viernes, 17 de mayo de 2013

Albert Camus: la absurda condición humana


 

“Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: "Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias." Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer.”

Con esta presentación descubrí a Albert Camus. Tropecé en una librería con estas tres líneas atraído por un título que había escuchado en alguna parte: “El extranjero”. El caso es que ya no pude apartar mis ojos del papel y salí de allí buscando un lugar donde pudiera seguir bebiéndome las páginas, porque aquel inicio me había dejado con mucha sed.

Aquellas líneas me marcaron tan profundamente que el inicio de mi novela "La Traición" homenajea humildemente la genialidad de Camus. “Hoy hace cuatro años que murió Irene; no he pasado ni un sólo día sin recordarla.”

Camus publicó cinco novelas, siendo la primera en ver la luz precisamente “El extranjero”. Además escribió ensayos y obras teatrales.  Recibió el Premio Nobel de Literatura por “el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy”.

Fragmentos de “La Peste”:

 
"La felicidad llegaba a toda marcha, el acontecimiento iba más deprisa que el deseo. Rambert sabía que todo iba a serle devuelto de golpe y que la alegría es una quemadura que no se saborea. "

“El mar zumbaba suavemente al pie de los grandes bloques de la escollera. Cuando bajaron los escalones apareció a su vista espeso, como de terciopelo, flexible y liso como un animal. Se acomodaron en las rocas, de cara a la extensión. Las aguas se hinchaban y se abismaban lentamente. Esta respiración tranquila del mar hacía nacer y desaparecer reflejos oleosos en la superficie del agua. Ante ellos la noche no tenía límites”.

Fragmentos de “El extranjero”:

“Por primera vez desde hacía mucho tiempo pensé en mamá. me pareció que comprendía por qué, al final de su vida, había tenido un "novio", porque había jugado a comenzar otra vez. Allá, allá también, en torno de ese asilo en el que las vidas se extinguían, la noche era como una tregua melancólica. Tan cerca de la muerte, mamá debía de sentirse allí liberada y pronta para revivir todo. Nadie, nadie tenía derecho de llorar por ella. Y yo también me sentía pronto a revivir todo”.

“Cuanto más reflexionaba, más cosas desconocidas y olvidadas sacaba de mi memoria. Comprendí entonces que un hombre que no hubiera vivido más que un solo día podría sin esfuerzo vivir cien años en una prisión. Tendría bastantes recuerdos para no aburrirse.”

No se queden con sed, léanlo.

La fotografía es del maestro Cartier-Bresson (1947)

Esta entrada está tomada de la página del escritor José Manuel Pérez Padilla, que os recomiendo sin reservas que visitéis. Os dejo el enlace: http://www.facebook.com/PerezPadilla.Novelas?ref=ts&fref=ts

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.