domingo, 22 de abril de 2018

Los hombres de Maria Callas



Ciertamente curiosa la foto con la que acompañamos este entrada, y en la que podemos ver a la maravillosa Maria Callas en una pose casi de pin-up junto a su marido Giovanni Meneghini en una playa de Venecia.

Parece que María Callas nunca había estado realmente enamorada de Meneghini, un industrial de la construcción treinta años mayor que ella  y su matrimonio, para algunos, podría ser calificado como de conveniencia. A pesar de eso debe decirse que Menenghini se comportó con la diva casi como un pigmalión, la ayudó para que pudiera tomar sus últimas clases de canto y se convirtió en un eficaz representante durante gran parte de su exitosa carrera. Giovanni Meneghini, junto a Tullio Serafín guiaron con acierto la carrera de la diva, de su mano hizo su debut en La Scala de Milan en 1950 con la representación de Aida, o su primera aparición en Nueva York en 1956 representando la ópera "Norma" de Bellini. Tras diez años de matrimonio, María Callas abandonó a Meneghini para unirse a Aristoteles Onasis, ese ricachoncete que tanto abusaría de ella y que para colmo la alejaría de los teatros y de su carrera. Menenghini nunca la olvidó y siempre la defendió a capa y espada, hasta quiso que a la muerte de María Callas sus cenizas quedaran en la residencia en la que habían vivido juntos, pero por expreso deseo de la familia estas fueron esparcidas en el Mar Egeo.  No podemos olvidar que tras dejar a Menenghini ella también sería abandonada por Onassis, que encontraría un nuevo amor en los brazos de Jackie Kennedy, la viuda de América

Ya sabéis que el amor es un pajarillo rebelde... y si no que os lo cante ella:



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jueves, 19 de abril de 2018

El beso de la vida




La imagen le valió un Pulitzer de fotografía en 1968  a Rocco Morabito, que captó el dramático momento cuando volvía de cubrir una huelga de ferrocarril el 17 de julio de 1967. Un aprendiz de instalador de lineas eléctricas había entrado en contacto con un cable de alta tensión recibiendo una descarga que le hace perder el conocimiento y quedar colgado, a 12 metros del suelo, tan solo de su arnés de seguridad. Su compañero, aun colgados ambos del poste, logró reanimarlo de la forma que vemos en la fotografía. A este héroe, llamado J.D. Thompson, más allá de la admiración y reconocimiento general, no sabemos que premio le dieron.  La fotografía fue titulada "El beso de la vida" por el editor del Jacksonville Journal, periódico para el que trabajaba Morabito, y se publicó en la prensa de todo el mundo. El premiado fotógrafo caminaba hacia su coche cuando oyó un fuerte sonido que lo alertó y al ver lo ocurrido tuvo la presencia de animo de saber que debía hacer primero y utilizó su radio para indicar al periódico para el que trabajaba, que llamaran a una ambulancia y después coger su cámara para realizar la fotografía. Fue entonces, con la foto hecha, cuando intuyó que tenía algo bueno y volvió a llamar al periódico, que estaba a punto de cerrar la edición, para decirles: "Es posible que deseen esperar a esto. Creo que tengo una (fotografía) muy buena"

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miércoles, 18 de abril de 2018

La vejez y los hijos: Los "fakes" de Saramago



"Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo… ¡Qué importa eso!. Tengo la edad que quiero y siento. La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso. Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido. Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos. ¡Qué importa cuántos años tengo!. No quiero pensar en ello. Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo. Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte. Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos. Ahora no tienen por qué decir: Eres muy joven, no lo lograrás. Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo. Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones se convierten en esperanza. Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada. Y otras en un remanso de paz, como el atardecer en la playa. ¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas… valen mucho más que eso. ¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!. Lo que importa es la edad que siento. Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos. Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos. ¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!. Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento"

Este texto viene siendo atribuido erróneamente en la red al premio Nobel de literatura, José Saramago. Es este un escritor que desde su muerte en 2010 ha sido objeto de la adjudicación de obras que realmente no salieron de su pluma, como este otro: "Definición de hijo" ya desmentido hasta la saciedad por la Fundación Saramago:

"Hijo es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y de nosotros aprender a tener coraje. Sí, Eso es! Ser madre o padre es el mayor acto de coraje que alguien pueda tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de estar actuando correctamente y del miedo a perder algo tan amado. Perder? cómo? No es nuestro? Fue apenas un préstamo… el más preciado y maravilloso préstamo, ya que son nuestros sólo mientras no pueden valerse por sí mismos, luego le pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias. Dios bendiga siempre a nuestros hijos, pues a nosotros ya nos bendijo con ellos".

