miércoles, 3 de julio de 2013
Marie Curie.- un diario para Pierre
"Entro en el salón. Me dicen: "Ha muerto" ¿Acaso puede una comprender tales palabras? Pierre ha muerto, él, a quien sin embargo había visto marcharse por la mañana, él, a quien esperaba estrechar entre mis brazos esa tarde, ya sólo lo volveré a ver muerto y se acabó, para siempre"
"A veces tengo la idea ridícula de que todo esto es una ilusión y que vas a volver. ¿No tuve ayer, al oir cerrarse la puerta, la idea absurda de que eras tú?
"Pierre mío, me levanto después de haber dormido bien, relativamente tranquila, apenas hace un cuarto de hora de todo eso y, fíjate, otra vez tengo ganas de aullar como un animal salvaje"
"Irene juega con sus tíos. Eve, que durante todo lo ocurrido correteaba por casa con una alegría inconsciente, juega y ríe, todo el mundo habla. Y yo veo los ojos del Pierre de mi alma sobre su lecho de muerte, y sufro. Y me parece que el olvido ya viene, el horroroso olvido, que aniquila hasta el recuerdo del ser amado"
"Me quedé todavía un día más en St. Remy y no regresé hasta el miércoles, en el tren de las dos y veinte, con mal tiempo, frío y lluvioso (...) Quería concederles a las niñas un día más de campo. ¿Por qué estuve tan poco acertada?, fue un día menos que viví contigo."
"Emma regresó, y tú le reprochaste que no tenía la casa suficientemente bien (ella había pedido un aumento) Salías, tenías prisa, yo me estaba ocupando de las niñas, y te marchabas preguntándome en voz baja si iría al laboratorio. Te contesté que no lo sabía y te pedí que no me presionaras. Y justo entonces te fuiste; la última frase que te dirigí no fue una frase de amor y de ternura. Luego, ya sólo te vi muerto"
"Ayer di la primera clase sustituyendo a mi Pierre. ¡Qué desconsuelo y qué desesperación! Te habría hecho feliz verme como profesora de la Sorbona, y yo misma lo habría hecho por tí encantada. Pero hacerlo en tu lugar, oh Pierre mío ¡se podría soñar una cosa más cruel, cómo he sufrido, qué desanimada estoy! Siento que la facultad de vivir ha muerto en mí, y no tengo más que el deber de criar a mis hijas y continuar la tarea aceptada. Quizá sea también el deseo de demostrar al mundo y sobre todo a mi misma que aquella a quien tú amaste realmente valía algo"
"Hace un año. Vivo para sus niñas, para su padre anciano. El dolor es sordo, pero sigue vivo. La carga pesa sobre mis hombros. ¿Cuán dulce sería dormirse y no despertarse más? ¡Qué jóvenes son mis pobres cariñitos!¡Qué cansada me siento! ¿ Tendré todavía el coraje de escribir?
(Última anotación del diario, de Abril de 1907)
Tomado del libro " La ridícula idea de no volver a verte", de Rosa Montero
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