"Bach habla al universo, Beethoven, a la humanidad, y Chopin a cada uno de nosotros."
No se equivocaba ni un ápice Joaquín Achúcarro cuando así describía la música de Beethoven. No hablaremos hoy de las sinfonías o cuartetos del gran compositor alemán, si no de su talento al piano. Beethoven además de un soberbio compositor era en su juventud un espectacular pianista cuyo talento le valió la admiración de toda Europa. Sus piezas para piano son soberbias, apasionadas, temperamentales y arrebatadoramente bellas y difíciles, y sin duda debía ser todo un espectáculo verlas interpretadas por un desmelenado Beethoven. Todo su mundo cambió cuando la sordera se apoderó de su ser, y aunque su oído interno aún le permitía componer no había manera humana de modular una interpretación pianista sin la ayuda del oído. Para Beethoven su sordera fue una condena que le llevó a convertirse en un ser un huraño tal y como confesaba en su famoso "Testamento de Heiligenstadt" y que incluso le hizo valorar el suicidio. Él, que era puro humanismo se veía abocado a rechazar el trato con los demás abrumado por el pensamiento de que alguien del que emana una música tan bella no podía escuchar a los demás ni podía comunicarse dignamente. A través de los siguientes escritos quedará patente el descenso a los infiernos de un gran genio:
En 1791, cuando Beethoven contaba con tan solo 21 años, el compositor Carl Ludwig Junker, decía de él: "Le escuché improvisar en privado. Fuí invitado incluso a proporcionarle un tema para que realizase unas variaciones. La grandeza de este hombre, amable y de gran corazón, como virtuoso debe, en mi opinión, ser valorada desde su casi infinita riqueza de ideas, el estilo característico de su expresión al piano y su gran calidad como interprete"
A la misma época pertenece un comentario de Tomaschek, un pianista contemporáneo de Beethoven: "La técnica deslumbrante de Beethoven, su improvisación tan atrevida me llegaron al corazón de una manera completamente extraña. Me sentí tan humillado que no volví a tocar el piano durante días"
El gran Joseph Haydn que fue sufrido profesor de Beethoven llegó a decirle: "Usted tendrá un rendimiento mayor del que hasta ahora ha tenido nadie, pues posee pensamientos que nadie ha poseído todavía. Jamás sacrificará usted un bello pensamiento a una regla tiránica, y hará bien en ello. Pero debe sacrificar sus caprichos a las reglas, pues tengo la impresión de que usted tiene varias cabezas y varios corazones. En sus obras se encontrará siempre algo fuera de lo corriente, cosas bellas, pero también algo singular y oscuro, porque usted mismo es un poco tenebroso y singular."
Gelineck, un destacado pianista, tuvo la osadía de batirse en un duelo musical con Beethoven y por supuesto salio escaldado: "Nunca, jamas en la vida, olvidaré el día de ayer. Este joven con el que he competido es Satanás en persona. Nunca he oído una interpretación igual. Se ha puesto a componer variaciones sobre un tema que yo mismo le he propuesto. Nadie, ni el mismo Mozart, iguala a este genio de la improvisación"
En los primeros estadios de su sordera, John Russell, un oyente de uno de sus conciertos, escribía: "Cuando se sienta al piano parece que no exista otra cosa en el mundo fuera de él y su instrumento. Si pensamos que es sordo, parece imposible que pueda oír todo lo que toca. Cuando toca muy suavemente suele ocurrir que no produce sonido alguno. Lo más interesante es observar cómo cambia la música de su alma su rostro. Parece tener sentimientos intrépidos y tempestuosos"
Cuando su sordera ya era severa, el compositor y pianista Cipriani Potter, escribía: "El modo de tocar de Beethoven se vio muy afectado por su cruel enfermedad. Aunque por experiencia y conocimiento de su instrumento un músico puede imaginar el efecto de su interpretación, no puede producir este efecto cuando se halla privado del sentido del oído, y menos aún un hombre sensible como era Beethoven. Su enfermedad le impidió apreciar la cantidad y la calidad del tono producido por determinada presión de los dedos sobre el piano, de ahí que su modo de tocar, al final, llegara a ser muy imperfecto. Tenía un gran poder sobre el instrumento; gran velocidad en la digitación, unida a una gran delicadeza en el toque y un sentimiento de gran intensidad; pero sus pasajes eran indistintos y confusos. Dado que era dolorosamente consciente por tanto de su incapacidad de producir determinados efectos, fue retrayéndose de actuar ante la gente y al final rechazaba hacerlo incluso ante sus amigos más íntimos. Éstos, no obstante, a veces conseguían imponer su deseo de verlo sentado ante el instrumento suscitando ingeniosamente algo relativo al contrapunto; entonces, inconscientemente, se ponía a ilustrar su teoría, y enlazando algo con el caudal de sus pensamientos -olvidando su enfermedad- dejaba ir a menudo una efusión extemporánea de poder maravilloso y brillantez. Es fácil imaginar a un intérprete meramente mecánico, vacío de cualquier sentimiento antes de verse afectado por la sordera, y habiendo conquistado todas las dificultades del instrumento, tocando correctamente una pieza musical, para satisfacción de otros que tienen unos sentimientos parecidos, pero para una conformidad como la de Beethoven, donde la luz y la sombra y la delicadeza de la expresión lo eran todo o nada, la consecución de su ideal era prácticamente imposible"
En 1808, Beethoven dio su último concierto pianistico público, a partir de ahí su sordera sería cada vez más severa hasta apartarle casi totalmente del trato humano, comunicandose con unos pocos allegados a través de cuadernos de conversación en los que le iban anotando las palabras que ya no podía oir. Ese mismo año compone su sexta sinfonía, conocida como "Pastoral" y su maravilloso "Concierto Emperador" con el que a modo de muestra de la esplendorosa música que manaba de aquella persona torturada por los silencios y que él ya nunca podría ejecutar eficientemente, cerramos la entrada. Por cierto este concierto toma el nombre de "Emperador" no por decisión de Beethoven, si no que fue así bautizado por las primeras personas que pudieron disfrutar del mismo, dada la majestuosidad y grandeza de la obra.
Primer movimiento, Allegro. Al piano el siempre singular Glenn Gould, con la Orquesta Sinfónica de Toronto dirigida por Karel Ancerl :
Desde 1808 hasta su muerte en 1827 pasaron 20 largos años ¿de silencio? Y es que como decía Victor Hugo: "Este sordo escuchaba al infinito."
Los fragmentos están tomados de varias entradas del libro "Historias de la Historia de la Música" (Lawrence Lindt - 2001 - Ma non Troppo)
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