viernes, 23 de febrero de 2018

Las manías de Duke Ellington y "Satin Doll"



Duke Ellington es unánimemente reconocido como el "súmmum" del jazz, pero más allá de la música él mismo era un personaje harto curioso. Se apellidaba Kennedy -Edward Kennedy Ellington-, su madre era una Kennedy -Daisy Kennedy- y su padre trabajó en la Casa Blanca, con esos datos ya casi lo teníamos gobernando los EEUU, lástima que su padre fuera solo el mayordomo que le llevaba el café caliente al Presidente. Era la suya, en cualquier caso, una familia acomodada en la que Ellington, al contrario que la inmensa mayoría de las estrellas del jazz, nunca pasó fatigas y recibió una educación esmerada; de hecho fue de los pocos jazzistas de aquella época inicial que sabían leer música.

Curiosamente su mote no procede del mundo de la música. En la adolescencia tenía un amigo que era todo glamour y sofisticación, vestía como un Brummel y siempre iba a las mejores fiestas; Ellington era como un complemento que iba a su lado y como su amigo siempre debía llevar lo mejor empezó a llamarle "Duke" (Duque), "Para resaltar mi compañía y amistad me dio ese título" decía el músico. Le quedó de lujo el mote en esa aristocracia del jazz de la que ya hemos hablado otras veces.

La buena educación que le dieron sus padres lo convirtieron en un ser refinado, un poquito vanidoso, rebosante de ingenio y un puntito zalamero y embaucador lo que le ayudó sobremanera con las mujeres y con el tiempo a mantener unida su maravillosa Big Band. Pero si había algo que le caracterizaba por encima de todas las cosas era el sin fin de supersticiones y manías que pululaban por su cabeza y regían su comportamiento. El mismo decía:

"Hay dos tipos de preocupaciones: las que usted puede hacer algo al respecto y las que no. No hay que perder tiempo con las segundas"

Y Duke sabía que contra sus manías no podía luchar. Su madre le contó mil veces que estuvo a punto de morir en el hundimiento de un ferry cuando ya estaba embarazada de él, motivo por el cual le tenía verdadero pavor a los viajes en barco y solo tomaba un avión si no había otra opción. Si había que moverse nada mejor que el tren, tan clara tenía su forma de desplazarse que llegó a tener tres vagones en propiedad para moverse con su orquesta por todo el país. Como a los actores de teatro no le gustaba nada el color amarillo y en cambio adoraba el azul. No era amigo de recibir como regalo zapatos pero mucho menos regalarlos el, pues pensaba que con ellos podía irse y no volver un amigo. Las ventiscas le producían terror y mantenía las ventanas cerradas a cal y canto por miedo a que algún rayo se metiera en su casa llevado por las corrientes de aire.

No usaba nuevamente un traje si se le caía un botón, ni podías entrar en su camerino comiendo cacahuetes o algo parecido y por supuesto pobre de aquel al que encontrara silbando entre bambalinas. Nunca usaba reloj pero estaba cada dos por tres preguntando la hora. Por supuesto había personas a las que consideraba verdaderos gafes, a los que rehuía y rogaba que, como un gato negro, nos e cruzaran en su camino. Una de sus supersticiones más curiosas y mas difícil de llevar en una orquesta como la suya era su total incapacidad para despedir a alguien de la banda. No le quedaba otra que buscar la forma de que músico se fuera por propia iniciativa, decisión que sin duda Duke le ayudada a tomar por que desde el mismo momento en el que decidía que era un músico prescindible le hacía la vida imposible o contrataba a alguien que tocara el mismo instrumento mejor que aquel y se lo colocaba al lado para oscurecerlo. Y para redondear su rareza resulta que tenía a los viernes 13 como un día de buena suerte, pues había estrenado varios shows exitosos en ese día y los tenía como una buena señal.

Pero más allá de todas estas zarandajas, en lo que de verdad importa, Duke era una maravilla, ya fuera como músico, como pianista, como líder de una orquesta siempre perfectamente conjuntada y como compositor de  muchas de las mejores piezas de la historia del jazz. Sus temas (compuso más de mil) rebosan ese duende misterioso que te hace mover los pies, ese swing que solo tienen algunas piezas, a pesar de lo cual, Ellington solía decir:

"Ningún texto musical es swing.  No se puede escribir el swing, ya que el swing es lo que sacude al auditor y no hay swing en tanto que la nota no ha sonado. El swing es un fluido y aunque una orquesta haya tocado un trozo catorce veces, puede ocurrir que sólo le salga con swing a la décimoquinta vez."

Para conseguirlo se aseguró de tener en su banda a los mejores músicos y cantantes de la historia del jazz desde sus tiempos del "Cotton Club" en los años 20 hasta el mismo año de su muerte en 1974 en el que seguía al frente de su orquesta. Tenía 75 años.

Y para cerrar esta entrada, lo haremos con el tema con el que el Duque del Jazz cerraba normalmente sus conciertos: "Muñeca de Satén" (Satin Doll), escrita en 1953 por Duke -que en el vídeo aparece al piano- junto a Billy Strayhorn y que hoy es todo un clásico del jazz:




Fuente: A partir de una entrada de 
"Jazz Anecdotes" - Bill Crow

Las imágenes han sido tomadas de las siguientes páginas: 
01.- http://oneweekoneband.tumblr.com/post/9291213508/i-wanted-to-kick-off-our-second-duke-ellington-day
02.- https://www.pinterest.es/pin/654429389573502762/
03.- https://www.pinterest.es/pin/369084131941778095/
04.- https://www.pinterest.es/pin/363665738653610559/