Humphrey Bogart se enamoró de la joven actriz Lauren Bacall en 1944, durante el rodaje de "Tener o no tener". Con esa película se hizo tan famosa una frase de Lauren Bacall, "Si me necesitas, sólo tienes que silbar", que cuando se casaron Bogart le regaló un colgante con un silbato de oro. Junto a la urna de las cenizas de Bogart
se encuentra ese mismo silbato de oro, en recuerdo de su boda. Cuando se casaron Bogart estaba divorciado y tenía 45 años, mientras que Lauren apenas había cumplido los 20 años. La relación comenzó entre bambalinas estableciéndose una gran afinidad entre ambos actores y 18 meses después ya eran esposos. De la unión con Bogart nacieron dos hijos, el productor de noticias Stephen Bogart y una hija Leslie Bogart, enfermera.
La anécdota que aquí mencionaremos, la describe Peter Bogdanovich
“La noche que entró en el coma del que nunca despertó, Humphrey Bogart le pidió a Lauren Bacall que durmiese junto a él por encima de las sábanas. Durante aquella noche, él se despertó prácticamente cada media hora, agarrándose constantemente el pecho a causa de una sensación de ahogo. A la mañana siguiente, un domingo, vieron un musical de televisión, Frank Sinatra se pasó a verlos de camino a la ciudad, y los médicos le hicieron una breve visita y dijeron que las dificultades que había tenido Bogart la noche anterior no eran inesperadas. Cuando salía para recoger a los niños de la escuela dominical, Bacall lo besó como de costumbre, diciendo que volvería enseguida, y al volver se lo encontró en coma. Sintiendo el final cerca, se vino abajo. Murió veinticuatro horas después.
Mientras lo veía en una película, Bacall recordaba lo bien que se lo habían pasado juntos, su ingenio, su gran sentido del humor. Era difícil, de ninguna manera una persona fácil de tratar, pero ellos sencillamente encajaban. Cuando ve una película de Bogart, ella piensa de nuevo en lo injusto y terrible que fue el hecho de que su vida fuera segada tan pronto, que no pudiera ver crecer a sus hijos, sobre todo por lo excepcionalmente bueno que era. Y a pesar de todo, la fuerza de su personaje sobrevivió. Nadie podría sustituirlo, o ser comparado con él, ni en la vida real ni en la pantalla.
Cuando dije que, en cierto sentido,ni siquiera esa clase de estadounidense parece existir ya, Bacall asintió con la cabeza. "No, no existe", dijo. "Ni tampoco existe esa clase de Estados Unidos."
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