Los textos están sin duda bien, pero no son de Saramago. Esa es la verdad.

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viernes, 13 de abril de 2018

"El verdugo" real que inspiró a Berlanga



"Si existe la pena, alguien tendrá que aplicarla"

Eso le decía Pepe Isbert al pobre verdugo encarnado por Nino Manfredi en "El verdugo", una película en la que solo de un genio como Rafael Azcona, podía surgir la idea de convertir una historia de amor imposible en un rotundo alegato contra la pena de muerte. No cabe duda de que "El verdugo", obra de José Luis Berlanga, es una de nuestras mejores películas, una comedia macabra que nos cuenta la historia de un pobre empleado de pompas fúnebres (Nino Manfredi) del que huyen las mujeres por su siniestro trabajo y que se enamora de la hija (Enma Penella) de un verdugo a la que, a pesar de estar de buen ver, no se acercan los pretendientes por el trabajo de su padre (Pepe Isbert)

Total, que se juntan el hambre con las ganas de comer y el empleado se mete a verdugo para poder casarse con aquella chica después de ser sorprendido metido en faenas horizontales con ella, y como la economía no les daba para mucho, lo convencen para tomar el puesto de su suegro que está a punto de jubilarse como verdugo. Hombre de pocas carnes, solo accede después de que le aseguren que los verdugos son una figura que prácticamente está en desuso y que con seguridad ya no tendría que ajusticiar a nadie, beneficiándose eso si del estatus de funcionario público para conseguir una vivienda. Por supuesto en una película que se llama así, los nubarrones tenían que aparecer en un momento u otro y finalmente, el pobre diablo será llamado para ajusticiar a una persona, situación que el verdugo creía descartada y para la que no está en absoluto preparado. Un trance de que intentará huir renunciando a todo si hace falta, pero al que se tendrá que enfrentar contra su voluntad con unos buenos lingotazos de coñac y llevado a empujones por los guardias hasta el garrote para cumplir con su siniestro deber.

Pocos saben que esta película rodada en 1963 (Dios sabrá como sorteó la censura) se basa en un caso real, el vivido por Antonio López Sierra, un verdugo que, si bien no era novato en su oficio como el de la película, si que se encontró con la novedad de tener que ajusticiar por garrote vil a una mujer joven, algo que nunca le había sucedido -parece que años antes había ajusticiado a otra mujer-. La mujer en cuestión era Pilar Prades, la conocida como "Envenenadora de Valencia", un angelito que para intentar medrar mataba a las señoras para las que trabajaba con veneno para hormigas. En 1957 fue condenada a muerte y en 1959, con tan solo 31 años, se cumplía la condena. Para el verdugo, el mentado Antonio López Sierra, aquello de tener que ajusticiar a una mujer nuevamente y además joven era algo para lo que no estaba preparado. Con los años contaría: “Una de las primeras condiciones que se debían poner al entrar en este destino es la de no tener que ejecutar nunca a una mujer. Ejecutar a una mujer es peor que ejecutar a treinta hombres. Tener que hacerlo con una mujer es lo más duro, y más con una muchacha joven de carnes tan blancas como aquélla”.

La autoridades intentaron darle ánimos para la ejecución a base de coñac (como en la película), pero sin el más mínimo resultado; rogaba que se esperase a que llegara un indulto para la condenada que nunca llegó, enseñaba las fotos de su familia, imploraba que se le liberara de aquel deber, mientras al final de la sala la condenada gritaba pidiendo clemencia. Una verdadera escenita.... Por últimol y ante tanta demora, al verdugo lo tuvieron que arrastrar por la sala, tal y como ocurre en la película, hasta la condenada para que cumpliera con su deber. Pasado el mal trago, Antonio López Sierra siguió dándole a la manivela durante años, hasta jubilarse en 1975. Entre los ajusticiamientos famosos "que pasaron por sus manos" figuran los de Jarabo (días después del de la envenenadora) o el de Salvador Puig Antich, ambos ciertamente dantescos por como se desarrollaron los hechos y por encontrarse al parecer bajo los efectos del alcohol.

