"Hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro,
— con Celia Valdelomar Codejon.
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro,
no voy a permitir que nadie te vea."
Bukowski era ya un autor reconocido, sus libros se vendía bien en Estados Unidos pero era sobre todo en Alemania y en Francia donde tenía un mayor éxito. En su primer viaje a Francia —el escritor salió de su país sólo tres veces— lo invitan al prestigioso programa de televisión Apostrophe. El programa se transmitía en horario central, con millones de televidentes, y dedicaba sus entrevistas a los más célebres escritores de todo el mundo durante una hora y media. En el centro de la escena colocaron a Bukowski, profundamente reacio a las entrevistas porque, según él, no hablaba bien, y porque, según su biógrafo, no sabía pronunciar apellidos como Dostoievski. Cuando la transmisión empezó, el escritor rechazó la copa de vino blanco que le ofreció el conductor, Bernard Pívot, y se aferró directamente a la botella. Alrededor de la mesa había otros invitados. La primera intervención de Bukowski fue así: “Conozco a muchos escritores norteamericanos a los que les encantaría estar ahora en este programa. No significa tanto para mí”. Le interrumpió una escritora francesa, pero Bukowski la silenció diciendo: “Bueno, no sé si es usted una buena escritora o no. Levántese la pollera para que le pueda ver las piernas y le diré si es una buena escritora o no”. Se terminó dos botellas de vino, se levantó y se fue en la mitad de una conversación. Al día siguiente ya se habían agotado miles de ejemplares de las ediciones francesas de sus libros.
Ver másBukowski era ya un autor reconocido, sus libros se vendía bien en Estados Unidos pero era sobre todo en Alemania y en Francia donde tenía un mayor éxito. En su primer viaje a Francia —el escritor salió de su país sólo tres veces— lo invitan al prestigioso programa de televisión Apostrophe. El programa se transmitía en horario central, con millones de televidentes, y dedicaba sus entrevistas a los más célebres escritores de todo el mundo durante una hora y media. En el centro de la escena colocaron a Bukowski, profundamente reacio a las entrevistas porque, según él, no hablaba bien, y porque, según su biógrafo, no sabía pronunciar apellidos como Dostoievski. Cuando la transmisión empezó, el escritor rechazó la copa de vino blanco que le ofreció el conductor, Bernard Pívot, y se aferró directamente a la botella. Alrededor de la mesa había otros invitados. La primera intervención de Bukowski fue así: “Conozco a muchos escritores norteamericanos a los que les encantaría estar ahora en este programa. No significa tanto para mí”. Le interrumpió una escritora francesa, pero Bukowski la silenció diciendo: “Bueno, no sé si es usted una buena escritora o no. Levántese la pollera para que le pueda ver las piernas y le diré si es una buena escritora o no”. Se terminó dos botellas de vino, se levantó y se fue en la mitad de una conversación. Al día siguiente ya se habían agotado miles de ejemplares de las ediciones francesas de sus libros.
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