lunes, 4 de marzo de 2013
Mahmoud Darwish.- Lecciones del kamasutra
Con la copa engastada de lapislázuli
la espero,
junto al estanque, el agua de colonia y la tarde
la espero,
con la paciencia del caballo preparado para los senderos de la montaña
la espero,
con la elegancia del príncipe refinado y bello
la espero,
con siete almohadas rellenas de nubes ligeras
la espero,
con el fuego del penetrante incienso femenino
la espero,
con el perfume masculino del sándalo en el lomo de los caballos
la espero.
No te impacientes. Si llega tarde
espérala
y si llega antes de tiempo
espérala,
y no asustes al pájaro posado en sus trenzas.
Espérala,
para que se sienta tranquila, como el jardín en plena floración.
Espérala
para que respire este aire extraño en su corazón.
Espérala
para que se suba la falda y aparezcan sus piernas nube a nube.
Espérala
y llévala a una ventana para que vea una luna bañada en leche.
Espérala
y ofrécele el agua antes que el vino, no
mires el par de perdices dormidas en su pecho.
Espérala
y roza suavemente su mano cuando
poses la copa en el mármol,
como si le quitaras el peso del rocío.
Espérala
y habla con ella como la flauta
con la temerosa cuerda del violín,
como si fuérais dos testigos de lo que os reserva el mañana.
Espérala
y pule su noche anillo a anillo.
Espérala
hasta que la noche te diga:
no quedáis más que vosotros dos en el mundo.
Entonces llévala con dulzura a tu muerte deseada
y espérala...
Traducción del árabe por:
María Luisa Prieto.
Fragmento de "Cien años de soledad" - Gabriel García Márquez
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ (1927/----) - Colombia
CIEN AÑOS DE SOLEDAD -1967- (Fragmento)
“A pesar de que el coronel Aureliano Buendía seguía creyendo y repitiendo que Remedios, la Bella, era en realidad el ser más lúcido que había conocido jamás, y que lo demostraba a cad...a momento con su asombrosa habilidad para burlarse de todos, la abandonaron a la buena de Dios. Remedios, la Bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a cuestas, madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de bramante, y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas había empezado, cuando Amaranta advirtió que Remedios, la Bella, estaba transparentada por una palidez intensa.
—¿Te sientes mal? –le preguntó.
Remedios, la Bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de lástima.
—Al contrario –dijo–, nunca me he sentido mejor.
Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó con toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerinas y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la Bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la Bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria.”
CIEN AÑOS DE SOLEDAD -1967- (Fragmento)
“A pesar de que el coronel Aureliano Buendía seguía creyendo y repitiendo que Remedios, la Bella, era en realidad el ser más lúcido que había conocido jamás, y que lo demostraba a cad...a momento con su asombrosa habilidad para burlarse de todos, la abandonaron a la buena de Dios. Remedios, la Bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a cuestas, madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de bramante, y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas había empezado, cuando Amaranta advirtió que Remedios, la Bella, estaba transparentada por una palidez intensa.
—¿Te sientes mal? –le preguntó.
Remedios, la Bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de lástima.
—Al contrario –dijo–, nunca me he sentido mejor.
Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó con toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerinas y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la Bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la Bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria.”
Esta entrada está tomada de la página del escritor José Manuel Pérez Padilla, que os recomiendo sin reservas que visitéis. Os dejo el enlace: http://www.facebook.com/ PerezPadilla.Novelas?ref=ts &fref=tsVer más
Max Factor, el maquillaje y el cine
Hoy día, para la mayoría de nosotros el nombre de Max Factor tan sólo nos evoca el nombre de una marca comercial de cosméticos, pero en realidad es también el nombre del creador de la compañía, un judío polaco (ruso para otras fuentes) llamado Maksymilian Factorowicz (1877-1938) que posteriormente americanizó su nombre hasta el conocidísimo Max Factor. Tras lograr emigrar a América encontró en la meca del cine una oportunidad excelente para proporcionar sus pelucas y maquillajes teatrales y la cosa fue tan fructífera que terminó por cambiar el rostro de la mayoría de las actrices del cine clásico, para las que logró un método personalizado de maquillaje adaptado a las características faciales de cada actriz (en la foto lo podemos ver estudiando el rostro de una chica) y a la consecución de un tipo de maquillaje que lucía perfectamente en pantalla y las mostraba más luminosas y radiantes en la imagen. Así pronto se encontraron entre las clientes habituales de su salón de belleza en Hollywood Boulevard actrices del calado de Gloria Swanson, Mary Pickford, Pola Negri, Jean Harlow, Claudette Colbert, Bette Davis, Norma Shearer, Joan Crawford o Judy Garland por citar algunas.
