jueves, 31 de mayo de 2018

La campana de Kiri Te Kanawa




Entre las grandes voces de las últimas décadas ha sobresalido con una luz muy especial Dame Kiri Te Kanawa, una maravillosa soprano lírica que siempre ha sido muy cuidadosa a la hora de elegir las operas que iba a cantar, buscando siempre roles que su voz pudiera asumir con garantías y así porder dar lo mejor de si. Tan cuidadosa y exigente ha sido con su voz que hace unos meses, despues de décadas en primera linea (desde 1971) anunció su retirada manifestando: "No quiero escuchar mi voz. Es el pasado. Cuando enseño a jóvenes cantantes y oigo sus voces frescas y preciosas, no quiero poner la mía cerca". Kiri Te Kanawa, que se llamaba en realidad Claire Mary Teresa Rawstron, tiene en su ser una curiosa mezcla de culturas, y a pesar de no haber conocido a sus padres biológicos y haber sido criada por una familia maorí, por sus venas corre sangre irlandesa, neozelandes y por supuesto también maorí. Curiosamente su padre adoptivo le puso el apodo de Kiri, que en maorí significa "campana" (también "piel") -Kanawa es un apellido- y no cabe duda de que su voz fue uno de los más bellos tañidos que pudo escucharse durante años en los teatros de todo el mundo; resultando memorables sus interpretaciones de heroínas como la Arabella de Strauss, la Doña Elvira o la Condesa Almaviva de Mozart (ahora mismo estoy escuchandola en el "Exultate Jubilate" de Mozart y es una verdadera maravilla) sin olvidar por supuesto su Violetta de Verdi o la Tosca de Puccini. 

Entre el gran público logró gran notoriedad después de cantar en la boda de Lady Diana con el Principe Carlos la maravillosa pieza de Haendel "Let the bright seraphim", una pieza que apartó de su repertorio trás la muerte de la Princesa en muestra de duelo; al respecto decía: "Su fallecimiento y todo lo que le rodeó fue tan terrible que no he querido oírla otra vez". En algunos conciertos  Kiri Te Kanawa lograba reunir más público que los mismisimos Rolling Stones y en 1990, en un concierto al aire libre que dio en la ciudad de Auckland llegó a reunir a nada menos que 140.000 personas.

Vocalise op. 34 nº 14 de Sergei Rachmaninov:



Y no me resito a dejar uno de los fragmentos del "Exultate Jubilate" K 165 de Mozart: el  "Alleluia"



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miércoles, 2 de mayo de 2018

Ivie Anderson, la duquesa del jazz



Entre las cantantes de jazz que no forman parte de la primerísima línea de figuras archiconocidas ocupa un lugar muy destacado Ivie Anderson, una cantante sensible, llena de musicalidad y swing que dio lo mejor de sí misma en la esplendorosa orquesta de Duke Ellington. Duke, con el que Ivie aparece arriba, siempre pudo presumir de un maravilloso talento e intuición para descubrir músicos talentosos que hicieran de su orquesta una de las más poderosas y afinadas maquinas de hacer jazz que se hayan formado jamás, pero esa singular habilidad le fallaba notablemente a la hora de buscar una vocalista que estuviera a la altura de sus compañeros. Sin duda Ivie Anderson fue la excepción a esta regla, y acompañó exitosamente a la mejor banda de la historia entre 1931 y 1942. Suyas son las interpretaciones míticas de "I got it bad" o "It don't mean a thing", dos de los grandes temas que cualquier aficionado al jazz sabe que para disfrutarlos verdaderamente debe buscarlos en la voz de Ivie. Duke era totalmente consciente de la calidad de Ivie y no dudo en calificarla como la mejor vocalista que jamás tuvo.

La cantante que nació en el estado de California en 1904, recibió su primera educación musical en un convento, entre los nueve y los trece años de edad. Su primer contrato profesional lo firmo en Los Ángeles antes de enrolarse con una serie de compañías de music hall y viajar a Nueva York, para cantar en el "Cotton Club". Hizo algunas giras como bailarina-cantante, luego, solo como cantante en una etapa en la trabajo con diversas big bands y trabajo con Earl Hines antes de unirse a la formación de Duke Ellington. Tras los doce años en los que acompaño a Duke y aquejada de problemas respiratorios abrió un restaurante en Los Ángeles, aunque durante un tiempo siguió cantando regularmente en la Costa Oeste hasta que sus ataques de asma restringieron sus actuaciones totalmente. Falleció en 1949.

Ivie hizo muy pocas grabaciones con su propio nombre aunque hay alguna notable por ahí como el disco grabado en 1946 "Ivie Anderson & her All Stars" en el que era acompañada por músicos de primera clase como Charlie Mingus, Lucky Thompson o Willie Smith. Aun así posiblemente su mejor disco sea el titulado simplemente: "Ivie Anderson" en el que se recogen algunas canciones memorables del repertorio de Duke Ellington. Como curiosidad diremos que es la cantante que aparece en la película de los Hermanos Marx titulada "Un día en las carreras"

"I got it bad"




Y la maravillosa "It Don't Mean A Thing (If It Ain't Got That Swing)", algo asi como: "No significa nada, si no tiene swing" , y no cabe duda que ella sabía dárselo:



