"Aquel día, sin ningún motivo decidí salir a correr un poco. Corrí hasta el final del camino, y cuando llegué allí, pensé que podía correr hasta el final del pueblo. Y cuando llegué allí, pensé que podría cruzar el condado de Greenbow. Y luego pensé ya que he llegado hasta aquí, también podría cruzar el gran Estado de Alabama. Y eso hice, cruzar todo el Estado de Alabama. Y sin ningún motivo seguí corriendo. Y llegué hasta el océano. Cuando llegué allí, pensé: ya que he llegado hasta aquí podría dar la vuelta y seguir corriendo. Y cuando llegué hasta otro océano, pensé ya que he llegado hasta aquí podría volver a dar la vuelta y seguir corriendo. Cuando me cansaba dormía. Cuando tenía hambre, comía. Cuando tenía que ir... ya sabes, iba."
"Cuando corro soy como el viento. Desde ese día, si tenía que ir a algún sitio... ¡iba corriendo!"
Esa pequeña maravilla que es la película "Forrest Gump" atesora momentos maravillosos, pero sin duda, despues de muchos años corriendo, y otros tantos deseando volverlo a hacer, esos minutos en los que Forrest echa a correr por el simple placer de correr, son mis preferidos.
No hace mucho que los británicos reconocieron a Vivien Leigh como la más bella de sus actrices y no seré yo quien entre en discusión por tan evidente cuestión. Vivien, hija de colonos ingleses, nació en la India, la joya de la corona, que le entregó otro diamante más a los ingleses, aunque puede que este sea el más brillante y admirado.
Vivian Mary Hartley, que era su nombre real, se inició muy tempranamente en el mundo del teatro y el cine, y era aun muy joven cuando se cruzó en su vida el que sería su gran amor, el grandioso Laurence Olivier, con el que formó una de las parejas más talentosas y glamourosas de la historia del cine. Olivier quedó totalmente prendado de esta morenita y hubo de romper su unión con Jill Esmond para casarse con ella. Cuando Laurence fue reclamado por Hollywood, la preciosa Vivian lo acompañó, sin saber que se dirigía hacia el estrellato.
En Estados Unidos buscaban desesperadamente una protagonista para llevar al cine el libro de Margaret Mitchell "Lo que el viento se llevó". Lo intentaron actrices del peso de Lucille Ball, Carole Lombard, Paulette Goddard, Jean Arthur, Joan Bennett o la gran Bette Davis, por mentar algunas de las más señeras, pero ninguna logró hacerse con el codiciado papel en el casting más concurrido y famoso de la historia del cine.
Junto a Laurence Olivier
Un buen día Myron, un ayudante de Selznick, reparó en aquella morena inglesita de apenas 26 años y le dijo a Selznick "David, te traigo a Scarlett O'Hara" y bueno ciertamente nos la trajo a todos nosotros, porque desde que se puso en la piel de ese personaje ya forma parte del imaginario popular. Nos juró que jamás volvería a pasar hambre, se vistió con cortinas, rodo por escaleras, sufrió con la halitosis de Clark Gable, hubo de atemperar su acento inglés al sureño, pero la cosa valió la pena y esta actriz que tan solo contaba con algunas actuaciones previas, se convirtió en una inmensa estrella de Hollywood con este papel que la hizo merecedora de su primer Oscar de la Academia.
Vendrían después películas tan maravillosas como "El puente de Waterloo" o "Lady Hamilton" acrecentándose con ellas su reputación de buena actriz. No se prodigaba mucho en el cine a causa del amor que profesaba al teatro donde trabajaba asiduamente, pero aun así, estaba por llegar un nuevo papel estelar y este no es otro que el de Blanche Dubois en la inmensa película "Un tranvía llamado deseo" donde daba replica a esa ruda y magnifica interpretación que hizo Brando en el papel de Kowalski.
