“Si esta tos acaba asfixiándome, os suplico abráis mi cuerpo para que no sea enterrado vivo” le escribía Chopin a su hermana Ludwika al encontrarse mortalmente enfermo; tal era el pavor que sentía el compositor, como muchos entonces, de abrir los ojos y encontrarse aún vivo dentro de un ataúd como a veces ocurría en aquella época. Poco después, con tan solo 39 años, Chopin moriría por las complicaciones de su tuberculosis. La prensa parisina decía: "Fue miembro de la familia de Varsovia por nacionalidad, polaco de corazón y ciudadano del mundo por su talento, que hoy se ha ido de la tierra". Durante la autopsia que se le realizó se le extrajo el corazón que guardaron en una jarra de coñac y que su hermana llevó a la añorada Polonia natal de Chopin prácticamente de contrabando, escondido entre su equipaje de mano y sorteando a la guardía rusa que por entonces ocupaba el país, para quedar finalmente depositado en el interior de una de las columnas de la Iglesia de la Santa Cruz de Varsovia, mientras su cuerpo descansaría para siempre en el cementerio de Père-Lachaise de París. Siempre fue Chopin un hombre triste, devorado por la nostalgia y la melancolía que tuvo su corazón más en Polonia que en París y así continua siendo tras su muerte.
La escultura de la entrada, dedicada a Chopin, es obra del escultor francés Jacques Froment-Meurice (1864-1947) y se encuentra en el parisino Parc Monceau.
Yundi Li nos deja los sones de Chopin:
Fuentes: A partir de:
Muertes ilustradas de la humanidad - Polvo eres II - Nieves Concostrina
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