Ayer comentábamos en la entrada que le dedicábamos a Balzac, que este escritor solía "estar a la cuarta pregunta", una expresión popular con la que se hace referencia a la falta de dinero, pero ¿de dónde viene tan curiosa expresión?
Parece ser que antiguamente, en los interrogatorios judiciales, se formulaban necesariamente al imputado una serie de preguntas siempre en el mismo orden. En primer lugar se le preguntaba por su nombre y edad, después por su lugar de nacimiento y domicilio, seguían por su religión y su estado civil y finalmente y en cuarto lugar por sus bienes y rentas. Por supuesto todos los imputados, en caso de que no lo fuera ya, intentaban aparentar un patrimonio lo más exiguo posible y declaraban que no disponían de bienes y rentas y que su menudo patrimonio provenía únicamente de su trabajo. Intentaban con ello evitar ser embargados en caso de una resolución desfavorable. Así cuando en cualquier momento posterior del procedimiento salía a la palestra el asunto del patrimonio del sujeto, este indefectiblemente se remitía a su declaración inicial, osea que estaba "a la cuarta pregunta", sin un real y más tieso que la mojama.
Charlot, al que vemos arriba en una imagen de la película "El chico", no creo que tuviera que mentir mucho a la hora de abordar la incomoda "cuarta pregunta", los bolsillos de sus pantalones serían tan grandes como estos, pero normalmente estaban siempre vacíos. Me pica la curiosidad por saber que contestarían ahora algunos de los trajeados "imputados" que adornan a diario nuestros telediarios.
Cuando hablamos del nacimiento del cine enseguida relacionamos el evento con los hermanos Lumière, Auguste y Louis, hijos de un fotógrafo propietario de una pequeña fábrica de placas y papel fotográfico en Lyon de la que con el tiempo se harían cargo. Ambos hermanos eran sin lugar a dudas excelentes fotógrafos y personas inquietas en todo lo referente al mundo de la imagen y por ende les obsesionaba el dar un paso adelante en la forma de dar vida a las fotografías, pero ¿fueron en realidad los dos hermanos los que al unísono, dieron con la clave para poder proyectar sobre una pantalla, aquellas imágenes que en otros artilugios ya se mostraban en movimiento de forma rudimentaria?
Kinetoscopio de Edison y W.K.L Dickinson
Para los estadounidenses esta discusión no tiene razón de ser y el verdadero inventor del cine no es otro que el prolífico inventor Thomas Alva Edison, hecho que tendría serías consecuencias en los inicios de la explotación comercial del cine. Cierto es que Edison, o más bien y para ser justos, su ayudante William Kennedy Laurie Dickinson, había ideado un ingenio que era un incontestable paso adelante sobre otros aparatos precedentes, el Kinetoscopio, artilugio con el que se lograban exhibir imágenes en movimiento, pero con la limitación de que dichas animaciones solo se lograban en el interior de una caja y solo eran visibles a través de unos binóculos. Ello no fue óbice para que tuviera un gran éxito y se vendiera como rentable curiosidad para ferias y certámenes. Pero aquello, aunque constituyera un avance notable, no era equiparable a la experiencia que hoy tenemos del cine, es decir, a la proyección y visualización de imágenes en movimiento sobre una pantalla. A pesar de estas consideraciones, no es menos cierto que una de estos kinetoscopios llegó a manos de los hermanos Lumière, quienes ya inmersos en la idea de lograr la proyección de las imágenes de una forma más real, y tras estudiar su funcionamiento, se vieron espoleados a descubrir una solución definitiva.
Con respecto a la verdadera paternidad del cinematógrafo, nombre con el que los hermanos Lumière bautizaron a su ingenio (basándose en el nombre que Léon Bouly había dado a un proyecto previo en 1892 y que resultó un fracaso), son esclarecedoras las palabras que Auguste Lumière (1862 - 1954) dijo al respecto:
“Cierta mañana, a finales de 1894, me dirigí a la habitación de mi hermano que, encontrándose indispuesto, debería estar dormido. Sin embargo, me dijo que no había podido conciliar el sueño y que, aprovechando la calma de la noche, se había dedicado a meditar sobre las condiciones necesarias para alcanzar nuestra meta. Me había explicado que consistían en imprimir al cuadro enganchado un movimiento del pie de cabra de una máquina de coser. Los garfios, al hundirse durante la marcha en las perforaciones practicadas en los bordes de la película, debían arrastrar hacia abajo cada imagen, y al retirarse en su movimiento dejar libre el camino para la siguiente. Fue una auténtica revelación, e inmediatamente comprendí que, por mi parte, debía abandonar la solución precaria en que estaba pensando. En una noche, mi hermano Louis había inventado el cine” (citado en "La gran historia del cine" de Terenci Moix)
Supongo que el camino hasta llegar a esta solución definitiva había sido tan arduo, plagado de patentes previas de uno y otro hermano, que aunque la idea definitiva surgió del ingenio de Louis Lumière (1848-1954), su gestación se había fraguado, a fuego lento, en las mentes de ambos, con las discusiones e intercambios de ideas que durante largo tiempo habían mantenido, por lo que no es de extrañar la generosidad de Louis Lumière de considerar a su hermano como co-inventor de aquel aparato que con el tiempo terminaría por revolucionar el mundo del ocio, una gentileza a la que Auguste respondió con las palabras de reconocimiento que antes recogíamos y que arrojaban luz, como un cinematógrafo, sobre la verdadera paternidad del invento.
