Mucho antes de que fuera considerado el mejor jugador de baloncesto del mundo, de sus seis anillos de campeón de la NBA con los Chicago Bulls y ese abrumador promedio de más de 30 puntos por partido, Michael Jordan fue un niño más, un chaval que no hacía presagiar el enorme talento que mostraría con los años. De hecho, en su juventud fue apartado de su equipo de baloncesto escolar por su "falta de habilidad" y a que, a pesar de sus por entonces 180 centímetros, no estaba en la forma necesaria para dar la talla en ese equipo y formar parte de él.
Puede que esto hubiera acabado con las ilusiones de cualquiera, pero Jordan apeló a su yo interior, se fijó unas metas y se decidió a poner todos los medios para conseguirlas. Mientras se mantenía firme en sus estudios comenzó a entrenar más de diez horas diarias en solitario intentando fortalecer sus puntos débiles y a perfeccionar aun más sus habilidades. Cuando el éxito empezó a sonreirle le gustaba recordar aquellos tiempos:
"He fallado más de nueve mil tiros en mi carrera. He perdido casi trescientos partidos. En veintiséis ocasiones se me ha confiado el balón para lanzar el tiro que ganaba el partido, y fallé. He fallado una y otra y otra vez en mi vida. Por eso tengo éxito. Algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñan con que pasará, otras hacen que suceda"
Sin duda unas palabras realmente inspiradoras para todos aquellos que quieren llegar arriba, que nos hablan de que la mayoría de las veces los dioses del deporte no nacen sino que se hacen.
Y ahora un vídeo de Jordan que se que es un jugador que te encanta:
Las imágenes han sido tomadas de las siguientes páginas:
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