Versión de 1802
“Llamo clásico a lo que es sano y romántico a lo que es enfermizo”. (Goethe)
Johann Heinrich Füssli fue un pintor suizo establecido en Gran Bretaña, de estilo manierista y a caballo entre el neoclasicismo y el romanticismo, aunque la realidad es que es un autor de muy difícil clasificación. En sus imágenes confluyen corrientes que provienen de las tradiciones clasicista y manierista con otras que son específicas de la pintura inglesa y nórdica, reflejando una concepción de lo sublime que se manifiesta en el arte y la literatura inglesas del siglo XVIII. En su estancia en Italia alcanzó su estilo definitivo, basado en el manierismo, con rasgos clasicistas, pero más dramáticos que los de sus contemporáneos. Su apasionamiento, emocionalismo y subjetividad —lo que llamamos «romanticismo»— llevó su estilo hacia lo irracional. La obra de Füssli tiene un marcado carácter teatral, no sólo por los temas, sino por su sentido plástico de las imágenes, en cuya representación huye de la perspectiva renacentista. Las formas de sus figuras se apartan de las reglas de las lecciones de anatomía y dan lugar a nuevas criaturas fantásticas y sensuales.
Temáticamente, pese a su establecimiento en Inglaterra, Füssli representa un sentido del romanticismo plenamente alemán: su mundo nocturno y terrorífico es paralelo al del «romanticismo oscuro» de Novalis, Hölderlin, Jean Paul y Hoffmann. Todo ello sitúa a Füssli como una figura fundamental para la transición entre el neoclasicismo y el romanticismo, y como uno de los artistas pioneros en la exploración de lo irracional, hecho por el que algunos historiadores del arte lo comparan con Goya. Aunque poco después de su muerte su obra cayó en un relativo olvido, su figura fue reivindicada por los expresionistas y surrealistas, que lo consideraron un predecesor.
El artista realizó varias versiones sobre esta obra que nos ocupa, La Pesadilla, siendo la más famosa la de 1781, perteneciente al Institute of Arts de Detroit; otra, de 1790-91, se encuentra en el Goethes Elternhaus de Fráncfort del Meno.
Para crearla, se inspiró en el Sueño de Hécuba de Giulio Romano —o bien en el Sueño de Rafael, de Marcantonio Raimondi—. En él vemos una mujer dormida poseída por un íncubo, demonio que se presenta en sueños de tipo erótico, apareciendo en segundo plano la cabeza de un caballo de aire fantasmal que contempla la escena. La fisonomía de la mujer pintada corresponde a Anna Landoldt, sobrina de su amigo Johann Caspar Lavater, por la que el pintor sentía una gran pasión. Cabe remarcar que en el reverso del cuadro figura una composición titulada Retrato de una mujer joven, posiblemente Anna. Según algunos autores “La pesadilla” tendría su origen en la no correspondida pasión del artista por dicha joven suiza. Se trata de una figura hermosa pero fría, tocada con un elaborado peinado y con un extraño detalle: la mano izquierda inacabada recuerda más a una garra que a una extremidad humana: ¿rencor, desesperación, deseo? La figura femenina está entregada a un profundo sueño, al que ha ido abandonando su cuerpo en una clara postura de recepción sexual. Aparece como oprimida, poseída por el extraño ser, identificado con un íncubo, que está sentado sobre su pecho. Al fondo surge de entre los cortinajes la cabeza de un caballo cuyas enormes órbitas dilatadas reflejan su estado de excitación. Si el diablo está relacionado con el instinto, el deseo y la perversión, el caballo es, asimismo, un símbolo sexual masculino, asociado frecuentemente con el demonio, las pesadillas y el sexo.
Versión 1790
La obra de Füssli presenta un aspecto contradictorio: mientras la superficie del cuadro, la técnica, nos hablan de mesura y contención, las tintas frías y dramáticas y el mundo de sus personajes nos sumergen en un mundo fascinante y horrible, fiel expresión de la poética, tan británica, de lo sublime. Su atmósfera de ensueño, su alusión al mundo de íncubos y demonios de la tradición inglesa, el aire de un erotismo de pesadilla, convierten esta obra en un antecedente del surrealismo –como en las visiones nocturnas de Paul Delvaux–.
Füssli recrea en esta obra un mundo nocturno y teatral, con fuertes contrastes lumínicos, que inspirará toda la imaginería satánica del siglo XIX. Su título en alemán, Nachtmahr, era el nombre del caballo de Mefistófeles.
En conclusión, este cuadro es una síntesis del mundo fantástico, erótico, perverso y, en fin, “sublime”, de Fuseli, aunando sus temas preferidos: satanismo, horror, miedo, soledad, erotismo
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