domingo, 17 de marzo de 2013

E. Allan Poe, o cómo aprender matemáticas en un cementerio




Poe fue un niño huérfano  que sería  acogido por una familia con cierta comodidad económica. Sus padres adoptivos lo internaron en un colegio   que se encontraba muy próximo a un  cementerio. El profesor de matemáticas, quizás por la falta de libros y otros recursos, tenía la extraña costumbre de  sacar a los alumnos de la clase y hacerlos pasear  entre las lápidas como "actividad pedagógica". Y ciertamente lo era:  los muchachos debían elegir una lápida y calcular la edad en la que había fallecido aquel que allí reposara, restando las fechas de nacimiento y defunción que figuraban en la tumba.

Pero no acaba ahí la relación entre aquellos jóvenes, entre los que se encontraba Edgar Allan Poe y el cementerio del internado, ya que eran ellos, lo niños, los que cavaban las tumbas cuando algún miembro de la parroquia moría y era enterrado en aquel lugar. Con estas vivencias en la juventud de Poe, no es de extrañar que su cabeza diera lugar años más tarde a algunas historias que hoy, casi dos siglos después, siguen siendo referencias en el mundo del terror y el misterio.

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