martes, 2 de abril de 2013
Carta de Robert Schumann a Clara Wieck
A Clara Wieck, Leipzig, 1834
Mi querida y reverenciada Clara:
Existen personas que odian la belleza y sostienen que los cisnes son en realidad gansos de una clase más grande; así se podría decir que igual justificación que la distancia es sólo un primer plano que se ha apartado. Y así parece ser, porque hablo contigo a diario (sí, incluso en voz más baja de lo que lo hago habitualmente), y aún así sé que me comprendes. Al principio tenía diversos planes sobre nuestra correspondencia. Quería, por ejemplo, iniciar una pública contigo en el periódico musical; después quería llenar mi balón de aire (sabes que poseo uno) con ideas para las cartas, y organizar un ascenso con el viento favorable y hacia un destino adecuado...
Quería cazar mariposas para que te llevasen las cartas. Quería enviar mis cartas primero a París, de manera que las abrieras con gran curiosidad, y entonces, más que sorprendida, me creyeras en París. En definitiva, tenía muchos sueños ingeniosos en mi cabeza, de los que hoy sólo me ha despertado el cuerno del postillón [el cartero]. El postillón, mi querida Clara, ha tenido, además, en mí un efecto mágico mayor que el del champán más excelente. Uno parece que no tiene cabeza, uno tiene un corazón deliciosamente ligero, cuando lo oyes tocar el cuerno con tanta alegría en el mundo. Para mí son verdaderos valses de anhelo, estos toques de trompeta, que nos recuerdan algo que no poseemos. Como decía, el postillón me sacó de mis viejos sueños y me llevo a otros nuevos...
Carta A Clara Wieck, Leipzig, 1834, escrita por Robert Schumann.
Del libro "Los Grandes Hombres También Hablan De Amor."
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