No creo que sea posible encontrar a una persona que no se quede boquiabierta ante la contemplación de esta bella escultura de Gian Lorenzo Bernini que se exhibe en la Galeria Borghese de Roma. Su dinamismo, el grado de detalle del pelo, las hojas que crecen de los dedos de Dafne o la expresión de horror de esta última nos harán dudar de que aquella obra maestra un día estuviera oculta en un bloque de frio mármol y por supuesto nos hablará de la enorme maestría de Bernini a la hora de trabajar la piedra. Pero la escultura cuenta una historia que tiene ecos en nuestros días, concretamente en el mundo del deporte y que tiene que ver con la celebración de las victorias y las coronas de laurel.
Cuenta la leyenda, recogida por Ovidio en su Metamorfosis, que Apolo menospreció la destreza de Eros, el Cupido romano, con el arco:
"Dime, joven afeminado: ¿qué pretendes hacer con esa arma más propia de mis manos que de las tuyas? Yo sé lanzar las flechas certeras contra las bestias feroces y los feroces enemigos. [...] Conténtate con avivar con tus candelas un juego que yo conozco y no pretendas parangonar tus victorias con las mías"
Eros, el mensajero del amor, no se tomó nada bien las palabras del arrogante Apolo y se decidió a darle un escarmiento. Con la destreza con el arco que le era propia, lanzó una flecha de oro a Apolo que le provocaría el amor inmediato y a la vez una flecha de plomo a Dafne que le haría sentir el más absoluto rechazo amoroso. Cuando Apolo estuvo frente a Dafne se sintió evidentemente herido de amor y de pasión por aquella ninfa y empezó a perseguirla y a rogarle que se quedara a su lado mientras que esta, poseída por el efecto contrario, empezó a huir de él. Apolo pidió ayuda a los Dioses para poder alcanzarla y lograr culminar su amor lo que le fue concedido, momento en el que Dafne, al verse que iba ser atrapada por Apolo, pidió igualmente ayuda a su padre, el rio Peneo, el cual a fin de proteger a su hija de las ansias del Dios decidió convertirla en laurel. Así la escultura refleja el momento en que Apolo alcanza a Dafne, en el preciso instante en que ella empezaba a transformarse en árbol, cubriéndose su cuerpo en dura corteza, sus pies echaban raíces hincándose en el suelo y sus manos se llenaban de ramas y hojas. Apolo desconsolado se abrazó a lo que ya era árbol y se echo a llorar y dijo:
"Puesto que no puedes ser mi mujer, serás mi árbol predilecto y tus hojas, siempre verdes, coronarán las cabezas de las gentes en señal de victoria."
De complemento os dejo un soneto de Garcilaso de la Vega sobre este mito:
Soneto XIII
A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que al oro oscurecían.
De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
el árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
Un vídeo sensacional para recorrer cada detalle de esta espectacular escultura
La amiga Virginia San Martín Balbí nos recordó otro poema dedicado a este mito, en este caso obra de Julio Cortazar:
Voz de Dafne:
Supón que de verdad Dafne murmura
en lo que llamas quejas de esta planta,
sin sospechar la dicha que suplanta
en verde luz la antigua criatura.
Siente temblar al viento mi cintura
donde se enreda el día que adelanta,
la voz multiplicada que te canta,
¡oh Apolo, esta tristeza de ser pura!
Río del aire, estremecida escala
donde la danza aprende la cadencia
y urden abeja y flor su claro juego,
te amaré, dios de miel, tortura de ala,
con la misma encendida resistencia
con que te huí mujer y árbol me entrego.
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Hermoso.
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