Galileo Galilei
GALILEO A KEPLER, PADUA
4 de Agosto de 1597
Su libro, altamente instruido caballero, que me envió con Paulus Amberger, me llegó no hace días, sino hace horas, y como Paulus me acaba de informar de su regreso a Alemania, me sentiría verdad ingrato si no le expresara mi agradecimiento por su carta. Le agradezco especialmente haberme considerado digno de tal prueba de su amistad... Hasta ahora sólo he leído la introducción, pero ya he colegido de ello en alguna medida sus intenciones y me felicito de la buena fortuna de haber encontrado tal hombre como compañero en la exploración de la verdad. Pues es deplorable que haya pocos que busquen la verdad y que no persigan un método erróneo de filosofar. Mas no es éste el lugar para lamentar la miseria de nuestro siglo, sino para regocijarme con usted sobre tan bellas ideas que demuestran la verdad... Yo, ciertamente, me Debería a dirigirme al público con mis modos de pensar si hubiera más personas con su mente. Como no es éste el caso, me abstengo de hacerlo... Siempre estaré a sus órdenes. Quede con Dios y no deje de darme más buenas nuevas de usted.
Suyo en sincera amistad,
Galileo Galilei
Matemático de la Academia de Padua
Johannes Kepler
KEPLER A GALILEO, GRAZ
13 de octubre de 1597
Recibí su carta del 4 de agosto el 1 de septiembre. Fue un doble placer rara mí. Primero porque hice amistad con usted, el italiano, y segundo, porque estamos de acuerdo en lo concerniente a la cosmografía copernicana. Como me invita amablemente al final de su carta a tener correspondencia con usted, y yo me siento grandemente tentado de hacerlo, no dejaré pasar la ocasión de enviarle una carta con el presente joven noble.
Estoy seguro, si su tiempo se lo ha permitido, de que entre tanto habrá entrado en conocimiento más estrecho de mi libro. Y ha hecho presa de mí un gran deseo de conocer su juicio. Porque ésta es mi forma, urgir a todos aquellos a los que he escrito a que expresen su franca opinión. Créame, la más aguda crítica de un solo hombre inteligente significa mucho más para mí que el aplauso sin razón de las grandes masas.
Sin embargo, habría deseado que usted, que tiene tan profunda captación de todo, eligiera otra forma de llegar a sus fines prácticos. Por la fuerza de su ejemplo personal, nos aconseja, de manera hábilmente velada, salir del camino de la ignorancia general y advierte contra exponernos a los furiosos ataques de la multitud académica. (En esto está siguiendo la guía de Platón y Pitágoras, nuestros verdaderos maestros.).
Pero después del comienzo de tan tremenda empresa, como se ha hecho en nuestro tiempo, y promovida por tantos matemáticos cultos, y después de que la declaración de que la Tierra se mueve ya no puede considerarse algo nuevo, no sería acaso mejor tirar del carretón a su destino con un esfuerzo unido... Porque no son sólo ustedes los italianos quienes no creen que se muevan, a menos que lo sientan, pues a nosotros en Alemania, tampoco, en modo alguno, nos es popular esta teoría. No obstante, hay formas con las que nos protegemos contra estas dificultades...
Anímese. Galilea, y aparezca en público. Si no me equivoco, hay sólo unos pocos, entre los matemáticos distinguidos de Europa, que disentirán de nosotros. Tan grande es el poder de la verdad. Si Italia le parece poco conveniente para su publicación, y si ha de esperar dificultades allí, tal vez Alemania le ofrezca mayor libertad. Pero basta de esto. Por favor, déjeme saber, al menos privadamente, si no desea usted hacer públicamente lo que ha descubierto en favor de Copérnico.
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