Ayer contábamos el origen de los huevos de Pascua y decíamos que según la leyenda, era un conejo el que los portaba. Hoy nos acercaremos a la historia del "Conejo de Pascua" y su procedencia, que siendo en un principio pagana, pasó a formar parte en el siglo VIII de los ritos católicos y a relacionarse también con la muerte y resurrección de Cristo.
El Conejo de Pascua, tiene su origen en las culturas germánicas y anglosajonas pre-cristianas y era un símbolo de fertilidad. Los pueblos germánicos rendían culto a una antigua divinidad llamada "Ostara", de cuyo nombre derivaron las palabras alemana "Ostern" y la inglesa "Easter" (Pascua), que simbolizaba la generación de la primavera. La representaban con forma de liebre o de conejo y le dedicaban el mes de abril, fecha en que la honraban como diosa de la luz y, como hemos dicho antes, de la primavera.
Este conejito, a veces simpáticamente vestido, lleva consigo una canasta llena de huevos de Pascua y otros dulces para repartirlos a los niños en sus hogares. Es por esta razón por lo que se asemeja a Papá Noel, ya que ambos traen regalos a los niños en la noche antes de su día de fiesta correspondiente. Este personaje, se mencionó por primera vez en la obra de Georg Franck von Frankenau "De ovis paschalibus" (Acerca de los huevos de Pascua), donde narra una tradición alsaciana sobre una liebre que reparte huevos en la festividad de la Pascua.
En cuanto a su adaptación cristiana, según cuenta una leyenda, cuando metieron a Jesús al sepulcro, había dentro de la cueva un conejo escondido que, muy asustado, veía cómo toda la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había muerto. El conejo se quedó ahí viendo el cuerpo inerte cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada, no salía de su asombro y se preguntaba quién sería ese señor a quien querían tanto todas las personas. Así pasó mucho rato viéndolo, todo el día y toda una noche, cuando de repente vio algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que lo habían envuelto. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva ¡más vivo que nunca! Entonces, el conejo comprendió que Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar al mundo y a todas las personas que lloraban que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había resucitado. Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, símbolo de la vida y la abundancia, las personas entenderían el mensaje de alegría y esperanza, de manera que así lo hizo. Y cuentan que desde entonces, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordar al mundo que Jesús resucitó y que hay que vivir alegres por ello y los huevos, en lugar de ser consumidos en grandes fiestas como era la costumbre, sólo podían ser comidos después de los 46 días de abstinencia correspondiente a la Cuaresma.
Así mismo, la tradición contaba que un conejo, iba saltando de casa en casa y se le iban cayendo los huevos que traía en su canasta, historia que aprovechaban los padres para esconder los huevitos alrededor de la casa, o en escondites, para que los niños se entretuvieran buscándolos. Esta costumbre simboliza la persecución de Jesús por parte de Herodes y la intervención de Dios para evitar ser encontrado.
En Estados Unidos, dicha costumbre fue introducida por los colonos alemanes que llegaron a Pennsylvania a principios del siglo XVIII. Allí lo llaman "Conejito Primavera" ya que en el juego de esconder los huevos en los jardines o patios, los conejos aparecían por los alrededores debido a que coincidía la fecha con el fin del invierno y la llegada del buen tiempo en Primavera. Curiosamente en los jardines de la Casa Blanca, el día de Pascua se desarrolla una singular carrera de niños que hacen rodar los huevos, quedando como vencedor aquel que llegue más lejos y sin romperlos.
Los primeros conejos de Pascua era huecos, estaban hechos con papel maché y tenían una cabeza desmontable. En el interior se empezaban ya a colocar los primeros huevos que estaban elaborados con azúcar. A partir del siglo XIX, se empezaron a fabricar en Alemania los conejos de chocolate, que junto con los huevos, también de chocolate, se solían regalar en la fecha que nos ocupa. Hoy en día son un espectáculo las composiciones que se realizan en los escaparates de muchas de las tiendas de los países del norte de Europa. Aunque últimamente también podemos observar esa costumbre en nuestro país.
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