domingo, 28 de julio de 2013

Fragmentos de "Tokio Blues" - Haruki Murakami

 
"Sin embargo, ahora la primera imagen que se perfila en mi memoria es la de aquel prado. El olor de la hierba, el viento gélido, las crestas de las montañas, el ladrido de un perro. Esto es lo primero que recuerdo. Con tanta nitidez que tengo la impresión de que, si alargara la mano, podría ubicarlos, uno tras otro, con la punta del dedo. Pero este paisaje está desierto. No hay nadie. No está Naoko, ni estoy yo. «¿Adonde hemos ido?», pienso. «¿Cómo ha podido ocurrir una cosa así? Todo lo que parecía tener más valor —ella, mi yo de entonces, nuestro mundo— ¿adónde ha ido a parar?». Lo cierto es que ya no recuerdo el rostro de Naoko. Conservo un decorado sin personajes.
 
Aunque, si me tomo el tiempo suficiente, puedo revivir su imagen. Sus manos pequeñas y frías, su pelo liso, tan bonito y agradable al tacto; los lóbulos de sus orejas, suaves y carnosos, y el lunar que tenía debajo; el elegante abrigo de piel de camello que solía llevar en invierno; su costumbre de mirar fijamente a los ojos cuando hacía una pregunta; el ligero temblor que, por una u otra razón, vibraba en su voz (como si estuviera hablando en lo alto de una colina barrida por un fuerte viento). Al sobreponer estas imágenes, su rostro emerge de repente. Primero se dibuja su perfil. Tal vez porque Naoko y yo solíamos andar el uno al lado del otro. Por eso el perfil es lo que primero emerge en mi recuerdo. Después ella se vuelve hacia mí, me sonríe, ladea la cabeza, me habla y me mira fijamente a los ojos. Tal vez esperaba ver en ellos el rastro de un pececillo que cruzaba, veloz como una centella, el fondo de un manantial de aguas cristalinas.

Me lleva tiempo evocar su rostro. Y conforme vayan pasando los años, más tiempo me llevará. Es triste, pero cierto. Al principio era capaz de recordarla en cinco segundos, luego éstos se convirtieron en diez, en treinta segundos, en un minuto. El tiempo fue alargándose paulatinamente, igual que las sombras en el crepúsculo. Puede que pronto su rostro desaparezca absorbido por las tinieblas de la noche. Sí, es cierto. Mi memoria se está distanciando del lugar donde se hallaba Naoko. De la misma forma que se está distanciando del lugar donde estaba mi yo de entonces."


“En una caja de galletas hay muchas clases distintas de galletas. Algunas te gustan y otras no. Al principio te comes las que te gustan y al final sólo quedan las que no te gustan. Pues yo cuando lo estoy pasando mal, siempre pienso: Tengo que acabar con esto cuando antes y ya vendrán tiempos mejores. Porque la vida es como una caja de galletas”


 “Me pareció una mujer extraña. Tenía el rostro surcado de arrugas. Sin embargo, las arrugas lejos de envejecerla le conferían una juventud que transcendía la edad. Formaban parte de su rostro, como si ya hubiese nacido con ellas. Cuando sonreía, las arrugas sonreían; cuando ponía cara seria, las arrugas también ponían cara seria. Y cuando no sonreía ni estaba seria, las arrugas se esparcían por todo el rostro, irónicas y cálidas. Debía rondar la cuarentena; era una mujer agradable y atractiva. Sentí hacia ella una simpatía instantánea.”


"Leía mucho, lo que no quiere decir que leyera muchos libros. Más bien prefería releer las obras que me habían gustado. (...) Así pues, no tenía este punto en común con los demás, y leía mis libros a solas y en silencio. Los releía y cerraba los ojos y me llenaban de su aroma. Sólo aspirando la fragancia de un libro, tocando sus páginas, me sentía feliz"


 "Tokio Blues" (Norwegian Wood) es una novela escrita en 1987 por Haruki Murakami. Su título original en japonés es "Noruwei no mori" que es la traducción habitual que se le da a la canción de los Beatles "Norwegian Wood", que resulta uno de los temas favoritos de Naoko, uno de los personajes de la novela. El libro, de tono nostálgico trata los temas de la pérdida y la sexualidad a través de la narración que hace su protagonista Toru Watanabe, ya con 37 años, después de escuchar una versión orquestal del tema que da título al libro a su llegada a Hamburgo (Alemania). Toru recuerda los últimos años setenta, cuando pasaron tantas cosas que afectaron a su vida. Rememora su paso como estudiante universitario por la ciudad de Tokio, en una época en la que los estudiantes se involucraron en protestas contra el orden establecido y que en el libro quedan descritos como un movimiento pusilánime e hipócrita. Entrelazados quedarán también en el relato sus recuerdos de la relación con dos mujeres muy distintas: Naoko, una chica bella, con una vida emocional agitada, y la sociable y animada Midori.



2 comentarios:

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.