Ficha de la película
A medio camino entre el cine de detectives y el de terror el director Alan Parker realizó en 1987 está inquietante película en donde se representa de manera muy acertada un descenso a los infiernos, una búsqueda que llevará a un hombre a descubrir cosas que pondrán en juego no solo su vida, sino su propia alma.
Harry Angel, un magnifico Mick
ey Rourke antes de llegar a lo que se ha convertido hoy día, es un despreocupado detective especializado en divorcios y fraudes al que la búsqueda del misterioso Johnny Favourite le viene algo grande, sin embargo la avaricia de los honorarios que cobrará (al principio 125 para luego pasar a 5000 dólares) hace que acepte el caso. Así pues tendríamos la trama policíaca del detective y su investigación a través de personas que conocieron a Favourite y que resultarán muertas en circunstancias no muy normales, y que nos encauza al terreno de lo sobrenatural. Un terreno que pisa la película a través del vudú y de ritos religiosos bastante macabros, dentro de un ambiente en donde predominan habitaciones con ventiladores que se entrecortan cambiando continuamente de dirección y que simbolizan la vida de las personas que viven en dichas estancias. La utilización que hace Parker de dichos elementos es de lo más reivindicativo, pues consigue una atmósfera inquietante que rodea cada secuencia en que aparecen, y que remarca con la acertada música de Trevor Jones.
El montaje de la película es muy interesante, introduciendo en momento oportunos la imagen ensombrecida de un ascensor al que entra un hombre y que se pone en marcha para ir descendiendo. Momento para recordar el inteligente uso que hace al montar paralelamente el baile de claque de un niño en la calle con la imagen de Angel en la casa de la antigua amante de Favourite (Charlotte Rampling) al ritmo de un latir que lo lleva a descubrir algo espeluznante y que pondrá fin a todo sonido.
Las imágenes desagradables no están exentas en el film, sino que las contemplamos en toda su crueldad (bueno, una por suerte no, sería muy fuerte). Incluso se produce un acto vil y cruel que descubrimos en la secuencia final de la película cuando nuestro detective ha atado todos los cabos.
Sin embargo esta película será recordada porque, para mi opinión, tiene uno de las mejores representaciones del diablo que nos ha dado el cine. El cliente de Angel, el señor Louis Cyphre no es otro que el mismísimo Anticristo (si bien su propio nombre humano es un chiste barato como bien le dice Angel), que ha venido para cobrar la deuda que tenía con Favourite: el alma de este le pertenece. La presencia del Diablo en el film no es monstruosa ni abominable, sino todo lo contrario. Su presentación es mediante un plano detalle de sus dedos con largas uñas dando vueltas a su inseparable bastón para luego pasar a un plano más abierto en donde descubrimos a un elegante hombre con barba y coleta. Cada secuencia en que aparece la película alcanza otro nivel, y cuando no está en pantalla lo tenemos en mente, es el ser omnipresente que rodea lo que le ocurre a Angel en su turbulenta búsqueda. Puede que me gusté tanto las apariciones del Señor del Infierno porque le da vida Robert De Niro, quien al contrario que Nicholson en “Las Brujas de Eastwick” donde daba rienda suelta a sus histrionismo o a Pacino que lo representaría años después en “Devil´s Avocate” y al que se le iba un poco la pinza al final del estimable film, De Niro construye su Diablo por medio de la calma, sin apenas moverse, consiguiendo intimidar al más pintado. Sus apariciones se resumen en cuatro de las cuales son memorables dos: la que tiene lugar en una cafetería y donde a medida que va rompiendo la cáscara de un huevo hace un símil entre este y el alma, y la que tiene lugar en una Iglesia y que no deja de tener su gracia. El enfrentamiento final, y donde se descubre todo, podría haber sido más memorable si no se hubiera caído en lo típico que es asustar al personal “pintando” los ojos a De Niro para que dé más miedo (ya puestos podrían haberle puesto cuernos y cola), aunque puede tener explicación para reforzar el plano final antes de los créditos.
El título “El Corazón del Ángel” hace referencia a Angel, nuestro protagonista, como también podría hacerlo a un Ángel caído, un Ángel que no se ha enfrentado a Dios, sino a Satanás, al que ha intentado engañar por medios inimaginables, pero al que se le ha olvidado el famoso dicho de que “El Diablo sabe más por viejo que por diablo”, y que debe prepararse para pagar la deuda pendiente que tiene. Una deuda que lo conducirá en un ascensor ensombrecido al infierno.
El montaje de la película es muy interesante, introduciendo en momento oportunos la imagen ensombrecida de un ascensor al que entra un hombre y que se pone en marcha para ir descendiendo. Momento para recordar el inteligente uso que hace al montar paralelamente el baile de claque de un niño en la calle con la imagen de Angel en la casa de la antigua amante de Favourite (Charlotte Rampling) al ritmo de un latir que lo lleva a descubrir algo espeluznante y que pondrá fin a todo sonido.
Las imágenes desagradables no están exentas en el film, sino que las contemplamos en toda su crueldad (bueno, una por suerte no, sería muy fuerte). Incluso se produce un acto vil y cruel que descubrimos en la secuencia final de la película cuando nuestro detective ha atado todos los cabos.
Sin embargo esta película será recordada porque, para mi opinión, tiene uno de las mejores representaciones del diablo que nos ha dado el cine. El cliente de Angel, el señor Louis Cyphre no es otro que el mismísimo Anticristo (si bien su propio nombre humano es un chiste barato como bien le dice Angel), que ha venido para cobrar la deuda que tenía con Favourite: el alma de este le pertenece. La presencia del Diablo en el film no es monstruosa ni abominable, sino todo lo contrario. Su presentación es mediante un plano detalle de sus dedos con largas uñas dando vueltas a su inseparable bastón para luego pasar a un plano más abierto en donde descubrimos a un elegante hombre con barba y coleta. Cada secuencia en que aparece la película alcanza otro nivel, y cuando no está en pantalla lo tenemos en mente, es el ser omnipresente que rodea lo que le ocurre a Angel en su turbulenta búsqueda. Puede que me gusté tanto las apariciones del Señor del Infierno porque le da vida Robert De Niro, quien al contrario que Nicholson en “Las Brujas de Eastwick” donde daba rienda suelta a sus histrionismo o a Pacino que lo representaría años después en “Devil´s Avocate” y al que se le iba un poco la pinza al final del estimable film, De Niro construye su Diablo por medio de la calma, sin apenas moverse, consiguiendo intimidar al más pintado. Sus apariciones se resumen en cuatro de las cuales son memorables dos: la que tiene lugar en una cafetería y donde a medida que va rompiendo la cáscara de un huevo hace un símil entre este y el alma, y la que tiene lugar en una Iglesia y que no deja de tener su gracia. El enfrentamiento final, y donde se descubre todo, podría haber sido más memorable si no se hubiera caído en lo típico que es asustar al personal “pintando” los ojos a De Niro para que dé más miedo (ya puestos podrían haberle puesto cuernos y cola), aunque puede tener explicación para reforzar el plano final antes de los créditos.
El título “El Corazón del Ángel” hace referencia a Angel, nuestro protagonista, como también podría hacerlo a un Ángel caído, un Ángel que no se ha enfrentado a Dios, sino a Satanás, al que ha intentado engañar por medios inimaginables, pero al que se le ha olvidado el famoso dicho de que “El Diablo sabe más por viejo que por diablo”, y que debe prepararse para pagar la deuda pendiente que tiene. Una deuda que lo conducirá en un ascensor ensombrecido al infierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.