Esta aportación al mundo del cine y su trascendencia son perfectamente reseñadas en la biografía novelada que Lucía Guerra le dedica a Carmen Miranda, quien pone en boca de esta actriz el siguiente comentario acerca de Max Factor y sus productos:
"Un par de camarógrafos se puso de inmediato a estudiar los ángulos de su rostro haciéndola adoptar diferentes poses, y los especialistas en cosméticos decidieron elegir, de inmediato, la línea de tonos de aquel nuevo maquillaje liquido que Max Factor había inventado especialmente para la industria del cine. No sé si lo sabrán, pero Max Factor había nacido en Rusia y nada menos que la dinastía de los Romanoff lo había contratado para que hermoseara a las mujeres de la nobleza. Él hacia un trabajo tan extraordinario, figúrense ustedes, que el Zar le prohibió que se casara y…. teniendo que hacerlo en secreto, cansado del maltrato que recibía por ser judío, empezó a maquillarse la cara con una tonalidad amarilla para producir el efecto de que tenía una enfermedad contagiosa; sólo así lo dejaron emigrar a los Estados Unidos…. Max Factor era un verdadero artista. Fue él quien inventó las pestañas postizas, usadas por primera vez… creó el lápiz labial solido para reemplazar la antigua pasta roja que se corría por las comisuras de los labios, y gracias a él, también existe el polvo compacto… En realidad, este señor de anteojos y con el aspecto de un abuelo bondadoso reinventó, literalmente reinventó, los rostros de Marlene Dietrich, la Garbo y Joan Crawford, a quien por puro capricho, le dibujó esa enorme boca de labios sensuales, y por ingenio suyo también el pelo de Jean Harlow…"
Esta aportación al mundo del cine y su trascendencia son perfectamente reseñadas en la biografía novelada que Lucía Guerra le dedica a Carmen Miranda, quien pone en boca de esta actriz el siguiente comentario acerca de Max Factor y sus productos:
"Un par de camarógrafos se puso de inmediato a estudiar los ángulos de su rostro haciéndola adoptar diferentes poses, y los especialistas en cosméticos decidieron elegir, de inmediato, la línea de tonos de aquel nuevo maquillaje liquido que Max Factor había inventado especialmente para la industria del cine. No sé si lo sabrán, pero Max Factor había nacido en Rusia y nada menos que la dinastía de los Romanoff lo había contratado para que hermoseara a las mujeres de la nobleza. Él hacia un trabajo tan extraordinario, figúrense ustedes, que el Zar le prohibió que se casara y…. teniendo que hacerlo en secreto, cansado del maltrato que recibía por ser judío, empezó a maquillarse la cara con una tonalidad amarilla para producir el efecto de que tenía una enfermedad contagiosa; sólo así lo dejaron emigrar a los Estados Unidos…. Max Factor era un verdadero artista. Fue él quien inventó las pestañas postizas, usadas por primera vez… creó el lápiz labial solido para reemplazar la antigua pasta roja que se corría por las comisuras de los labios, y gracias a él, también existe el polvo compacto… En realidad, este señor de anteojos y con el aspecto de un abuelo bondadoso reinventó, literalmente reinventó, los rostros de Marlene Dietrich, la Garbo y Joan Crawford, a quien por puro capricho, le dibujó esa enorme boca de labios sensuales, y por ingenio suyo también el pelo de Jean Harlow…"