miércoles, 21 de noviembre de 2012

Párrafos de "Tuareg" - Alberto Vázquez Figueroa



"Era un mar de cuerpos de mujeres desnudas, tumbadas al sol, con la piel dorada, a veces cobriza y hasta roja en las crestas de las cumbres más viejas, pero eran cuerpos inmensos, con pechos quesuperaban a veces los doscientos metros de altura, traseros de un kilómetro de diámetro, y largas piernas, inacabables piernas, inaccesibles piernas, por las que los camellos ascendían pesadamente, resbalando, chillando y mordiendo, amenazando a cada instante con flanquear y caer redondos hasta el pie de la duna para no levantarse más y concluir devorados por la arena"

"La noche había cerrado sobre la llanura pedregosa, la primera hiena rió a lo lejos y tímidas estrellas parpadearon en un cielo que pronto se cuajaría de ellas, en un portentoso espectáculo que nunca se cansaba de admirar, pues eran, quizás, esas estrellas de las noches en calma, las que le ayudaban a continuar en la brecha tras todo un largo día de calor, tedio y desesperanza. "Los tuareg pinchan con sus lanzas las estrellas, para alumbrar con ellas los caminos..." Era un hermoso dicho del desierto; nada más que una frase, pero quien la inventó conocía bien aquellas noches y aquellas estrellas, y sabía lo que significaba contemplarlas durante horas tan de cerca. Tres cosas le fascinaron desde niño: una hoguera, el mar rompiendo contra las rocas de un acantilado, y las estrellas en un cielo sin nubes. Mirando el fuego se olvidaba de pensar; mirando el mar se sumergía en los recuerdos de su infancia, y contemplando la noche se sentía en paz consigo mismo, con el pasado, el presente, y aún casi en paz con su propio futuro"

"Gacel conocía bien a los guías tuareg y le constaba que cuando uno de ellos equivocaba el rumbo, persistía en su error hasta sus últimas consecuencias, porque ese error significaba haber perdido por completo la noción del espacio, las distancias y el punto en que se encontraba, y ya no le quedaba otra solución que buscar la salvación en continuar adelante y confiar en que su instinto le guiara hasta el agua. Los guías tuareg odiaban cambiar de ruta si no estaban plenamente convencidos de que sabían hacia dónde se dirigían, pues, por tradición sabían, desde siglos atrás, que nada hay peor en el desierto, y nada agota y desmoraliza más a los hombres, que vagar de un lado a otro sin destino concreto. Por ello, sin duda, el guía de la “Gran Caravana”, cuando por alguna circunstancia que nunca conocería nadie, se descubrió de pronto inmerso en el desconocido universo de “la tierra vacía”, debió optar por seguir su rumbo, confiando en que Alá hiciera el camino mucho más corto de lo que era en realidad."

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.