No crees, mi amigo, que hay por ahí muchas almas solitarias a las que el corazón les pide alguna barbaridad, algo de que revienten? Ve, pues, a ver si logras juntarlas y formar escuadrón con ellas y ponernos todos en marcha -porque yo iré con ellas y tras de ti- a rescatar el sepulcro de don Quijote, que, gracias a Dios, no sabemos dónde está. Ya nos lo dirá la estrella refulgente y sonora. (...)
En marcha, pues, y ten en cuenta no se te metan en el sagrado escuadrón de los cruzados, en el sagrado escuadrón de los cruzados, bachilleres, barberos, curas, canónigos o duques disfrazados de Sanchos. No importa que te pidan ínsulas; lo que debes hacer es expulsarlos en cuanto te pidan el itinerario de la marcha, en cuanto te hablen del programa, en cuanto te pregunten al oído, maliciosamente, que les digas hacia dónde cae el sepulcro.
Sigue a la estrella. Y haz como el caballero: endereza el entuerto que se te ponga delante. Ahora lo de ahora y aquílo de aquí.
¡Poneos en marcha ¿Qué adónde vais? La estrella os lo dirá: Al sepulcro! ¿Qué vamos a hacer en el caminomientras marchamos? ¿Qué? ¡Luchar! ¡Luchar!, y ¿cómo?
¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que miente?, gritarle a la cara: ¡mentira!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón!, y ¡adelante!
¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye toda una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡estúpido!, y ¡adelante! ¡Adelante siempre!
Imagen.- Gustavo Doré.- Ilustración para El Quijote
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