"La commedía all'italiana terminó cuando los directores dejaron de tomar el autobús"
Nombrar a Mario Monicelli es lo mismo que decir "Commedia all'italiana", evidentemente con mayúsculas; de hecho suyas son algunas de las más geniales creaciones dentro de este género del gran cine italiano de los años 50 y 60. No sé durante cuanto tiempo utilizaría Don Mario el transporte urbano, pero no debió ser poco. Era aquel un cine para el que resultaba esencial estar con la gente, en la calle, en el mercado, en la plazas, en los bares y empaparse de todo para después poder reírse con propiedad de aquella caótica realidad italiana. Monicelli empezó en el mundo del cine como guionista, llegando a estar nominado al Oscar en dos ocasiones en esta categoría, pero lo que de verdad lo elevó al altar cinematográfico fueron sus películas.
Monicelli encontraba en la comedia la esencia de la realidad, de la propia vida diaria y era un gran admirador de Buster Keaton y de Charles Chaplin, cómicos a los que consideraba: "la voz de los perdedores que se eleva contra las normas sociales". Con estas premisas, Monicelli necesitaba su propio personaje cómico para sus películas, y así surge Totó, con el que hizo ocho películas. Totó, tan poquita cosa físicamente y con ese nombre tan escueto ya llamaba a la risa, sobre todo cuando su nombre real era: Antonio Focas Flavio Angelo Ducas Comneno di Bisanzio De Curtis Gagliardi. De este cómico decía Monicelli: "Era muy particular. Un gran mimo, movía todo el cuerpo además de la cara. Los grandes actores recitan con el cuerpo, trabajan la entonación y el cuerpo...".
Monicelli empieza a dar muestras de su talento con obras como "Vida de perros" o "Guardias y ladrones" con ese policía gordinflón, el sargento Bottoni (Aldo Fabrizi) que persigue incansablemente al pobre y delgado Totó en una película que sería premiada en Cannes. Eran como ll gordo y el flaco pero a la italiana. Pero el verdadero boom llega con "Rufufú" en 1958, una verdadera delicia de película donde con un humor e imaginación increíbles, parodia casi paso por paso la película de Jules Dassin titulada "Rififi" una de las cumbres del cine a mi entender, donde se planea y lleva a cabo un robo totalmente milimetrado, pero que en Rufufú se desarrolla con las connotaciones propias de los italianos, falta de medios, muchas pretensiones, improvisación, y ese estilo chapuza puro y duro que a veces gastamos los latinos. La referencia española podría ser "Atraco a las tres" con Gracita Morales de Femme Fatale... con eso está dicho todo.
El resultado es una película esplendorosa y tan buena como aquella sobre la que se quería ironizar. Si uno ha visto previamente Rififi, aún disfruta más de Rufufú. Es comparar a las claras como es la idiosincrasia de los franceses, ingleses o alemanes con la de los italianos y españoles -sí, tenemos mucho en común españoles e italianos, por eso nos reconocemos tan fácilmente en sus comedias-. Monicelli siempre se rodeó de buenos actores y en esta película por ejemplo se ayudó de talentos como: Vittorio Gassman al que con esta película invitó a mostrar su insospechada vis cómica, el omnipresente Marcello Mastroianni, Totò y la espectacular Claudia Cardinale.
Sobre la película recordaba Monicelli: "Nuestra mirada era así. Sarcasmo, ironía. El humor es la forma más penetrante de mirar. Un bisturí que va al fondo de las cosas. La comedia a la italiana surgió al contar argumentos muy dramáticos con humor".
Después vendría la que para muchos es su obra maestra "La gran guerra" (1959) donde muestra bien a las claras lo absurdo de la guerra, lo cobardicas que algunas veces pueden llegar a ser los italianos cuando no entienden el porqué de una guerra, pero también su capacidad para un último gesto honorable. Monicelli decía del film: "Pusimos un espejo delante de los italianos para reflejar su lado más innoble". Y es que los inmensos Alberto Sordi y Vittorio Gassman buscaban cualquier excusa para justificar su miedo:
-Esta no es mi guerra- dice Busacca (Gassman)- Mi guerra es contra los aprovechadores, los embaucadores, las malas bestias. Y a esos se les puede encontrar tanto en Alemania como en Austria, en todos sitios.
-Es cierto, la patria necesita obreros, y no muertos. Y yo tengo grandes intenciones de hacer grandes cosas por la patria - afirma Jacovacci (Sordi).
-¿Qué oficio tienes? - pregunta Busacca.
-Soy peluquero.
A continuación llegaría la que para mi es una de sus mejores películas "I compagni" (Los camaradas) que para nada es una comedia y retrata los inicios de los movimientos obreros de huelga y en la que se encierra una de las actuaciones más espectaculares de Marcello Mastroianni. Peliculón del quince este (quien no la haya visto está perdiendo el tiempo). La seguirían "La armada Brancalone" (1966) o "La chica con la pistola" (1968), donde Monica Vitti se despoja de toda aquella carga dramática de Antonioni y empieza a mostrarse como una gran actriz de comedia. Se podrían citar un buen puñado más de grandes películas pero mejor parar.
La visión que Monicelli tenía del cine, de su cine, puede resumirse en sus propias palabras:
"La comedia fue para nosotros la mirada natural. Sarcasmo, ironía. El humor es la forma más penetrante de mirar. Pero para bromear sobre algo hay que conocerlo muy bien. Y hay que meditar mucho para llegar al humor. La condición humana es de los que sufren, los que pierden, los que son explotados y tratan de liberarse de su amo. No hace falta adoptar un tono serio o grave para hablar de ello: a mí me gusta la gente que batalla con alegría, con ironía, en compañía"
"No éramos conscientes de la importancia de lo que estábamos haciendo. Era una vida dura. Los horarios no son como los de ahora. Te levantabas al alba y trabajabas de siete a siete. Llevábamos pan con salami y eso comíamos. Durante 15 años fuimos el centro de la creatividad, duró un par de generaciones"
"No teníamos pretensiones, aunque es cierto que sin quererlo, hacíamos política. Pero luego llegaron los críticos y organizaron teorías, buscaron significados, intelectualizaron la comedia, lo que en sí mismo es una contradicción"
Hay quien dice que la peor herencia que puede dejar un padre a sus hijos es su propio suicidio, que estos terminarán por encontrar en él, como sus padres, la solución a los problemas, la salida a las encerronas de la vida que no supieron encontrar por otra vía. Y si bien es cierto que tardó lo suyo, Monicelli dio por terminada su vida a los 95 años, suicidándose como su padre. En 2010 se tiró de la quinta planta de un hospital en el que había sido ingresado por un cáncer de próstata en fase terminal. No es precisamente un buen final para una comedia. Y es que la vida más que una comedia, las más de las veces es todo un drama.
Un trocito de Rufufú:
Las imágenes han sido tomadas de las siguientes páginas:
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