“La ley moral puede deberse al origen divino, pero antes de las tablas de Moisés, estaban contenidos en los códigos de las espirales genéticos. Esos souvenirs intrauterinos se encuentran asociados al ADN. No hay nada más monárquico que una molécula de ADN. Lo inefable y el misterio de la concepción:
¿Por qué soy yo y no un otro? ¡Salvador! El nombre mismo que llevo es el de un hermano mayor, muerto prematuramente a la edad de 7 meses… Yo he vivido la muerte antes de vivir la vida… Nos parecíamos como dos gotas de agua, sólo que con diferentes reflejos Todas las excentricidades que he tenido el hábito de perpetrar, esas exhibiciones incoherentes, son la constante trágica de mi vida. Yo me he querido probar que no soy el hermano muerto y sí el hijo vivo. Como en el mito de Castor y Pólux, en tanto mato a mi hermano soy yo quien me inmortalizo.
Esta fue mi fórmula de vida: hacer que los demás acepten como cosa natural los excesos de mi personalidad y descargarme de mis angustias creando una especie de participación colectiva”
Salvador Domingo Felipe
Jacinto Dalí Doménech.
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