"Nunca nadie
sabrá cuando murió, la cerradura
se irá cubriendo de un lejano polvo.
Francisco Brines
Van cayendo las hojas del jardín;
también el calendario se deshoja.
Sólo quedan en pie
sus muros; los retratos
con los rostros de entonces,
los enseres de ayer con su fatiga,
igual que vidas rotas o libros amarillos.
El tiempo es un ritual en el que muestra
finjida lejanía.
Simula que ese tren que nos recoja,
llegará con retraso a los andenes
muy cansado, tal vez, por el viaje.
Entretanto persiste en su silencio.
Sólo el rumor del aire que se cuela
por la estrecha rendija del postigo cerrado,
y el canto de los pájaros tardíos,
nos cuentan que en la tarde se engalana
con prendas verdiazules por el borde del mar.
Fuera se va tendiendo,
como ropa a secar, la luz por los tejados.
¡Si pudiera en la noche,
algún astro bajar a cerrarle los ojos!
Quizás dentro del sueño
pudiera recorrer aquel camino
que traza la inocencia,
donde la luz cambiaba con nosotros
su juventud, su todo por llegar.
Sólo le queda hoy un campo sin cosecha.
La juventud perdida llama y llama
con fuerza en sus oídos.
En su rincón más hondo,
paciente, va apilando el tiempo y su ceniza.
El poema es de nuestra amiga Carmen Rubio López, que gentilmente nos lo ofrece para el disfrute de todos. Pertenece a su poemario "Soliloquio de invierno" del apartado "La casa". Obutvo el premio "Rosalía de Castro" Casa de Galicia en Córdoba. Diputación de Córdoba. ¡Gracias Carmen! (Pizca)
Van cayendo las hojas del jardín;
también el calendario se deshoja.
Sólo quedan en pie
sus muros; los retratos
con los rostros de entonces,
los enseres de ayer con su fatiga,
igual que vidas rotas o libros amarillos.
El tiempo es un ritual en el que muestra
finjida lejanía.
Simula que ese tren que nos recoja,
llegará con retraso a los andenes
muy cansado, tal vez, por el viaje.
Entretanto persiste en su silencio.
Sólo el rumor del aire que se cuela
por la estrecha rendija del postigo cerrado,
y el canto de los pájaros tardíos,
nos cuentan que en la tarde se engalana
con prendas verdiazules por el borde del mar.
Fuera se va tendiendo,
como ropa a secar, la luz por los tejados.
¡Si pudiera en la noche,
algún astro bajar a cerrarle los ojos!
Quizás dentro del sueño
pudiera recorrer aquel camino
que traza la inocencia,
donde la luz cambiaba con nosotros
su juventud, su todo por llegar.
Sólo le queda hoy un campo sin cosecha.
La juventud perdida llama y llama
con fuerza en sus oídos.
En su rincón más hondo,
paciente, va apilando el tiempo y su ceniza.
El poema es de nuestra amiga Carmen Rubio López, que gentilmente nos lo ofrece para el disfrute de todos. Pertenece a su poemario "Soliloquio de invierno" del apartado "La casa". Obutvo el premio "Rosalía de Castro" Casa de Galicia en Córdoba. Diputación de Córdoba. ¡Gracias Carmen! (Pizca)
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