Con Marlon Brando en "Un tranvia llamado deseo"
Tengo el convencimiento de que cualquier mujer que se decida a emprender el camino de actriz, debería ver a Vivien Leigh en este papel que le valió su segundo Oscar; el recital que da es inmenso, aunque hay quien dice, que Vivien, durante el rodaje de "Un tranvía llamado deseo" sufría frecuentes depresiones nerviosas y que mostraba un comportamiento muy inestable y "simplemente" recondujo todas sus experiencias y demonios personales
-como si eso fuera fácil- a la hora de dar forma a este verdadero top de la interpretación actoral que es su encarnación de Blanche Dubois.
Esos mismos problemas mentales, posiblemente un trastorno bipolar que nunca fue bien tratado, le llevaron a una relación tempestuosa con Laurence Olivier del que terminó separándose, a pesar de lo cual ella siempre siguió haciéndose llamar "Lady Olivier". Todavía tendría tiempo para buenas películas como "La primavera romana de la Señora Stone" o "El barco de los Locos" en las que aparecía como una señora madura y vencida, reflejando quizás la realidad de una actriz que veía como los problemas de salud que venía sufriendo desde años atrás, se agravaban y terminaban provocándole la muerte a causa de una tuberculosis en 1967, cuando tenía tan solo 53 año. Laurence la lloró sinceramente y según contaba en sus memorias cuando supo de su muerte, acudió a su lado y permaneció largo tiempo junto a ella a solas "pidiéndose perdón por todo el daño que se habían hecho"
"A veces me da miedo la verdad de las líneas que digo. Pero el miedo nunca se debe mostrar"
"¿Sabes que me hace más feliz que nada? Dame seis cuerdas y seré feliz"
Son palabras del grandioso B.B. King, uno de los pilares fundamentales del blues, estilo del que fue uno de sus fundadores y del que hasta ayer, con sus 89 años, era testigo de todo su devenir. Su verdadero nombre era Riley B. King y su apodo de B. B. King deriva de un apodo anterior: "The Street Blues Boy King".
El caso es que de todos son conocidas sus guitarras, todas llamadas Lucille, pero no la razón de tal fijación y fidelidad a tal nombre. Un posible amor???? Siempre hay sorpresas, con estas cosas... El nombre les viene de un incendio que hubo en un local del poblado de Twist (Arkansas) sobre 1949, donde tocaba en sus inicios. El fuego se produjo al prenderse unos bidones de queroseno con los que se acostumbraba a calentar estos garitos. Todo el mundo salió huyendo ante el fuego y B.B. King también, pero cuando se dió cuenta de que había olvidado su preciosa guitarra en el local, volvió a recuperarla jugándose el pellejo por ella. Dos personas murieron en ese incendio, que no fue moco de pavo y cuando supo que el incidente fue provocado por una muchachita llamada Lucille, y tuvo el tiempo de meditar sobre el peligro que habia corrido su vida, decidio darle el nombre de aquella chica, Lucille, a esa guitarra por la que se lo jugó todo y se lo mantendría a las que vendrían, para no olvidar que no hay que arriesgar la vida tan alegremente.
B. B. King solía decir: "Lo maravilloso de aprender es que nadie puede arrebatárnoslo", lo mismo que nos ocurre a todos los que le admiramos con su música, que seguirá por siempre con nosotros. Descanse en paz.
Repasando la sección de anécdotas de la revista "Historia y Vida" de números atrasados, me encuentro en uno de ellos (junio - 2012) una falsa anécdota sobre Mozart en la que se dice textualmente:
"En la extensa obra de Mozart (1756-1791) hay un instrumento que solo esta presente en el título de una de sus operas, "La flauta mágica". En todas su composiciones, Mozart sustituyó la flauta por el clarinete debido a la aversión que sentía hacia su sonido. "La única cosa peor que una flauta son dos" solía afirmar"
Pero la realidad es que esto es del todo incierto y hay un buen ramillete de obras de Mozart en las que aparece la flauta. Al parecer esta falsa leyenda se debe a una carta que Mozart escribió a su padre Leopold acerca de un encargo musical, que tenía a la flauta como uno de los instrumentos protagonistas. Así en la carta podía leerse:
"Aquí no tengo ni una hora de tranquilidad. Solo puedo escribir por la noche, y por ello no puedo levantarme temprano. Además no siempre se está en un estado propicio para el trabajo. Naturalmente, sería capaz de garabatear muy deprisa en cualquier momento; pero aquí se trata de una obra que debe hacerse un camino en el mundo, y doy mucha importancia a no avergonzarme de ella, puesto que estará bajo mi nombre. Además, ya lo sabe, en cuanto tengo que escribir sin parar para el mismo instrumento (que no soporto), me vuelvo completamente anquilosado" (14 de febrero de 1778).