Después vendría la construcción de un aparato que respondiera a las consideraciones técnicas apuntadas por Auguste Lumière, algo de lo que se encargó Monsieur Carpentier, el mecánico jefe de la fábrica Lumière, El resultado fue una pequeña caja cuadrada de apenas 20 centímetros de lado y 12 de profundidad que alojaba todo el mecanismo fotográfico necesario para proyectar, con la ayuda de una fuente de luz posterior, la cinta cinematográfica que avanzaba por su interior a 16 fotogramas por segundo.
En un mundo donde los avances en este campo eran vertiginosos se imponía la rápida inscripción del invento en el registro de patentes, y este se produjo el 13 de febrero de 1895 con el número 245.032, bajo el epígrafe: "Appareil servant à l'obtention et á la vision des épreves photographiques" o lo que es lo mismo: "Aparato para la obtención y la visión de impresiones fotográficas".
Para que naciera el cine formalmente solo quedaba realizar las primeras filmaciones y que las imágenes tomaran vida a través de sus engranajes y lentes, pero esa es una historia que contaremos otro día.
En este vídeo se puede apreciar claramente el funcionamiento del cinematógrafo:
Se podría llegar a calificar la película "El hombre tranquilo" como una película tierna, amable, que se ve siempre con una sonrisa en los labios, incluso Ford la definía "como su primera película de amor" y a pesar de ser todo esto cierto, no lo es menos que la pelea a puñetazo limpio que podemos ver en la misma solo puede ser calificada de "Homérica".
La lucha final entre Sean Thornton (John Wayne) y "Red" Will Danaher (Victor McLaglen) por la dote de la maravillosa Mary Kate (Maureen O'Hara) es del todo inolvidable y respecto a la misma existe una curiosa anécdota presente en muchos sitios de la red.
Según cuenta esta leyenda, Jhon Ford quería dar el mayor realismo posible al combate y con ese fin se dirigió a John Wayne y le dijo que McLaglen, a la chita callando, le estaba robando el protagonismo en la película, llevándose la palma en la mayoría de las escenas que compartían y que ufano y consciente de ello no paraba de alardear ante el resto de miembros del rodaje. Evidentemente las palabras de Ford no cayeron en saco roto y el cerebro de Wayne entró en una ebullición ciertamente propicia para una batalla campal. Solo quedaba hacer lo mismo con McLaglen al que contó una milonga parecida para que entrara motivado a rodar la escena de la pelea. Según cuenta esa leyenda la motivación inducida por el genial Ford, aparte de procurarnos una pelea épica para cualquier buen aficionado al cine, tuvo sus efectos colaterales en una conmoción cerebral para McLaglen y dos costillas rotas para Wayne.
La anécdota es sencillamente deliciosa, pero desgraciadamente no he logrado confirmarla en ningún libro, de hecho en uno de ellos (Dirigido Por - Programa doble nº 29 - Javier Coma) se comenta que la pelea se filmó a lo largo de cinco jornadas de trabajo y recoge el testimonio de John Wayne de que durante el combate no se tocaron prácticamente nunca, gracias a que rodaban de acuerdo con un método mediante el cual se utilizaba determinadas angulaciones y emplazamientos de cámara que favorecían la sensación de contacto físico en cada puñetazo cuando en realidad estos únicamente pasaban por delante del rostro del adversario. "No nos tocamos ni una vez, y eso que pegábamos tan fuerte como podíamos" sentenciaba John Wayne. Una verdadera lástima, porque la anécdota era maravillosa.
A pesar de todo, sí que queda acreditado que Ford tenía sus argucias para conseguir reacciones naturales en sus actores. Maureen O'Hara, la pelirroja más arrebatadoramente hermosa de la historia del cine, contaba:
"No importa en qué parte del mundo esté, siempre me preguntan: "¿qué susurraste en el oído de John Wayne al final de "El hombre tranquilo"? Fue idea de Pappy (Ford); era el final que él quería. Me dijo exactamente lo que tenía que decir. Al principio, me negué. Exclamé: "No puedo decirle eso a Duke". Pero Ford quería conseguir una reacción de sorpresa de John, y respondió: "Vas a decirlo". No tenía elección, así que cedí. "Lo haré con una condición: que nunca se repita o se revele a nadie". Así que hicimos un trato. Cuando la escena terminó, los tres hicimos un pacto. Jack y Duke se lo llevaron a la tumba y la respuesta morirá conmigo". (citado en la biografía que Juan Tejero dedica a John Wayne - T&B).
Así que pongan su imaginación a trabajar, sabiendo que antes de la pelea, tras llevarla arrastrando por toda la campiña y tras saber que por fin iba a recuperar su honor, su dote y que su marido era el hombretón que había soñado, la arisca Mary Kate le dijo a Wayne: “Esta noche tendrás la cena preparada”, lo que sonaba a todo menos a cena, sobre todo sabiendo el estricto régimen de cama al que tenía sometido a sufrido Thorton. Igual le dijo que iban a partir la cama otra vez, pero en esta ocasión como mandan los cánones. Sin duda "Homérico".
Ficha de la película:
Título original: The Quiet Man
Año: 1952
Duración: 129 min.
País: Estados Unidos Estados Unidos
Director: John Ford
Reparto: John Wayne, Maureen O'Hara, Barry Fitzgerald, Ward Bond, Victor McLaglen, Jack MacGowran, Arthur Shields, Mildred Natwick
Guión: Frank S. Nugent, John Ford (Historia: Maurice Walsh)