El gran compositor italiano Giocchino Rossini (1792-1868), conocido especialmente por sus óperas cómicas, era además un consumado gastrónomo. Tanto amor sentía por este otro arte, que dio nombre a diferentes platos como el "Tournedos Rossini" del que ya hablaremos en una próxima entrada. Sobre este personaje existen infinidad de anécdotas acerca de su querencia por el buen comer; una de ellas cuenta como Rossini, gran degustador de vinos, en 1864 recibió de su buen amigo, el Barón Rothschild, unos racimos de las maravillosas uvas de sus invernaderos como regalo, a lo que el sibarita de Rossini contestó cortésmente:
-¡Gracias! Su uva es excelente, pero no me gusta mucho el vino en pastillas-
El Barón entendió la indirecta, y le gustó tanto este divertido comentario, que hizo mandar enseguida al Maestro un tonelete de su mejor "Chateau-Lafitte".
En otras ocasiones, cuando se le ofrecían uvas solía rechazarlas en modo similar, diciendo al respecto que no le gustaba "el vino crudo".
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