miércoles, 1 de mayo de 2013
Carta de Dora Carrington a Lytton Strachey (tras su muerte)
Dicen que tenemos que mantener nuestras pautas y nuestros valores vivos. Pero ¿cómo voy a poder yo, si solo los conservaba por ti? Todo era por ti. Amaba la vida únicamente porque tú la hacías tan perfecta; y ahora ya no queda nadie con quien contarse chistes o hablar de Racine y de Moliere, de planes, de trabajo y de la gente.
Soñé otra vez contigo la otra noche. Y cuando me desperté fue como si acabaras de morir. Cada día lo encuentro más difícil de soportar, pues ¿para qué vivir ahora? Echo un vistazo a nuestros libros preferidos e intento leerlos, pero sin ti no me dan ningún placer. Me acuerdo solo de las noches en las que tú me los leías en voz alta, y entonces lloro. Me siento como si hubiéramos almacenado todo nuestro trigo en un granero para hacer pan y cerveza el resto de nuestras vidas, y el granero hubiese ardido hasta los cimientos, y nosotros contempláramos las ruinas carbonizadas, de pie, una mañana de invierno. Pues en esta habitación estaba la cosecha de nuestra vida juntos. Toda nuestra felicidad estaba sobre ese fuego y con esos libros. Con Voltaire bendiciéndonos, la mano alzada sobre el muro... Es imposible concebir que nunca más me sentaré contigo y escucharé tu risa. Que cada día del resto de mi vida tú no estarás.
[Lytton Strachey murió en enero de 1932 y Dora Carrington se suicidó en marzo de ese mismo año.]
Imagen: Retrato de Lytton realizado por Dora Carrington
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