Ahora que, parafraseando el título de aquella película: "Pierna creciente falda menguante", las mujeres han decidido masivamente regalarnos la vista con esos pantalones sin perneras, maravillosamente ajustados al final de la nalga, he de reconocer que a veces queda uno deslumbrado ante el soberbio y decidido andar de algunas féminas sobre plataformas imposibles (no son elegantes los titubeos a 15 centímetros del suelo), en una moda que por adocenada termina por resultar algo vulgar y que me ha llevado a sojuzgar mi burbujeante libido al buen gusto y pensar que tras dichas piernas solo hay humo. Los uniformes nunca son buenos, ni siquiera los impuestos masivamente por la moda. Se echa de menos la variedad. Se admiten críticas (que supongo no serán pocas).
La fotografía es de Joshua Hibbert
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