Un abogado que había estado presente en el trance del ajusticiamiento de  Pilar Prades le contó la historia de como se sucedió todo a Berlanga y este a su vez a Rafael Azcona que se encargó de realizar un maravilloso guión con aquel suceso. Para la película se ayudaron también de detalles de otros profesionales del garrote vil, y así el verdugo al que da vida Pepe Isbert se basa en el burgalés Gregorio Mayoral, al que apodaban "El abuelo", incluso el viajecito que en la película se dan a Mallorca se basa en un suceso vivido por el verdugo Florencio Fuentes que hubo de trasladarse hasta las Baleares para un ajusticiamiento. 

Pero no solo la realidad inspiró una película, puede que la película también inspirara a un personaje real. Y es que con los años y con posterioridad a la película se dio un caso muy parecido en la persona de José Moreno Moreno (para otros José Monero Renomo), que se metió a verdugo en 1972 para sustituir la vacante dejada por un verdugo fallecido. Vendedor de libros, Moreno vio en el puesto de funcionario una oportunidad para prosperar, pensando además que nunca tendría que ejercer su oficio, parecía claro que el garrote vil había pasado de moda y la verdad es que casi acierta. La mala suerte quiso que le llamaran para realizar el ajusticiamiento de Heinz Ches (acusado de la muerte de un guardia civil), la última muerte por garrote efectuada en España y coincidente en el día con la de Salvador Puig Antich, al que ajustició el ya nombrado Antonio López Sierra, inspirador de la película, de modo que curiosamente parecía cerrarse un círculo. Cuando a Moreno le llegó la orden de que se presentara para el ajusticiamiento quiso rechazarla y solo después de muchas amenazas se decidió a cumplir con su deber, ocultándolo eso si a su familia, a la que dijo que debía desplazarse fuera por un viaje de negocios. Por su impericia, la ejecución fue ciertamente aberrante. No advirtió el muchachito la falta de un poste al que fijar las palomillas que debían sujetar el garrote, teniendo que ajustar el anillo de hierro al cuello del reo mediante el uso de cuerda y tela de saco. El mecanismo era tan improvisado e ineficaz y el verdugo tan inexperto que tuvo que repetir la ejecución en tres ocasiones, llegando a recibir hasta algún pescozón de los carceleros, desesperados con su falta de buen hacer y por el dantesco sufrimiento que estaba causando al condenado y a todos los presentes. Tal fue el horror que sobre el suceso se impuso la ley de silencio. Al abolirse la pena de muerte en 1977, Moreno fue despedido sin contemplaciones y sin previa notificación. Solo hizo un ajusticiamiento, pero dada la forma en la que fue despedido, demandó al Estado y obtuvo una pequeña indemnización por los años de servicios prestado. ¡Unos personajes, estos, nuestros "queridísimos verdugos"! como diría Basilio Martín Patino.

Título original: El verdugo
Año: 1963
Duración: 90 min.
País: España 
Dirección: Luis García Berlanga

Reparto: José Isbert,  Nino Manfredi,  Emma Penella,  José Luis López Vázquez,  Ángel Álvarez, María Luisa Ponte,  María Isbert,  Julia Caba Alba,  Guido Alberti,  Erasmo Pascual, Xan das Bolas,  José Orjas,  José María Prada,  Félix Fernández,  Antonio Ferrandis, Lola Gaos,  Alfredo Landa,  José Sazatornil,  Agustín González,  Chus Lampreave, José Luis Coll,  José Cordero,  Pedro Beltrán,  Dolores García,  Emilio Laguna, Enrique Tusquets,  Enrique Pelayo

Guion: Rafael Azcona, Luis Gª Berlanga, Ennio Flaiano

Música: Miguel Asins Arbó
Fotografía: Tonino Delli Colli (B&W)

Productora: Coproducción España-Italia; Naga Films / Zabra Films
Premios: 1963: Festival de Venecia: Premios FIPRESCI






