jueves, 15 de noviembre de 2012

Lautreamont.- Cantos de Maldoror



"Cuando estés en cama y oigas los ladridos de los perros en el campo, ocúltate bajo los cobertores; no te burles de lo que hacen: tienen sed insaciable de infinito, como tú, como yo, como todos los otros humanos..."


"¿Quién es ese ser, allá, en el horizonte, que osa acercárseme, sin miedo, con saltos torcidos y atormentados? ¡Qué majestad unida a una serena dulzura! Su mirada, aunque dulce, es profunda. Sus párpados enormes juegan con la brisa y parecen vivir. Me es desconocido. Al mirar sus ojos monstruosos, mi cuerpo tiembla, por primera vez desde que he mamado los pechos secos de lo que se llama una madre. Tiene como una aureola resplandeciente a su alrededor. Cuando ha hablado todo quedó en silencio en la naturaleza y tuvo un gran escalofrío. ¡Qué hermoso es! Me cuesta decirlo. Debes de ser poderoso pues tu semblante es más que humano, triste como el universo, bello como el suicidio.

Te aborrezco tanto como es posible, y prefiero ver a una serpiente desde el comienzo de los siglos en torno a mi garganta, antes que ver tus ojos…"

"Bella como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección."

“Una vez fuera de esta vida efímera, quiero que estemos abrazados durante la eternidad; no formar más que un solo ser, y mi boca pegada a la tuya. Aun así, mi castigo no será completo. Entonces, tú me desgarrarás sin detenerte nunca, con los dientes y con las uñas a la vez. Adornaré mi cuerpo de guirnaldas perfumadas para ese holocausto expiatorio, y sufriremos ambos, yo de ser desgarrado y tu de desgarrarme… mi boca pegada a la tuya.”

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