Hoy día, para la mayoría de nosotros el nombre de Max Factor tan sólo nos evoca el nombre de una marca comercial de cosméticos, pero en realidad es también el nombre del creador de la compañía, un judío polaco (ruso para otras fuentes) llamado Maksymilian Factorowicz (1877-1938) que posteriormente americanizó su nombre hasta el conocidísimo Max Factor. Tras lograr emigrar a América encontró en la meca del cine una oportunidad excelente para proporcionar sus pelucas y maquillajes teatrales y la cosa fue tan fructífera que terminó por cambiar el rostro de la mayoría de las actrices del cine clásico, para las que logró un método personalizado de maquillaje adaptado a las características faciales de cada actriz (en la foto lo podemos ver estudiando el rostro de una chica) y a la consecución de un tipo de maquillaje que lucía perfectamente en pantalla y las mostraba más luminosas y radiantes en la imagen. Así pronto se encontraron entre las clientes habituales de su salón de belleza en Hollywood Boulevard actrices del calado de Gloria Swanson, Mary Pickford, Pola Negri, Jean Harlow, Claudette Colbert, Bette Davis, Norma Shearer, Joan Crawford o Judy Garland por citar algunas.
Esta aportación al mundo del cine y su trascendencia son perfectamente reseñadas en la biografía novelada que Lucía Guerra le dedica a Carmen Miranda, quien pone en boca de esta actriz el siguiente comentario acerca de Max Factor y sus productos:
"Un par de camarógrafos se puso de inmediato a estudiar los ángulos de su rostro haciéndola adoptar diferentes poses, y los especialistas en cosméticos decidieron elegir, de inmediato, la línea de tonos de aquel nuevo maquillaje liquido que Max Factor había inventado especialmente para la industria del cine. No sé si lo sabrán, pero Max Factor había nacido en Rusia y nada menos que la dinastía de los Romanoff lo había contratado para que hermoseara a las mujeres de la nobleza. Él hacia un trabajo tan extraordinario, figúrense ustedes, que el Zar le prohibió que se casara y…. teniendo que hacerlo en secreto, cansado del maltrato que recibía por ser judío, empezó a maquillarse la cara con una tonalidad amarilla para producir el efecto de que tenía una enfermedad contagiosa; sólo así lo dejaron emigrar a los Estados Unidos…. Max Factor era un verdadero artista. Fue él quien inventó las pestañas postizas, usadas por primera vez… creó el lápiz labial solido para reemplazar la antigua pasta roja que se corría por las comisuras de los labios, y gracias a él, también existe el polvo compacto… En realidad, este señor de anteojos y con el aspecto de un abuelo bondadoso reinventó, literalmente reinventó, los rostros de Marlene Dietrich, la Garbo y Joan Crawford, a quien por puro capricho, le dibujó esa enorme boca de labios sensuales, y por ingenio suyo también el pelo de Jean Harlow…"
Esta aportación al mundo del cine y su trascendencia son perfectamente reseñadas en la biografía novelada que Lucía Guerra le dedica a Carmen Miranda, quien pone en boca de esta actriz el siguiente comentario acerca de Max Factor y sus productos:
"Un par de camarógrafos se puso de inmediato a estudiar los ángulos de su rostro haciéndola adoptar diferentes poses, y los especialistas en cosméticos decidieron elegir, de inmediato, la línea de tonos de aquel nuevo maquillaje liquido que Max Factor había inventado especialmente para la industria del cine. No sé si lo sabrán, pero Max Factor había nacido en Rusia y nada menos que la dinastía de los Romanoff lo había contratado para que hermoseara a las mujeres de la nobleza. Él hacia un trabajo tan extraordinario, figúrense ustedes, que el Zar le prohibió que se casara y…. teniendo que hacerlo en secreto, cansado del maltrato que recibía por ser judío, empezó a maquillarse la cara con una tonalidad amarilla para producir el efecto de que tenía una enfermedad contagiosa; sólo así lo dejaron emigrar a los Estados Unidos…. Max Factor era un verdadero artista. Fue él quien inventó las pestañas postizas, usadas por primera vez… creó el lápiz labial solido para reemplazar la antigua pasta roja que se corría por las comisuras de los labios, y gracias a él, también existe el polvo compacto… En realidad, este señor de anteojos y con el aspecto de un abuelo bondadoso reinventó, literalmente reinventó, los rostros de Marlene Dietrich, la Garbo y Joan Crawford, a quien por puro capricho, le dibujó esa enorme boca de labios sensuales, y por ingenio suyo también el pelo de Jean Harlow…"
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