso de reconciliación lo llevan a cabo la ciencia, la filosofía y la ética. En cualquier caso, si hubiera alguna verdad totalmente desvinculada de la humanidad, para nosotros sería totalmente inexistente. No es difícil imaginar una mente en la que la secuencia de las cosas no sucede en el espacio, sino sólo en el tiempo, como la secuencia de las notas musicales. Para tal mente la concepción de la realidad es semejante a la realidad musical en la que la geometría pitagórica carece de sentido. Está la realidad del papel, infinitamente distinta a la realidad de la literatura. Para el tipo de mente identificada a la polilla, que devora este papel, la literatura no existe para nada; sin embargo, para la mente humana, la literatura tiene mucho mayor valor que el papel en sí. De igual manera, si hubiera alguna verdad sin relación sensorial o racional con la mente humana, seguiría siendo inexistente mientras sigamos siendo seres humanos.

Einstein: ¡Entonces, yo soy más religioso que usted!
Tagore: Mi religión es la reconciliación del Hombre Suprapersonal, el espíritu humano Universal y mi propio ser individual. Ha sido el tema de mis conferencias en Hibbert bajo el título de 'La religión del hombre'.

Publicado por primera vez en el diario "Modern Review" de Calcuta en 1931

Cartas de Julio Cortázar a Silvia Monrós




29-XI-82

Silvia, recibo hoy tu postal de Túnez. Lo que tengo que decirte es horrible: Carol murió el 2 de este mes, después de dos meses en el hospital donde nada pudieron hacer para salvarla. No puedo agregar nada, salvo que ella te quería mucho y se alegraba con cada una de tus cartas. Estoy en un pozo negro y sin fondo. Pero no pienses en mí, piensa en ella, luminosa y tan querida, y guárdala en tu corazón.

Te abraza

Julio

13-XII-82

Silvia, vendrá el día en que pueda escribirte o verte –que sería lo mejor. Ahora no puedo, vivo en otro plano que el de las palabras, y si tu carta me trae tanto cariño por Carol y por mí, no alcanzo a responderla, creo que comprenderás y que vendrá un día en que por fin hablaremos. Tal vez en el 83 me venga a verlos y a conocer tu país. No tengo planes y sólo pienso en terminar el libro que hicimos juntos Carol y yo y que tengo que completar yo solo ahora. Se lo debo, quiero que salga, en este momento es mi única manera de seguir junto a ella, hablándole y escuchándola.

Te quiere

Julio

París, 13-III-83

Mi querida Silvia:

A toda mi pena y mi vacío se agrega hoy otra tristeza. El año pasado, cuando Carol y yo estábamos en Nicaragua, un amigo se encargó de reexpedirnos el correo urgente que iba llegando a París. El último envío no nos llegó nunca; volvimos a París por la enfermedad de Carol, y ya sabés el resto. Ahora, en febrero, me fui de nuevo a Nicaragua, de donde acabo de volver. Entre la montaña de paquetes y cartas había el último sobre de reexpedición enviado a Managua y que por razones inexplicables no fue entregado. Muchos meses después, como ves, el correo lo devuelve a mi casa. Lo abrí esta mañana y entre las muchas cartas encontré un gran sobre con tu letra. Lo abrí (estaba dirigido a Carol) y encontré una muy larga carta que le escribiste con fecha 27 de julio de 1982. A esa carta agregabas la copia de otra carta tuya dirigida a una amiga. Como ves, Carolita no recibió nunca tu mensaje, y mi tristeza viene del hecho de pensar que muchas veces te habrás preguntado cómo era posible que ella no te contestara una carta tan larga. Ahora sabés por qué, y sé que lo lamentarás conmigo. Todo eso viene del absurdo de los largos viajes en que uno pierde contacto con el correo, y aunque pretende recibirlo en la forma en que te explico más arriba, los azares postales juegan juegos tan siniestros como éste. Quiero que lo sepas, porque para Carol tus cartas fueron siempre una alegría, un deseo de contestarte en seguida, una amistad que ella hubiera querido prolongar y enriquecer. Me sublevo ante la idea de que no pudo leer esa larga carta tuya, y que más de una vez debió preguntarse por tu silencio (aunque en el fondo no es así, ahora que lo pienso, pues estoy casi seguro de que mandaste postales y breves mensajes con posterioridad al mes de julio; pero ni siquiera eso me consuela ahora que tengo tu carta en las manos y no puedo llevársela con la alegría que siempre le entregaba su correo). Silvia, no te escribiré más por hoy, me cuesta hacerlo, estoy tan solo y tan deshabitado. Este departamento es sólo un lugar de trabajo, donde me concentro en la terminación del libro que Carol y yo hicimos juntos y que reseña ese viaje de París a Marsella que duró más de un mes y que nos trajo tanta felicidad. Cuando lo termine en mayo (falta montarlo, incluir las fotos, vigilar la traducción al francés, etc.) me pondré a traducir los relatos de Carol al español, pues quiero que alguien los publique; son hermosos. Dame noticias tuyas cuando quieras. Nunca he sido un buen corresponsal con vos, pero sé que comprendiste y que ahora comprenderás todavía más. Te mando un beso y todo mi afecto,

Julio

 Imagen: Julio Cortázar y Carol Dunlop