Fuentes: 
http://www.canaltcm.com/2016/05/20/el-verdugo-reticente-la-anecdota-que-inspiro-a-berlanga/
https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_L%C3%B3pez_Sierra
https://es.wikipedia.org/wiki/Pilar_Prades_Santamar%C3%ADa
https://www.filmaffinity.com/es/film411856.html

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jueves, 12 de abril de 2018

"El Dr. Jekyll y Mr. Hyde" - R.L. Stevenson


“—Muy bien —replicó el visitante—. Lanyon, recuerda tu juramento. Lo que vas a ver debe quedar bajo el secreto de nuestra profesión. Y ahora, tú que durante tanto tiempo has mantenido las opiniones más estrechas de miras, tú que has negado la existencia de la medicina transcendental, tú que te has reído de los que te superaban en saber, ¡mira!

Y diciendo esto se llevó el vaso a los labios y se bebió el contenido de un golpe. Dejó escapar un grito, giró sobre sí mismo, dio un traspié, se aferró a la mesa y allí quedó mirando al vacío, con los ojos inyectados en sangre y respirando entrecortadamente a través de la boca abierta. Y mientras le miraba, me pareció que empezaba a operarse en él una transformación. De pronto comenzó a hincharse, su rostro se ennegreció y sus rasgos parecieron derretirse y alterarse. Un momento después yo me levantaba de un salto y me apoyaba en la pared con un brazo alzado ante mi rostro para protegerme de tal prodigio y la mente hundida en el terror.

—¡Dios mío! ¡Dios mío! —repetí una y mil veces, porque allí, ante mis ojos, pálido y tembloroso, medio desmayado y tanteando el aire con las manos como un hombre resucitado de la tumba, estaba Henry Jekyll.”

"El extraño caso del Doctor Jekyll y el Señor Hyde" fue escrita en 1886 por Robert Louis Stevenson y más allá de considerandos psiquiátricos, de identidades múltiples o del trastorno disociativo de identidad, habla sobre todo del bien y el mal que anida en cada uno de nosotros, un tema sobre el cual, Stevenson estaba especialmente interesado y sobre el que buscaba la forma de unir esa dualidad que vive en todo ser humano en una misma historia.

Sobre la génesis de la obra, la señora Stevenson contaba:

"A altas horas de la mañana fui despertada por gritos de horror de Louis. Pensando que tenía una pesadilla le desperté. Él me dijo furioso '¿Por qué me has despertado? Estaba soñando un dulce cuento de terror.' Yo le había despertado en la escena de la primera transformación".

Y su hijastro Lloyd Osbourno daba algunos detalles más:

"No creo que haya habido antes una hazaña literaria como la escritura de Doctor Jekyll. Recuerdo su primera lectura como si fuera ayer. Louis bajó enfebrecido, leyó casi la mitad del libro en voz alta; y luego, cuando todavía estábamos jadeando, él ya estaba otra vez lejos ocupado en la escritura. Dudo que la primera versión le llevara más de tres días".

La obra fue un éxito inmediato, que pronto llegaría a los teatros y con el tiempo al cine.

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miércoles, 11 de abril de 2018

Einstein y el "Efecto Mozart"



Nada descubrimos con los beneficios que la música puede reportar al espíritu, ya lo sabía bien nuestro Felipe V cuando se hacía acompañar de los trinos del gran Farinelli, el rey de los castrati, para atenuar su entonces llamada "melancolía" y que probablemente hoy sería diagnosticada como depresión. No es nada nuevo, la cosa viene incluso de los tiempos de Pitágoras, Platón o Aristóteles; de hecho todos ellos hablaban de la influencia de la música en el ánimo. Musicoterapia lo llaman y no sé a ustedes pero a mi ciertamente hay momentos en que la música me infunde ánimos. Otra cosa bien distinta es el tema del controvertido "Efecto Mozart". Parece que Albert Einstein, gran aficionado a la música clásica y violinista en sus momentos de ocio matemático, comentó que durante el tiempo en el que estuvo ideando su famosa teoría de la relatividad tenía especial predilección por la Sonata para dos pianos K 448 de Mozart de la que llegó a decir "es una de las más profundas y maduras de todas las composiciones escritas por el compositor” y parece ser que era la banda sonora habitual de sus pensamientos en aquella época. De hecho Einstein, mantenía que mientras Beethoven creó su música, la de Mozart "era tan pura, que parecía haber existido en el universo desde siempre, esperando a ser descubierta por su dueño", algo así como las leyes que gobiernan ese universo, como una música de las esferas en forma de números.