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martes, 1 de mayo de 2018

"Moby Dick" (Fragmentos) - Herman Melville



"Llamadme Ismael. Hace unos años -no importa cuánto hace exactamente-, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía y arreglar la circulación. Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste; cada vez que en mi alma hay un nuevo noviembre húmedo y lloviznoso; cada vez que me encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes; y, especialmente, cada vez que la hipocondría me domina de tal modo que hace falta un recio principio moral para impedirme salir a la calle con toda deliberación a derribar metódicamente el sombrero a los transeúntes, entonces, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda. Es mi sustituto de la pistola y la bala. Catón se arroja sobre su espada, haciendo aspavientos filosóficos; yo me embarco pacíficamente. No hay en ello nada sorprendente. Si bien lo miran, no hay nadie que no experimente, en alguna ocasión u otra, y en más o menos grado, sentimientos análogos a los míos respecto del océano. "

“Me parece que lo que llaman mi sombra aquí en la tierra es mi verdadera sustancia. Yo pienso que, al observar las cosas de manera espiritual, nos parecemos mucho a las ostras mirando el sol desde el mar y creyendo que la densa agua es la más fina de las atmósferas. Yo creo que mi cuerpo no es nada más que la escoria de mi mejor ser. De hecho, que se lleven mi cuerpo, quienquiera que vaya a hacerlo, digo, ése no soy yo.”

“Hay ciertos raros momentos y ocasiones en los que este extraño y enrevesado asunto al que llamamos vida, en el que un hombre toma todo de este universo como una broma pesada, y aunque sólo llega a discernir su gracia vagamente, tiene más que sospechas de que la broma no es a expensas de nadie, sino de él mismo. De cualquier manera, nada descorazona y nada parece cuestionable. Él engulle todos los acontecimientos, todos los credos, todas las convicciones, todas las cosas duras, visibles e invisibles, sin importarle nunca lo nudosas que sean; como un avestruz de poderosa digestión que engulle las balas y pedernales.”

"¿Qué son los derechos humanos y las libertades del mundo sino peces sueltos? ¿Qué son las ideas y opiniones de los hombres sino peces sueltos? ¿Qué es el principio de la creencia religiosa sino un pez suelto? ¿Qué son los pensamientos de los pensadores para los literatos palabreros, contrabandistas y ostentosos? ¿Qué es el mismo gran globo sino un pez suelto? ¿Qué eres tú, lector, sino un pez suelto y también un pez sujeto?"

“¿Qué es, qué cosa innombrable, inescrutable y sobrenatural, qué engañoso y escondido amo y señor, emperador cruel e inexorable me gobierna, que contra todos los naturales amores y nostalgias me mantiene empujándome, concentrándome y agolpándome todo el tiempo, haciéndome estar preparado temerariamente para hacer lo que mi propio corazón, verdadero y natural, ni siquiera me atrevería? ¿Soy yo, Dios, o quién es el que levanta el brazo este brazo? Pero si el gran sol no se mueve por sí mismo, sino que es como un chico errante en el cielo; y si ni una sola estrella puede moverse, si no es por algún poder invisible, ¿cómo entonces late este pequeño corazón y este único y pequeño cerebro tiene pensamientos, si no es Dios quien lo hace latir, lo hace pensar y vivir, no yo?”


"Pasead en torno a la ciudad en las primeras horas de una soñadora tarde de día sabático. Id desde Corlears Hook a Coenties Slip, y desde allí, hacia el norte, por Whitehall. ¿Qué veis? Apostados como silenciosos centinelas alrededor de toda la ciudad, hay millares y millares de seres mortales absortos en ensueños oceánicos. Unos apoyados contra las empalizadas; otros sentados en las cabezas de los atracaderos; otros mirando por encima de las amuradas de barcos arribados de la China; algunos, en lo alto de los aparejos, como esforzándose por obtener una visión aún mejor hacia la mar. Pero ésos son todos ellos hombres de tierra; los días de entre semana, encerrados entre tablas y yeso, atados a los mostradores, clavados a los bancos, sujetos a los escritorios. Entonces ¿cómo es eso? ¿Dónde están los campos verdes? ¿Qué hacen éstos aquí?

"Pero ¡mirad! Ahí vienen más multitudes, andando derechas al agua, y al parecer dispuestas a zambullirse. ¡Qué extraño! Nada les satisface sino el límite más extremo de la tierra firme; no les basta vagabundear al umbroso socaire de aquellos tinglados. No. Deben acercarse al agua tanto como les sea posible sin caerse dentro. Y ahí se quedan: millas seguidas de ellos, leguas. De tierra adentro todos, llegan de avenidas y callejas, de calles y paseos; del norte, este, sur y oeste. Pero ahí se unen todos. Decidme, ¿les atrae hacia aquí el poder magnético de las agujas de las brújulas de todos estos barcos?"

"¡Ah, vosotros, cuyos muertos yacen sepultados bajo la verde hierba; que, en medio de las flores podéis decir: aquí, aquí yace mi ser amado; vosotros no conocéis la desolación que se cobija en pechos como éstos! ¡Qué amargos vacíos en esos mármoles bordeados de negro que no cubren cenizas! ¡Qué mortales huecos y qué infidelidades forzosas en las líneas que parecen roer toda fe, rehusando resurrecciones a los seres que han perecido sin sitio y sin tumba! Estas lápidas podrían estar lo mismo en la cueva del Elephanta que aquí."

Selección de fragmentos realizada por Celia Valdelomar

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