viernes, 7 de diciembre de 2012

Correspondencia entre Voltaire y Rousseau



Cuando Rousseau envió a Voltaire el texto de El contrato social, Voltaire reaccionó con los siguientes comentarios: (carta de 30 agosto 1755)


"No se pueden pintar con colores más fuertes los horrores de la sociedad humana, donde nuestra ignorancia y nuestra debilidad se permiten tantas consolaciones. Nunca se ha empleado tanto espíritu para querer convertirnos en bestias. Cuando se lee su obra, se sienten deseos de andar a cuatro patas. Pero tengo ya sesenta años y he perdido el hábito. Siento que por desgracia me es imposible practicarlo. Dejo esta manera natural de ir a aquellos que son más dignos que usted y que yo. Tampoco puedo embarcarme para ir a encontrar los salvajes de Canadá precisamente porque las enfermedades que he acumulado me retienen cerca de los grandes médicos de Europa y que no encontraría la misma seguridad entre los (indios) misuris. En segundo lugar, la guerra ha llegado a esos países y que los ejemplos de nuestras naciones han convertido a los salvajes en casi tan malos como nosotros (...)Yo me limito a ser un salvaje apacible en la soledad que he elegido en vuestra patria, donde usted debería estar. Estoy de acuerdo con usted en que las bellas artes y las ciencias han causado mucho mal(...)Los enemigos de Tasso hicieron de su vida un tejido de desgracias; los de Galileo le hicieron gemir en la prisión a los setenta años de edad, por haber conocido el movimiento de la tierra, y aún más vergonzoso fue que le obligaran a retractarse. Desde que vuestros amigos habían comenzado el Diccionario enciclopédico, los que osaron ser sus enemigos los tildaron de teístas, ateos e incluso de jansenistas (...)Pero de todas las amarguras expandidas sobre la tierra, éstas no son las más funestas. Las espinas pegadas a la literatura y un poco de reputación no son más que flores en comparación con los males que desde todos los tiempos han inundado la tierra (...) Debéis confesar que ni Cicerón, ni Varrón, ni Lucrecia, ni Virgilio, ni Horacio han tomado la menor parte en los destierros. Mario era un ignorante, el bárbaro Syllas, el crapuloso Antonio, el imbécil Lipide (Marco Antonio Lépido) leyeron poco a Platón y a Sófocles..."."...Confesad que ni Petrarca ni Boccacio hicieron nacer los problemas de Italia"."Confesad que la retórica de Marot no ha producido (la matanza de) Saint Bartolomé y que la tragedia del Cid no causó los problemas de la Fronda (...) Los grandes crímenes no han sido cometidos más que por célebres ignorantes. Lo que ha convertido, y convertirá, este mundo en un valle de lágrimas es el insaciable deseo y el indomable orgullo de los hombres (...) Las letras alimentan el alma, la rectifican, la consuelan, ellas le sirven (...) Señor, en el tiempo en que usted escribía contra ellas, usted era como Aquiles que se levanta contra la gloria, o como P. Malebranch cuya imaginación brillante escribía contra la imaginación (...)Si alguien debiera quejarse de las letras soy yo, ya que en todos los tiempos y en todos los lugares ellas han servido para perseguirme, pero hay que amarlas a pesar de los abusos que se han cometido, como hay que amar la sociedad donde los hombres malos corrompen las dulzuras, como hace falta amar la patria, aunque en ella surjan injusticias, como hace falta amar al ser supremo, a pesar de las supersticiones y los fanatismos que deshonran tan frecuentemente el culto".


De la respuesta de Rousseau (de 10 de septiembre de 1755) a la carta de Voltaire (de 30 agosto de 1755), entresacamos los párrafos más significativos:

"Sabed que yo no aspiro a restableceros en vuestra bestialidad, aunque por mi parte lamento lo poco que he perdido de ella. En cuanto a usted se refiere, señor, este retorno sería un milagro tan grande a la vez y tan nocivo que correspondería a Dios hacerlo y al Diablo desearlo(...)No se sienta tentado a recaer en cuatro patas. Nadie en el mundo lo logrará menos que usted (...)Acepto todas las desgracias que persiguen a los hombres célebres en las letras. Incluso acepto todos los males correspondientes a la humanidad y que parecen independientes de nuestros vanos conocimientos. Los hombres han abierto sobre sí mismos tantas fuentes de miseria que, cuando el azar se vuelve contra alguno, no deja de ser poco afectado (...)Por otra parte, hay en el progreso de las cosas relaciones escondidas que el hombre vulgar no percibe pero que no escapan al ojo del sabio cuando éste reflexiona. No son ni Terencio, ni Cicerón, ni Virgilio, ni Séneca, ni Tácito, no son ni los sabios ni los poetas quienes producen los males de Roma y los crímenes de los romanos, sino que son los venenos lentos y secretos que van corrompiendo poco a poco al más vigoroso de los gobiernos que conoce la historia""El gusto de las artes y las letras nace en un pueblo de un vicio interior que aumenta. No es cierto que todos los progresos humanos sean perniciosos a la especie. Son el espíritu y el conocimiento los que aumentaron nuestro orgullo y multiplicaron nuestros desvíos, aceleraron nuestros males, pero llega un tiempo en el que el mal alcanza tal grado que las causas mismas que lo hicieron nacer son necesarias para poder impedir que aumente (...)
En cuanto a mi se refiere, si yo hubiera seguido mi primera vocación y no hubiera leído y escrito, yo habría sido más feliz sin duda alguna; sin embargo sin las letras se hubieran mantenido aniquiladas, yo me hubiera privado del único placer que me queda. Es en su seno que yo me consuelo de todos mis males; es entre aquellos que las cultivan que yo gusto de la dulzura de la amistad y que aprendo a gozar de la vida sin temor a la muerte.
 (...)Si buscamos la fuente primera de los males de la humanidad, encontraremos que todos los males de los hombres provienen más del error que de la ignorancia y que lo que no sabemos nos molesta menos que lo que creemos saber. ¿y que conduce a correr de error en error que no sea el furor de saberlo todo? (...)     Si no se hubiera pretendido saber que la tierra no giraba, no se hubiera castigado a Galileo por haber dicho que giraba. Si los filósofos no hubieran reclamado este título, no habrían sido perseguidos los enciclopedistas
(...)No me sorprende encontrar que las espinas son inseparables de las flores que coronan los grandes talentos.
(...)Aprecio vuestra invitación y, si este invierno me deja en condiciones para ir en primavera a mi patria, aprovecharé vuestra bondadosa invitación, pero preferiré beber el agua de vuestra fuente que la leche de vuestras vacas, y en cuanto a las hierbas de vuestro vergel, temo que no encontraré otra cosa que lotos, que no son pasto para las bestias, Y la Moly (hierba mágica, de raíz negra y flores blancas, que es mencionada en la mitología griega) que impide que los hombres se hagan (demasiado) humanos".

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