Puede que por ello, esta sonata, compuesta por Mozart a los 25 años, fuera la pieza elegida para realizar algunos experimentos relacionados con la inteligencia y cuyos resultados llegaron a publicarse en la revista científica "Nature" en 1993. Según estas pruebas, a cargo de la psicóloga Frances Rauscher y su equipo, se tomó un grupo de 36 universitarios que se dividió en tres grupos; al primero se le exponía a la referida sonata para dos pianos, al segundo a instrucciones de relajación y al tercero al silencio. Posteriormente se les sometía a unas pruebas de razonamiento espacial en las que tenían que averiguar que forma tendrían unos pedazos de papel tras ser doblados y cortados. El caso es que el grupo que escuchaba a Mozart lograba unos resultados realmente sorprendentes al predecir en un 62% más las formas que surgirían del papel que cuando habían estado con la relajación o en silencio. Lo malo es que esos efectos no eran duraderos y se reducían a los 10-15 minutos posteriores a la estimulación musical.

No sé si la teoría de la relatividad estará muy influenciada por las notas musicales de Mozart, pero el estudio sonaba tan bien, que no fueron pocos los avispados comerciantes que inundaron el mercado con discos de Mozart, amparados en aquel supuesto "efecto" milagroso que nos haría a todos más inteligentes aunque fuera por 10 minutos. Los niños empezaron a escuchar a Mozart antes de nacer e incluso hubo equipos de rugby que escuchaban a Mozart durante sus entrenamientos... sería para entender mejor las jugadas. Un verdadero sinsentido.

No cabe duda que la estructura de la sonata de Mozart, realmente ágil e imaginativa, puede estimular sensorialmente a una persona (como tantas otras) y predisponer nuestra mente para lograr unos mejores resultados a continuación -como el que hace un calentamiento antes de una competición deportiva- pero de ahí a pensar que la audición de una pieza musical concreta  va ha convertirnos en personas más inteligentes hay un trecho demasiado largo. De hecho estudios posteriores han sido muy críticos con el efecto Mozart aunque alguno se mantiene todavía en sus trece y sostiene que escuchar la mentada sonata incluso puede ser beneficioso para las personas que padecen epilepsia y reduciría la frecuencia de los episodios de crisis.

La pieza, Sonata para dos pianos K 448, es la única compuesta por Mozart para dos pianos, data de 1781 y tiene tres movimientos (Allegro con spirito, Andante y Molto Allegro) repletos de melodías entrelazadas, resultando al oído juguetona, chispeante y amable, como solía ser mucha de la música de Mozart. Y aunque pudiera ser que no nos haga más inteligentes desde luego escucharla en las manos de Daniel Barenboim y Martha Argerich no nos va a hacer ningún mal, así que estimulémonos un poco:




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lunes, 9 de abril de 2018

Charlie Parker Vs Coleman Hawkins




"Si no cometes errores es que no lo estás intentando en serio" Coleman Hawkins

"No toques el saxofón. Deja que él te toque a ti" "Tienes que aprender a tocar tu instrumento. Después debes practicar, practicar y practicar. Y después, cuando finalmente estás en el escenario, olvídalo todo y sopla." Charlie Parker

Aunque empecemos con frases de nuestros protagonistas, hay veces que una imagen vale más que mil palabras y hoy nuestra entrada tiene como protagonista un vídeo de 1950 en el que se enfrentan dos formas muy diferentes de entender el saxofón y el mismo jazz en sí y que sin embargo coexisten en esta pieza en una sugerente armonía. 