No deja de ser realmente desconcertante comparar estas palabras con la belleza del Concierto en sol mayor al que alude en su carta. Y cabe preguntarse: ¿No parece estar tal aseveración en contradicción con el serio tratamiento que da a la flauta dentro de las piezas que dedica a este instrumento? ¿Qué es lo que Mozart no soportaba? ¿Era la flauta como instrumento o el hecho de escribir varias obras seguidas para ella? Curiosamente estos encargos, precisamente los de flauta, coincidían con rachas de mala suerte para el músico. Maravillosa en cualquier caso es la afirmación de Mozart al respecto de que no podía dar su firma a un trabajo sin calidad, indigno de su talento, sabedor de la trascendencia de su obra.
Mozart presenta en su catalogo seis sonatas para clave y flauta, las que van del K 10 al 15, 4 cuartetos (K285, 285a, 285b y el K298), el esplendoroso concierto en sol mayor K 313, además del K 314 y del andante K 315. Una sinfonía concertante K 299, obras todas ellas en las que está presente la flauta. Además de un buen ramillete más que le son atribuidas. Os recomiendo un delicioso disco que el gran flautista Jean Pierre Rampal le dedica a la obra de Mozart para este instrumento.
Os dejo con el Concierto K 313, que a buen seguro os resultará familiar:
De todos es conocido ese juego de imágenes que circula por muchos sitios en el que se confronta el rostro de la Gioconda con el autorretrato de un Leonardo da Vinci ya envejecido. La caja de sus rostros coincide a la perfección y deja una enigmática sombra sobre la idea de que la Mona Lisa no fuera sino un autorretrato del propio Leonardo, jugando con su propio rostro y que fuera ese y no otro el motivo de esa peculiar sonrisa.
No es una idea descabellada, que Leonardo, un reconocido homosexual, quisiera jugar con una imagen idealizada de si mismo en un retrato, pero una de las cosas que nos hace tener reparos en la comparación, es ese rostro envejecido de Leonardo, que se aleja demasiado del de la Mona Lisa.
¿Cómo era de joven este genio?
Leonardo nació en 1452 y pronto se fue al taller de Verrocchio, un famoso artista florentino, con el que se adiestró en el manejo de los pinceles. Se sabe que en su juventud Leonardo era muy atractivo tanto por su rostro como por sus gestos, y no son pocos los que dicen que fue tomado como modelo para el David de bronce que creo Verrocchio, su maestro, y que actualmente se puede admirar en el Museo del Bargello y cuyo rostro encabeza este texto. Normalmente uno se fija en la postura y conjunto de la obra de este magnífico David, pero cuando se repara en el rostro, el que posiblemente fuera de ese joven Leonardo, se descubre una frente ancha como la de la Mona Lisa, que con otro peinado realzaría el parecido, su misma nariz, y conformación de los ojos, y lo más curioso la escultura presenta una extraña sonrisa, tan enigmática y ambigua como la del famoso cuadro. Soy consciente de otras diferencias, pero puestos a meterme en arenas movedizas y crear un poco de debate ¿Será cierto que la Gioconda no es sino el retrato idealizado de un Leonardo da Vinci que nunca quiso separarse de él, de ella, de sí mismo ?
En cualquier caso, y más alla de la posiblemente alocada comparación propuesta, creo que al menos es interesante enfrentarse al rostro que posiblemente tuvo Leonardo de joven.