"Monsieur mon très cher père, (...) Los franceses son, y siguen siendo, unos verdaderos asnos: no saben hacer nada; necesitan que se lo hagan los extranjeros. Hablé con Piccini, en el Concert Spirituel.. Es muy amable conmigo, y yo lo soy con él... cuando nos encontramos así, por casualidad...
Por lo demás no he hecho amistades... ni con él ni con otros compositores... Yo me dedico a lo mío... y ellos se dedican a lo suyo... Y eso basta. Ya le he dicho a usted que mi Sinfonía tuvo un éxito incomparable en el Concert Spirituel…Si consigo que me encarguen una ópera tendré bastantes preocupaciones... Pero no me importaría mucho, porque ya me he ido acostumbrando. ¡Si al menos esta maldita lengua no fuera tan abominable para la música! ¡Es una lástima!... El alemán, en comparación, es divino. Y luego, esos cantantes y esas cantantes... No habría que llamarlos así: si es que no cantan; chillan, aúllan... a pleno pulmón, por nariz y garganta (...) Adiéu. Le beso 100.000 veces las manos, abrazo a mi hermana de todo corazón, y soy su hijo obedientísimo. "
W.A.M.
Viena, 9 de mayo de 1781
"Mon très cher
père! ¡Todavía estoy lleno de cólera!... y usted, mi excelente, mi queridísimo
padre, lo estará sin duda conmigo... Se ha puesto a prueba mi paciencia durante
tanto tiempo. Hasta que al final no ha podido más. Ya no tengo la desgracia de
estar al servicio del soberano de Salzburgo... Hoy ha sido un día de felicidad
para mí. Escuche. Por dos veces ya, ese... no sé cómo debo llamarlo... me ha
dicho a la cara las mayores tonterías e impertinencias, de tal calibre que no he
querido escribírselas y así evitarle a usted el trago... y por tenerle siempre a
usted ante los ojos, amado padre, no me he vengado allí mismo. Me ha llamado
bribón, y disoluto... me ha dicho que me fuera al diablo... Y yo... lo he
soportado todo. Me daba III cuenta de que no sólo era mi honor, sino también el
de usted el que era herido... pero... usted lo quería así...: me callé... y
ahora escuche...
Hace ocho días subió de improviso el mensajero y me dijo
que me largara en aquel mismo instante... todos los demás habían sido avisados
la víspera, solamente yo no... Así que recogí deprisa todas mis cosas en el
cofre y... la anciana Madame Weber tuvo la amabilidad de ofrecerme su casa. Allí
tengo una bonita habitación y estoy entre gentes serviciales, que están a mi
disposición para todo aquello que a menudo se requiere rápidamente y que a uno
le falta cuando vive solo (...) Hoy, cuando me presenté allí, los ayudas de
cámara me dijeron que el Arzobispo quería darme un paquete para que me lo
llevara... Pregunté si era urgente. Me contestaron que sí, y de una gran
importancia (...) Cuando me presenté ante él, lo primero que dijo fue: «Bueno,
¿cuándo se marcha este chico?» «Yo quería (le contesté) marcharme esta noche,
pero no había ninguna plaza libre...». Entonces él siguió, de sopetón: ...que
soy el mequetrefe más gandul que conocía...; que nadie le ha servido peor que
yo...; que me aconseja que me vaya hoy mismo, de lo contrario escribirá para que
me supriman el sueldo. Imposible que yo dijera una palabra: aquello crecía como
un incendio.
Yo escuchaba todo aquello con calma... Me ha mentido a la cara
al hablar de 500 florines de sueldo... Me ha llamado canalla, piojoso,
cretino... ¡Oh!, no podría contarle a usted todo. Por fin, como la sangre ya me
hervía demasiado, le digo: «Entonces, ¿Su Alteza no está contento conmigo?»
«¡Cómo! ¿Quiere amenazarme este cretino? ¡Ahí está la puerta! ¡Con semejante
bribón no quiero volver a tener nada que ver!»... Para acabar, volví a
intervenir: «¡Y yo con vos tampoco!» «¡Entonces, fuera!» Y yo, al retirarme:
«Como quedamos así, mañana recibirá mi dimisión por escrito.» Dígame, pues,
amadísimo padre, si no lo dije más bien demasiado tarde que demasiado pronto.
Ahora escuche... mi honor es para mí lo más importante, y sé que para usted es
también así...
No se preocupe en absoluto por mí... Estoy tan seguro de mis
asuntos de aquí que me hubiera marchado sin tener la menor razón. Ahora que ya
tengo una razón, y hasta tres..., ya no tengo nada que ganar esperando. Au
contraire, he sido por dos veces un simple cobarde... ¡ya no podía serlo una
tercera vez! Mientras el Arzobispo esté aquí, no daré ningún concierto... La
creencia que usted tiene de que así quedo mal con la nobleza y con el mismo
Emperador es radicalmente errónea. Aquí el Arzobispo es odiado, sobre todo por
el Emperador -precisamente una de las razones de su cólera es que el Emperador
no le haya invitado a Luxenburgo-.
Le enviaré a usted algún dinero con el
próximo correo, y así se convencerá de que aquí no me muero de hambre. Por lo
demás, le ruego que esté contento, porque es ahora cuando comienza mi fortuna, y
espero que mi fortuna será también la suya... Escríbame, en clave, que está
usted satisfecho de todo ello -y ciertamente puede estarlo-, pero aparente que
me riñe usted severamente, de modo que no pueda reprocharle a usted nada...
(...) No me envíe usted más cartas a la Deutsches Haus, ni paquetes. No quiero
saber nada de Salzburgo... Odio al Arzobispo hasta el frenesí. Adieu... Le beso
1.000 veces las manos, abrazo a mi querida hermana de todo corazón y soy para
siempre su hijo obedientísímo. "
WOLFGANG AMADEUS MOZART
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