Un estilo baladista el de Coleman Hawkins (el de la foto de la izquierda) con sus notas alargadas y aterciopeladas frente al saxofón más agresivo y punzante de Charlie Parker (en la foto de cabecera retratado por Herman Leonard), que si bien en este vídeo se muestra un tanto mesurado para no desentonar del todo con el bueno de Hawkins, siempre parecía luchar por tocar dos notas a la vez, tal y como se nos contaba en aquella esplendorosa película "Bird" que Clint Eastwood le dedicó a Parker. Esa idea de velocidad nos la transmite en toda su pureza en la segunda parte del vídeo en el que nos ofrece el frenesí característico de su be bop más genuino, con un soberbio Buddy Rich a la batería, completando el cuadro Hank Jones al piano y Ray Brown al contrabajo.

Una delicia en blanco y negro:




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domingo, 8 de abril de 2018

The Rolling Stones y el origen de "Satisfaction"




No busquen ideas retorcidas en el logo de los Rolling Stones, esa boca irreverente con la lengua fuera. Su diseño fue idea del propio Jagger jugando con uno de sus gestos habituales en concierto, ya se sabe que su boca es de armas tomar y en concierto su lengua parece a menudo la de la Diosa Kali, siempre desafiando al mundo. Jagger encargó el diseño de su idea a John Pascher, un joven diseñador inglés que tan solo cobró 50 libras por uno de los logos más famosos de la música del siglo XX. Pero eso de mezclar lenguetazos con  aquello del "(I Can't Get No) Satisfaction" tiene su miga. "Satisfaction" es un tema compuesto por Mick Jagger  y Keith Richards en 1965 y que sin duda resultó crucial en la historia del grupo tal y como comentaba el propio "Morritos Jagger"

"Fue la canción lo que realmente hizo a los Rolling Stones, pasamos de ser una banda más a ser una inmensa, monstruosa banda... Tiene un título cautivador. Tiene un riff de guitarra cautivador. Tiene un gran sonido de guitarra, que era original en aquella época. Y capta el espíritu de los tiempos, lo que es muy importante en este tipo de canciones... que era la alienación."

Durante la tercera gira en los Estados Unidos, en 1965, Richards ideó el riff de guitarra de la canción. Los Stones se hospedaban en el hotel Fort Harrison en Clearwater, Florida como parte de su gira. Una noche Richards se despertó de repente, encendió la grabadora de casete y tocó el riff que abre «Satisfaction» antes de volver a la cama. Más tarde la describiría como: "2 minutos de Satisfaction y 40 minutos de mis ronquidos".

Más tarde, Richards lo llevó al estudio donde los Stones estaban grabando. A Jagger le gustó el riff inmediatamente, pero Richards pensaba que se parecía demasiado a la canción «Dancing in the Street» de Martha & The Vandellas. 


En una entrevista, Jagger comentó: "Creo que Keith pensaba que el riff era un poco básico. Estaba muy enganchado a él y le parecía un tipo de riff tonto". Jagger escribió la letra para el riff intentando hacer una denuncia sobre el comercialismo salvaje que la banda británica había visto en América con tanto anunció por todos lados invitándote a consumir buscando una satisfacción que nunca llega. Richards, refiriéndose al proceso de escritura de la letra para la canción, declaró: «Mick escribió todas las palabras que dicen algo y yo escribí el gancho, me levanté de la cama con este riff y me dije 'tengo que escribir esto».

Richards describió luego su opinión sobre "Satisfaction":

"Sólo era un riff... Me desperté en medio de la noche, lo grabé en un casete y pensé que era bueno. Fui a dormir y cuando me levanté parecía tan útil como cualquier otra canción de álbum. Lo mismo pasó con Mick al mismo tiempo, ya sabes, las cosas van da-da, da-da-da...y las palabras que escribí fueron «I can't get no satisfaction». Pero igualmente podría haber sido "Auntie Millie's Caught Her Left Tit in the Mangle" ("la tía Millie se pilló la teta izquierda con el rodillo")."

Se ha sugerido que el título pudo salir de una línea del sencillo de 1955, «30 Days» de Chuck Berry ("I don't get no satisfaction from the judge"), pero esto no ha sido confirmado, aunque en una entrevista hecha a Jagger en 1995, él indicó que "inconscientemente" Richards pudo haber tomado el título de esa línea.






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sábado, 7 de abril de 2018

Goebbels y "Los ojos del odio"- Alfred Eisenstaedt - 1933




Esta fotografía de Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi, fue tomada por el fotógrafo Alfred Eisenstaedt durante una reunión de la Liga de Naciones (antecedene de la ONU) celebrada en Genova en el año 1933. Goebbels fue uno de los personajes más siniestros de la Segunda Guerra Mundial y uno de los más fieles y eficaces colaboradores de Hitler, junto al que se mantuvo hasta su final en el Bunker, cuando ya sin salida decidió suicidarse junto a su mujer Magda y lo que es más terrible junto a sus seis hijos. El día de su suicidio el Vicealmirante Voss le ofreció una escapatoria a Goebbels momento del que contaba: "(...) mientras me despedía, le pedí a Goebbels que se uniera a nosotros. Pero él respondió: “Un capitán nunca abandona su barco que se hunde. He pensado en todo y decidimos permanecer aquí. No tengo adónde ir, porque con los niños pequeños no podré escapar, sobre todo con una pierna como la mía...” No tardarían mucho en tomar el mismo camino el propio Hitler y su recién estrenada esposa Eva Braun. Curiosamente a Goebbels se deben muchas de las técnicas publicitarias actuales y la parafernalia nazi tiene mucho que ver con él. 

Cuenta la leyenda que Goebbels era desconocedor del origen judío de Eisenstaedt, que además era alemán, y por ello en unas fotos previas se mostraba risueño y distendido, tal como se aprecia en la foto de la izquierda, pero no paso demasiado tiempo en que fuera advertido por alguno de sus acompañantes de los orígenes del fotógrafo, por lo que su disposición para las fotos cambio radicalmente. El título estaba cantado: "Los ojos del odio". El propio Eisenstaedt nos habla de la foto:

"Lo encontré sentado al lado de una mesa plegable en el jardín del hotel. Lo fotografié desde una distancia sin que se diera cuenta. Como un reportaje documental, la foto puede tener algo de valor: sugiere lo huraño y retraído que era. Después, lo encontré en esa misma mesa, rodeado de ayudantes y guardaespaldas. Goebbels parecía tan pequeño, mientras que sus guardaespaldas eran enormes. Me acerqué, y le tomé una foto. Fue horrible. Me miró con una expresión llena de odio. El resultado, sin embargo, fue una fotografía mucho más fuerte. No hay un sustituto para el contacto personal cercano, la involucración con el sujeto, sin importar lo desagradable que sea. (…) Me miró con sus ojos de odio y esperó a que retrocediera. Pero no retrocedí. Si tengo una cámara en las manos, no conozco el miedo."

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lunes, 2 de abril de 2018

La esclava griega y la prisión del odio



Dos personas habían compartido injusta prisión durante largo tiempo en donde recibieron todo tipo de maltratos y humillaciones. Una vez libres, volvieron a verse años después. Uno de ellos preguntó al otro:

- ¿Alguna vez te acuerdas de los carceleros?
- No, gracias a Dios ya lo olvidé todo, -contestó- ¿Y tú?
- Yo continúo odiándolos con todas mis fuerzas.

Su amigo lo miró unos instantes y luego dijo:
- Lo siento por ti. Si eso es así, significa que aún te tienen preso.

Este pequeño cuento oriental de autor desconocido, tiene por título "La prisión del odio"

En realidad esta pequeña historia es solo una excusa para traer a esta página la fotografía de una bella escultura que tiene por nombre "La esclava griega" (1843), obra del escultor neoclásico estadounidense Hiram Powers (1805-1873), una obra concebida como homenaje a la Venus de Medici  y que en su día despertó verdadera admiración en el gran escultor danés Bertel Thorvaldsen. La escultura, plena de virtud y heroísmo, se convirtió en todo un símbolo de la lucha contra la esclavitud y copias suyas estaban presentes en muchas casas de partidarios del abolicionismo. Hoy en día la obra se exhibe en la Galería de Arte de la Universidad de Yale. El escultor, muy influenciado por la independencia griega tramó su propia historia acerca de la esclava y de ella decía: 

"La esclava ha sido tomada de una de las islas griegas por los turcos en la época de la revolución de Grecia. Sus padres y tal vez toda su familia han sido destruidos por sus enemigos. Ahora se encuentra entre bárbaros extranjeros"

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